Nació el Baní, República
Dominicana el 18 de noviembre de 1836 y murió en La Habana, Cuba el 17 de junio
de 1905. Su infancia y adolescencia las pasó en su tierra natal en República
Dominicana. A los 16 años Gómez se unió al ejército dominicano en la lucha
contra las invasiones haitianas de Faustine Soulouque logrando obtener el grado
de alférez. Luchó con las tropas anexionistas en la Guerra de Restauración
Dominicana.
Al término de la ocupación colonial de España
las fuerzas dominicanas que le había servido fueron evacuadas a Cuba, Gómez
como oficial de caballería del Ejército español fue evacuado en 1865.
Se licenció del ejército y se radica en el
pueblito del Dátil, con su madre y dos hermanas, ocupándose de la labranza.
Pero en Cuba, el espectáculo desolador de la esclavitud de los negros y los
desmanes de los funcionarios españoles contra los criollos provocaron cambios
profundos en su conciencia. Cuando se produjo el alzamiento del 10 de octubre
de 1868 (Grito de Yara), ya Gómez estaba vinculado a una de las tantas logias
masónicas de la Isla, y es probable que fuera en alguna de las vinculadas por
la agrupación "Gran Oriente de Cuba".
Desde
que conoció el alzamiento de los independentistas capitaneados por Carlos
Manuel de Céspedes, que se anticipó a la fecha acordada, decidió, junto a sus
amigos de logia y, “(…) por el amor a los negros (…)”, según consta en
su diario, alzarse en armas en Jiguaní, unos días después del alzamiento
de Demajagua.
Máximo Gómez jugó desde el primer momento un
importante papel en la insurrección cubana, él junto a los hermanos Marcano y
otros veteranos dominicanos que se había radicados en Cuba, no dudaron ni un
segundo en unirse a la causa de la libertad de la isla, siendo de una
inapreciable ayuda por la experiencia militar que estos aportaron en un
movimiento revolucionario organizado por gente sin experiencia militar.
En este contexto se destacó Máximo Gómez desde
un primer momento con la organización de una partida de revolucionaros.
Decididos y que sabía lo que tenían que hacer en el combate. Queda en la
historia como bautismo de fuego de la astucia militar de Máximo Gómez, la
“carga al machete” realizada en Pino de Baire contra la vanguardia de la
columna del coronel Quirós, quién
desconcertado por el valor de aquellos hombres armados de machete que
destruyeron la vanguardia de su columna se retiró a Santiago de Cuba, era la
primera victoria del gran dominicano y su primer aporte a la causa de Cuba Libre.
Su rápido ascenso en los mandos militares del
Ejército Libertador está muy vinculado a su capacidad de mando, sus dones como
estratega y sobre todo su disciplina como soldado que lo hizo poner su
autoridad en función de la causa de la independencia de Cuba dejando a un lado
las rencillas regionalistas y personales que darían a la larga al traste la
guerra de los “Diez Años”.
En 1871 Máximo Gómez dirige la invasión a la
comarca de Guantánamo con el fin de
derrotar la resistencia de los españoles y de los sectores que le apoyaban en
aquella región, llevaba bajo sus órdenes a una pléyade de capitanes, que a
golpe de heroísmo y voluntad se graduaron como jefes guerrilleros, mencionemos
solo algunos de ellos: Antonio, José y Marcos Maceo, Calixto García, Quintín
Bandera, Guillermón Moncada y otros muchos que constituyeron la espina dorsal
del mambisado cubano de la primera guerra.
La Campaña de Guantánamo
fue una gran victoria para las armas cubanas y Máximo Gómez, ya con los grados
de Mayor General era el más importante jefe militar del oriente del país.
En 1873 tras la muerte del Mayor general
Ignacio Agramonte, le designan el mando de las fuerzas del Camagüey, hueste
disciplina y muy combativa con la que libró una victoriosa jornada.
Desde esta época en la mente de este brillante
estratega estaba la idea de llevar la guerra a la región occidental de la isla,
más rica y poblada y base de abastecimiento de las fuerzas colonialistas en
Cuba. Su intento lo realiza con su paso
a la región villareña, a la que volvió a poner en pie de guerra y aplicó un amplio despliegue militar preparatorio de
la futura invasión a occidente.
El fraccionamiento dentro de las filas
patrióticas, la intensificación del espíritu regionalista y caudillista,
terminaron por debilitar a la Revolución independentista y la claudicación del
Gobierno de la República en Armas y la Cámara de Representante, ante los hechos
consumado en el Pacto del Zanjón, febrero de 1878, Máximo Gómez se acogió al
indulto español y salió de Cuba con su familia.
Acogido nuevamente al exilio se asienta en
Jamaica, posteriormente en Honduras y finalmente en su tierra natal República
Dominicana, donde logra una estabilidad económica para sacar adelante su
numerosa familia.
No olvida el guerrero sus deberes para con
Cuba y cada intento por reanudar la contienda tendrá el apoyo del caudillo
dominicano-cubano. A él acude José Martí en medio de su titánica labor de unir
a todos los cubanos independentista y venciendo diferencias tácticas el “viejo”
se une al movimiento organizado por el Partido Revolucionario Cubano de Martí quien al ofrecerle la
responsabilidad de dirigir a los combatientes de la nueva etapa por la
independencia, le dice de forma premonitoria que tal vez el pago fuera, la
posible ingratitud de los hombres.
Pero hombres puede que lo haya ingrato, pero
no pueblos y los cubanos siempre reconocieron en Máximo Gómez el maestro de los
combatientes cubanos, bajo cuyas órdenes se formaron los mejores cuadros del
Ejército Libertador Cubano.
A Cuba vino en 1895 a ponerse al frente del
Ejército Mambí y teniendo al Mayor General como coprotagonista, llevaron la
guerra al occidente de la isla, en una magistral campaña que asombró al mundo y reafirmaron la capacidad de estratega del
“Generalísimo”, título que en Cuba solo lo ostentó Gómez por su maestría
combativa.
Finalizada la guerra, con dignidad de cubano,
no se plegó ante el interventor norteamericano, que en un primer momento lo
ignoró para luego negociar con él, el Licenciamiento del Ejército Libertador,
tras la “promesa” formal de que Cuba tendría independencia.
Rechazó la candidatura para la presidencia de
la República y murió junto a Cuba y los cubanos, no como el anciano derrotado
por el pesimismo sino como el combatiente que aún cree poder cuidar a la
“muchacha”, su modo para referirse entre los íntimos a la República nacida en
1902. Murió el
17 de junio de 1905, hace 113 años.
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