lunes, 10 de septiembre de 2018

FÉLIX VARELA EN EL PENSAMIENTO DE JOSÉ MARTÍ




Para Martí, estar lejos de la patria fue un modo de acercarse a ella, de buscarla en el alma de los cubanos que como él habían dejado la isla querida por estar en desacuerdo con el modo tiránico que se le gobernaba. Su estancia en el destierro le sirvió para escuchar con orgullo los relatos de los hombres y mujeres que vivieron los momentos gloriosos del 10 de octubre, de la Asamblea de Guaimaro o de las cargas al machete del Camaguey, con Agramonte a la vanguardia de la caballería legendaria. Eran cosas que le llenaban el corazón y la mente de orgullo, por el pueblo cubano y que sirvieron para reafirmar sus convicciones sobre la necesidad de la independencia de Cuba.

 En su exilio forzoso pudo conocer con más detenimiento la cultura forjada en el siglo XIX por esa vanguardia intelectual de la isla, leer sobre el pensamiento del Padre Félix Varela ese adelantado, “(…)que cuando vio incompatible el gobierno de España con el carácter y las necesidades criollas, dijo sin miedo lo que vio, y vino a morir cerca de Cuba, tan cerca de Cuba como pudo, sin alocarse ni apresurarse,  ni confundir el justo respeto a un pueblo de instituciones libres con la necesidad injustificable de agregarse al pueblo extraño y distinto que no posee lo mismo que (con) nuestro esfuerzo y nuestra calidad probada podemos llegar a poseer”[1]

 Era su preocupación mayor aquella admiración ciega de las clases pudientes criolla por ese vecino poderoso y advertía de forma clara y directa sobre el peligro de convertir aquella admiración en anexión.  Habla Martí de las simpatías anexionistas de algunos y les recuerdas que Félix Varela no quiso la anexión, pese a la admiración que sentía por lo que habían logrado los estadounidenses.

 Admiración y respeto es lo que siente Martí por el hombre de letras y el pensador adelantado, que por su visión anticipadora y la manera ágil y directa que tiene de enfrentar los grandes problemas de Cuba, con energía y firmeza, llega a la conclusión de que la solución estaba en la independencia; idea temida por los mismos burgueses criollos que alabaron al presbítero en su cátedra del Seminario San Carlos y lo eligieron posteriormente a las Cortes en 1821, y que en ese instante toman distancia del patriota sincero que al igual que Cristo previó esa deserción  y escribió:

“(…) El deseo de conseguir el aura popular es el móvil de muchos que se tienen por patriotas, (…) no hay placer mayor para un verdadero hijo de la patria como el de hacerse acreedor a las consideraciones de sus conciudadanos por sus servicios a la sociedad; más cuando el bien de esta exige la pérdida del aura popular, he aquí el sacrificio más noble y más digno de un hombre de bien, y de aquí el que desgraciadamente es muy raro”[2]

 En consecuencia con esa virtud y vocación de sacrificio de Félix Varela, José Martí dice en uno de sus cuadernos de apuntes: “El primero será siempre el que más desdeñe serlo”, una frase que bien puede aplicarse a él mismo en su hazaña de unir a los cubanos por la causa de la independencia.

 Hombre de letras y rezos, de cultura enciclopédica, rompedor de cánones y prejuicios, Varela fue el hombre que abrió caminos en la mente de los criollos, cuando desde la cátedra de filosofía del Seminario San Carlos, abogó por la experimentación científica, la especulación investigativa, la enseñanza en español y la dignidad del hombre como patrón de conducta, sus ideas espantaron al liderato criollo, temeroso de perder sus privilegios en una lucha por la independencia.

 José Martí conoce las ideas de Varela, las tiene presente en los momentos que organiza un pueblo para conquistar la independencia y reconoce el sacrificio del que vio primero y más lejos al querer la emancipación de Cuba.



[1] Obras Completas Tomo 2: 96


[2] “Cartas a Elpidio” de Félix Varela

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