Serie
Flora
Dibujo
de René Portocarrero
Da la sensación de que cada día estamos más
solo, nos cansamos de hablar y hablar, buscando un interlocutor racional o
cuerdo, que tenga tiempo para escuchar a un alma que trata de comunicar y al
final recibes respuestas incoherentes
que no son respuestas sino eco de sus mismas voces.
El ser humano parece conformarse con su propia
sombra, camina con muchos pero le teme al contacto con ese otro que va a su
lado y que posiblemente tenga más en común con él que diferencias.
Eso es raro en una época de tantos aparatos
para comunicarse, tantos modos para saber de los otros y sin embargo el humano prefiere enajenarse
en una orgía lúdica que lo empequeñece.
¿Será eso casualidad?
Creo sinceramente que no, los dueños del mundo, los que deciden que nosotros somos
“consumidores” y no seres racionales gregarios que nos necesitamos mutuamente
nos sustituyen la libertad de pensar por una sensación de que somos dueños de
nosotros mismos, cuando en realidad cada día estamos más solos sin que nos
importen los problemas del otro, mucho menos si no habla nuestra lengua y no
tiene nuestras costumbres, porque ese es un extraño y no el hermano que vive
con nosotros la aventura más grande de la creación.
¿Por
qué no juntamos nuestros pequeños planetas espirituales para impulsar las
grandes causas del hombre y la mujer contemporáneos?
Primero debemos dejar de estar solo, con
nuestros egoísmos y nuestras muchas cosas materiales, esas con las que no
cargamos al morir, esas por las que no nos recuerdan.
Llevemos con nosotros la bondad y el amor,
cultivemos la amistad y llenémonos de la
calidez de la fogata humana a la luz de la cual nuestras historias se fundan
con las de otros para formar el gran canto humano.
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