miércoles, 5 de septiembre de 2018

LA PEDAGOGÍA DE LA BONDAD





Mendive y Martí en el Colegio restaurado de Villa Soberón
En la educación hay años decisivos, esos primeros que van desde la cuna hasta que se termina el ciclo de la enseñanza básica del niño y el adolescente, aunque los grandes padres nos dicen y la vida reafirma que la educación nunca termina y que solo con ese apego monacal al perfeccionamiento humano puede dar sus frutos, en ello la sociedad como escenario de actuación tiene mucho que influir.
 Los cubanos tenemos en José Martí a un Maestro preocupado por la formación del individuo, adaptado a su tiempo, a su sociedad, ente activo y factor dinamizador de la misma, siempre bajo el precepto martiano de que, “ser bueno es mejor que ser príncipe”, frase que determina una “pedagogía de la bondad” que debe prevalecer por encima de todo, porque forja al ser humano para vivir en sociedad y comunión con quienes le rodea es el objetivo mayor.
 Quienes comienzan esta tarea son los padres y la familia que basada en una estimulación lúdica de la imitación y el ejemplo preparan a este ser para su vida en colectivo, él no es centro del mundo es parte del mismo y desde sus primeras relaciones con los otros debe comprender este principio tan importante en las relaciones humanas, luego la escuela, que no es una cancha de competencia para su lucimiento sino el taller para “enseñarlo a aprender”, que es tan importante o más que darle contenido, que sienta “placer” descubriendo el mundo en la vida, en el día a día, en los libros, en los medios de comunicación, pero sobre todo en su relación con el otro, porque eso lo hace humano.
 “Ser culto es el único modo de ser libre”, escribió nuestro Martí y esta frase, más que una sentencia hecha es un modo de vida, porque la cultura está por encima de los títulos, la erudición que poseamos o lo que materialmente alcancemos en la vida, es el crecimiento espiritual del ser humano, ese otro yo que se llama conciencia, que nos hace distintinto al mismo tiempo semejante a los demás, lo que verdaderamente nos pone en la cima de la evolución y de esa maravillosa carrera que es la vida que nace y muere sin parar pero siempre creciente y es espiral constante en búsqueda de nosotros mismos.


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