Antonio
Maceo Grajales nació un 14 de junio de 1845, por sus aportes a nuestras luchas
por la independencia se convirtió en el
más destacado jefe militar nacido en Cuba, quien a pesar de los prejuicio de si
época alcanzó los grados de Mayor General del Ejército Libertador Cubano y Lugarteniente
General del Ejército Libertador en la Guerra Necesaria convocada por José
Martñi en 1895 además de ser la figura más relevante entre los negro y mulatos
que secundaron las luchas independentistas en Cuba.
Su trayectoria marcada por una hoja de
servicio intachable a favor de la emancipación de Cuba y de la abolición de la
esclavitud, está jalonada por hitos inolvidables como la “Protesta de Baraguá”
el digno acto de oponerse al pacto de la Revolución Independentistas con la metrópoli española, sin lograr ni la
independencia, ni la libertad de los esclavos, en 1878, acto que lo colocó ya
no solo entre los más destacados jefes militares cubanos, sino como la figura
política más importante dentro de aquella generación que se levantó en armas por la independencia de
Cuba.
Antonio
fue el paradigma más alto de cubano, dedicado a Cuba, soldado por ella, leal y
respetuoso con las instituciones que le iban naciendo a la Revolución
independentista, orgulloso e inteligente, capaz de ganar su liderazgo, no solo
por los méritos de guerra, sino por su dote de estratega, su capacidad de mando
y su ejemplo.
Maceo
tiene tanta fuerza en la mente como en el brazo, así lo define José Martí,
rompiendo el mito reduccionista del sublime guerrero capaz del sacrificio pero
sin una formada idea de lo que quiere en esa lucha larga y consagra a la que se
entregó su familia desde 1868, cuando acudieron al llamado que les hacía Carlos
Manuel de Céspedes para luchar por la libertad de Cuba y la redención de los
esclavos.
De
la claridad de su pensamiento político deja Maceo muchas pruebas a lo largo de
su actuar en las luchas por la independencia, Baraguá, había sido el ejemplo
claro de que era el representante de las ideas más radicales en estas luchas y
así lo ratifica en carta a los Delegados de la Asamblea Constituyente de
Jimaguayú, el 30 de septiembre de 1895:
“Permitidme,
pues, ciudadanos Representantes, que os haga presente la expresión de
agradecimiento que me anima con vosotros, motivado por el honor que me habéis
discernido al concederme el nombramiento de Lugar Teniente General del Ejército
Libertador. Y al aceptar cargo tan honroso como éste, que aumenta la
responsabilidad que tengo contraída ante mis compatriotas, permitidme también
que os reitere la protesta y obediencia a las leyes que emanan de la voluntad
popular (…) Fundemos la República sobre la base inconmovible de la igualdad
ante la ley. Yo deseo vivamente que ningún derecho o deber, título, empleo o
grado alguno exista en la República de Cuba como propiedad exclusiva de un
hombre, creada especialmente para él e inaccesible por consiguiente a la
totalidad de los cubanos…”
Estaba
consciente de las intenciones anexionistas de los Estados Unidos y de la clase
aristocrática cubana, por ello siempre rechazó esa posibilidad y dejó siempre
bien claro su posición:
“Los americanos y los españoles podrán
concertar los pactos que quieran, pero Cuba es libre dentro de breve término y
puede reírse de negociaciones que no favorezcan su emancipación.”(12 de junio
de 1896)
“De España jamás esperé nada; siempre nos ha
despreciado, y sería indigno que se pensase en otra cosa. La libertad se
conquista con el filo del machete, no se pide; mendigar derechos es propio de
cobardes incapaces de ejecutarlos. Tampoco espero nada de los americanos; todo
debemos fiarlo a nuestros esfuerzos; mejor es subir o caer sin ayuda que
contraer deudas de gratitud con un vecino tan poderoso.” (14 de julio de 1896).
Esas eran las ideas claras de Mayor General
Antonio Maceo. Digno hijo de Santiago de Cuba, surgido de la humilde cuna de
una familia campesina, numerosa y negra, consagrada a Cuba y al logro de una
patria no solo libre en lo político, sino basada en la igualdad de derechos de
todos sus hijos.
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