lunes, 18 de junio de 2018

MÁXIMO GÓMEZ BÁEZ (1836-1905)




Nació el Baní, República Dominicana el 18 de noviembre de 1836 y murió en La Habana, Cuba el 17 de junio de 1905. Su infancia y adolescencia las pasó en su tierra natal en República Dominicana. A los 16 años Gómez se unió al ejército dominicano en la lucha contra las invasiones haitianas de Faustine Soulouque logrando obtener el grado de alférez. Luchó con las tropas anexionistas en la Guerra de Restauración Dominicana.
 Al término de la ocupación colonial de España las fuerzas dominicanas que le había servido fueron evacuadas a Cuba, Gómez como oficial de caballería del Ejército español fue evacuado  en 1865.
 Se licenció del ejército y se radica en el pueblito del Dátil, con su madre y dos hermanas, ocupándose de la labranza. Pero en Cuba, el espectáculo desolador de la esclavitud de los negros y los desmanes de los funcionarios españoles contra los criollos provocaron cambios profundos en su conciencia. Cuando se produjo el alzamiento del 10 de octubre de 1868 (Grito de Yara), ya Gómez estaba vinculado a una de las tantas logias masónicas de la Isla, y es probable que fuera en alguna de las vinculadas por la agrupación "Gran Oriente de Cuba".
Desde que conoció el alzamiento de los independentistas capitaneados por Carlos Manuel de Céspedes, que se anticipó a la fecha acordada, decidió, junto a sus amigos de logia y, “(…) por el amor a los negros (…)”, según consta en su diario, alzarse en armas en Jiguaní, unos días después del alzamiento de  Demajagua.
 Máximo Gómez jugó desde el primer momento un importante papel en la insurrección cubana, él junto a los hermanos Marcano y otros veteranos dominicanos que se había radicados en Cuba, no dudaron ni un segundo en unirse a la causa de la libertad de la isla, siendo de una inapreciable ayuda por la experiencia militar que estos aportaron en un movimiento revolucionario organizado por gente sin experiencia militar.
 En este contexto se destacó Máximo Gómez desde un primer momento con la organización de una partida de revolucionaros. Decididos y que sabía lo que tenían que hacer en el combate. Queda en la historia como bautismo de fuego de la astucia militar de Máximo Gómez, la “carga al machete” realizada en Pino de Baire contra la vanguardia de la columna del coronel Quirós, quién  desconcertado por el valor de aquellos hombres armados de machete que destruyeron la vanguardia de su columna se retiró a Santiago de Cuba, era la primera victoria del gran dominicano y su primer aporte a  la causa de Cuba Libre.
 Su rápido ascenso en los mandos militares del Ejército Libertador está muy vinculado a su capacidad de mando, sus dones como estratega y sobre todo su disciplina como soldado que lo hizo poner su autoridad en función de la causa de la independencia de Cuba dejando a un lado las rencillas regionalistas y personales que darían a la larga al traste la guerra de los “Diez Años”.
 En 1871 Máximo Gómez dirige la invasión a la comarca de Guantánamo  con el fin de derrotar la resistencia de los españoles y de los sectores que le apoyaban en aquella región, llevaba bajo sus órdenes a una pléyade de capitanes, que a golpe de heroísmo y voluntad se graduaron como jefes guerrilleros, mencionemos solo algunos de ellos: Antonio, José y Marcos Maceo, Calixto García, Quintín Bandera, Guillermón Moncada y otros muchos que constituyeron la espina dorsal del mambisado cubano de la primera guerra.
La Campaña de Guantánamo fue una gran victoria para las armas cubanas y Máximo Gómez, ya con los grados de Mayor General era el más importante jefe militar del oriente del país.
 En 1873 tras la muerte del Mayor general Ignacio Agramonte, le designan el mando de las fuerzas del Camagüey, hueste disciplina y muy combativa con la que libró una victoriosa jornada.
 Desde esta época en la mente de este brillante estratega estaba la idea de llevar la guerra a la región occidental de la isla, más rica y poblada y base de abastecimiento de las fuerzas colonialistas en Cuba. Su intento lo realiza  con su paso a la región villareña, a la que volvió a poner en pie de guerra y aplicó  un amplio despliegue militar preparatorio de la futura invasión a occidente.
 El fraccionamiento dentro de las filas patrióticas, la intensificación del espíritu regionalista y caudillista, terminaron por debilitar a la Revolución independentista y la claudicación del Gobierno de la República en Armas y la Cámara de Representante, ante los hechos consumado en el Pacto del Zanjón, febrero de 1878, Máximo Gómez se acogió al indulto español y salió de Cuba con su familia.
 Acogido nuevamente al exilio se asienta en Jamaica, posteriormente en Honduras y finalmente en su tierra natal República Dominicana, donde logra una estabilidad económica para sacar adelante su numerosa familia.
 No olvida el guerrero sus deberes para con Cuba y cada intento por reanudar la contienda tendrá el apoyo del caudillo dominicano-cubano. A él acude José Martí en medio de su titánica labor de unir a todos los cubanos independentista y venciendo diferencias tácticas el “viejo” se une al movimiento organizado por el Partido Revolucionario Cubano de Martí quien al ofrecerle la responsabilidad de dirigir a los combatientes de la nueva etapa por la independencia, le dice de forma premonitoria que tal vez el pago fuera, la posible ingratitud de los hombres.
 Pero hombres puede que lo haya ingrato, pero no pueblos y los cubanos siempre reconocieron en Máximo Gómez el maestro de los combatientes cubanos, bajo cuyas órdenes se formaron los mejores cuadros del Ejército Libertador Cubano.
 A Cuba vino en 1895 a ponerse al frente del Ejército Mambí y teniendo al Mayor General como coprotagonista, llevaron la guerra al occidente de la isla, en una magistral campaña que asombró al mundo  y reafirmaron la capacidad de estratega del “Generalísimo”, título que en Cuba solo lo ostentó Gómez por su maestría combativa.
 Finalizada la guerra, con dignidad de cubano, no se plegó ante el interventor norteamericano, que en un primer momento lo ignoró para luego negociar con él, el Licenciamiento del Ejército Libertador, tras la “promesa” formal de que Cuba tendría independencia.
 Rechazó la candidatura para la presidencia de la República y murió junto a Cuba y los cubanos, no como el anciano derrotado por el pesimismo sino como el combatiente que aún cree poder cuidar a la “muchacha”, su modo para referirse entre los íntimos a la República nacida en 1902. Murió el 17  de junio de 1905, hace 113 años.

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