En
el socialismo las fuerzas productivas son controladas por el estado quien debe
en su reasignación de planificación tener previsto dónde va cada uno de los
eslabones de este engranaje de la sociedad que son los trabajadores.
En el caso de Cuba durante muchos años la
subutilización de las fuerza productiva, la sujeción a los diabólicos mecanismos burocráticos del
estado y el partido comunista, se convirtieron en un freno para el desarrollo
de la economía cubana, más allá de factores externos más que conocidos, como
son el bloqueo económico a la isla, la persecución del gobierno de los Estados
Unidos a cuantas posibilidades tenga la sociedad cubana para negociar con
cualquier país capitalista del mundo y el oportunismo de los capitalistas de
cualquier nación por el cobro de intereses leoninos por comerciar con la “isla
hereje”.
Los cambios
que se están produciendo en el país a partir del “nuevo modelo
económico” implementados en los
“lineamientos económicos” del partido han conllevado a la liberación paulatina
pero creciente de estas “fuerzas productivas”, en sectores muy dinámicos y que
para el estado siempre han sido un gran dolor de cabeza: los servicios
personales, la gastronomía, el comercio minorista, el trasporte público y las
pequeñas producciones locales, artesanales, artísticas. Un poco más controlado
pero igualmente creciente ha sido la producción agrícola, enormemente
deficitaria por muchos años, estatalizada en más del 80 % hasta hace menos de una década, pero que no
satisfacía las necesidades de una población de apenas 11 millones de
habitantes, teniendo que convertirnos en importadores netos de alimentos.
La distribución de tierras estatales ociosas
(miles de caballerías de tierras llenas de marabú en manos del estado) ha
significado una nueva reforma agraria, contra un latifundio estatal
ineficiente y en banca rota. Es la
principal reforma en el campo económico cubano, llamada a lograr la
sustentabilidad económica del país, siempre y cuando las trabas burocráticas
que aún la ralentizan sean eliminadas y dejen al productor con las manos libres
para producir los alimentos que este
pueblo necesita.
A mi modo de ver el problema fundamental que
seguimos afrontando es la enorme carga que significa para el estado y el
pueblo, el ejército de funcionarios que en todos los niveles se empeñas en
“hacer cumplir” mecanismos obsoletos o se atrincheran detrás de cualquier
resolución o ley anacrónica para frenar esta fuerza productiva que por
necesaria y progresista terminará por imponerse y dejar las cosas en su lugar.
Hacer efectivo el gobierno del pueblo,
descentralizar la mayor cantidad posible de funciones, hacer posible que los
municipios tengan iniciativas, se sustenten y que los “delegados del poder
popular” verdaderamente sean los representantes del pueblo son asignaturas
pendientes pero necesarias si queremos seguir adelante con un socialismo
próspero y sustentable.
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