viernes, 14 de septiembre de 2018

MARTÍ, FORMACIÓN DE UN PENSAMIENTO PEDAGÓGICO




La tarea de educar a las clases más humildes es uno de los primeros esfuerzos que nuestro José Martí hace por su América, convencido que solo la educación pondrá al ser humano en condiciones de crecer y ayudar a las sociedades donde han nacido, estas ideas de un joven veinteañero en pleno siglo XIX siguen hoy teniendo vigencia en esta sociedad informatizada y cada vez más desigual:

Desde su llegada a América y su establecimiento en México y posteriormente en Guatemala, José Martí demuestra una preocupación constante por los pasos que dan los gobiernos de esos países para mejorar la educación de las clases populares y en particular los grupos de población autóctona abandonados a su suerte como parias en su propia tierra.

 Martí no pierde oportunidad en sus publicaciones y cartas para resaltar la necesidad de impulsar la educación popular destacado su convicción de que sin cultura no habría libertad humana, a pesar de las muchas leyes y esfuerzos de los intelectuales y los grupos dominantes de “civilizar” a estas masas de cholos, ladinos, mestizos, pobres en general, gente de campo, de trabajo duro en las ciudades y a los que se le consideraba lastre social que impide el avance de sus sociedades.

“Un pueblo no es una masa de criaturas miserables y regidas: no tiene el derecho de ser respetado hasta que no tenga la conciencia de ser regente: edúquese en los hombres los conceptos de independencia  y propia dignidad... ser hombre es en la tierra dificilísima y pocas veces lograda carrera”[1]

 Este decidido joven revolucionario le toma el pulso a su América y recomienda: La educación tiene en estas tierras un trabajo mayor: es la educación el estudio que el hombre pone en guiar sus fuerzas; tanto más trabajosa será su obra, cuanto sean potentes y rebeldes las fuerzas que quiere conducir y encaminar”[2]

 Al hombre originario de América lo conoce en México y Guatemala y le llama “perpetua e impotente crisálida de hombre” que duerme y frena el desarrollo del país donde vive, pero no es  su culpa, son siglos de explotación y abandono los que lastran su vida.

 “¿Qué ha de redimir a esos hombres? La enseñanza obligatoria ¿Solamente la enseñanza obligatoria, cuyos beneficios no entiende y cuya obra es lenta? No la enseñanza solamente: la misión, el cuidado, el trabajo bien retribuido...”[3]

 Será en la educación popular en la que deposite sus esperanzas de adelanto de las naciones latinoamericanas, el conoce el resultado halagüeño que la aplicación de la misma ha tenido en Europa y apoya su difusión en las tierras americanas. Tiene 22 años (1875) al llegar a México y se enfrenta a una realidad nueva; un año después irá a Guatemala, participa abiertamente en los esfuerzos reformistas de Justo Rufino Barrios y resume sus ideas en el preclaro ensayo “Guatemala”:

“Saber leer es saber andar. Saber escribir es saber ascender. Pies, brazos, alas todo eso ponen al hombre esos primeros humildísimos libros de la escuela. Luego va al espacio. Ve el mejor modo de sembrar, la reforma útil que hacer, el descubrimiento aplicable, la receta innovadora, la manera de hacer buena la tierra mala; la historia de los héroes, los futiles motivos de las guerras, los grandes resultados de la paz. Siembra química y agricultura, y se cosecharán grandes riquezas. Una escuela es una fragua de espíritu; ¡ay de los pueblos sin escuelas! ¡ay de los espíritus sin temple!

“La educación es como un árbol: se siembra una semilla y se abre en muchas ramas. Sea la gratitud del pueblo que se educa árbol protector, en las tempestades y las lluvias, de los hombres que hoy le hacen tanto bien. Hombre recogerá quien siembre escuelas”[4]

 La presencia de José Martí en países hispanoamericanos le acerca a la realidad de atraso que presentaban las naciones de esta parte del Nuevo Mundo con respecto a lo que el ha visto o leído de las naciones europeas y se da cuenta de que la colonia sobrevive en la República, con gobiernos que pueden hacer muy poco por la herencia conservadora de sus clases dominantes y el fatalismo mental de sus intelectuales y clase política soñando con los cambios, pero atados a la tradición.

 Para él la educación es factor fundamental de cambios, la educación popular, para todos, no elitista, para encaminar a los sectores humildes de las sociedades de nuestros países de América. Por eso saluda desde las columnas de la Revista Universal de México, la apertura de escuelas públicas, las iniciativas legislativas o cualquier atisbo de cambio. Es apenas un preclaro veinteañero que piensa en América.


[1] José Martí. Obras Completas. Tomo 6. Pág. 254
[2] Ídem
[3] Ídem. Pág. 327
[4] O.C. t.6 pp. 134-154


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