Hace 125 años, un hombre muy ocupado en cosas
de adulto, quiso regalarles a los niños una revista en la que quedaran
plasmadas las ideas que sobre ellos él tenía. Ese hombre fue José Martí,
exiliado en Nueva York, con la tarea de emancipar un pueblo y levantarlo sobre
simientes nuevas, pensó que nada de esto podía hacerse sin la educación como
herramienta principal de la cultura y por eso comenzó por la raíz dedicándole a
los niños de América Latina y del mundo una revista distinta en la que
aprendieran valores en los cuentos y relatos que escogió para su revista, amena
y bella.
La novedad estaba en enseñarle aquellas cosas
que marcaban a la sociedad de su tiempo, la Revolución Industrial, el
desarrollo de las ciencias y el conocimiento del planeta donde vivían.
Puso mucho énfasis en la Historia de América,
las guerras por lograr la independencia de España y el orgullo que debían
sentir por aquellos que lo sacrificaron todos por ese motivo.
Solo salieron cuatro números de aquella
revista excepcional que circuló por
algunos países de nuestras tierras, dejando la simiente del buen hacer para los
niños, los ciudadanos del futuro.
El primero de los cuatro ejemplares de la
revista “La Edad de Oro”, salió en julio de 1889 precedido de un prólogo que
deja claras las intenciones de su
redactor:
“Para
los niños es este periódico, y para las niñas, por supuesto. Sin las niñas no
se puede vivir, como no puede vivir la tierra sin luz. El niño ha de trabajar,
de andar, de estudiar, de ser fuerte, de ser hermoso: el niño puede hacerse
hermoso aunque sea feo; un niño bueno, inteligente y aseado es siempre hermoso.
Pero nunca es un niño más bello que cuando trae en sus manecitas de hombre
fuerte una flor para su amiga, o cuando lleva del brazo a su hermana, para que
nadie se la ofenda: el niño crece entonces, y parece un gigante: el niño nace
para caballero, y la niña nace para madre.”
Son las esencias de la formación del ciudadano, crecido como “BUENO” por sus
virtudes y valores humanos.
“Este
periódico se publica para conversar una vez al mes, como buenos amigos, con los
caballeros de mañana, y con las madres de mañana; para contarles a las niñas
cuentos lindos con que entretener a sus visitas y jugar con sus muñecas; y para
decirles a los niños lo que deben saber para ser de veras hombres. Todo lo que
quieran saber les vamos a decir, y de modo que lo entiendan bien, con palabras
claras y con láminas finas. Lea vamos a decir cómo está hecho el mundo: les
vamos a contar todo lo que han hecho los hombres hasta ahora Para eso se
publica LA EDAD DE ORO: para que los niños americanos sepan cómo se vivía
antes, y se vive hoy, en América, y en las demás tierras: y cómo se hacen
tantas cosas de cristal y de hierro, y las máquinas de vapor, y los puentes
colgantes, y la luz eléctrica; para que cuando el niño vea una piedra de color
sepa por qué tiene colores la piedra.”
Todas las publicaciones para niños y adultos
deberían poner en su prólogo estas intenciones hermosas de formar al hombre y
la mujer de mañana, ese modo de crecer con su historia y su herencia cultural
para ser digno de su familia, de sus país y de su tiempo.
“Para
los niños trabajamos, porque los niños son los que saben querer, porque los
niños son la esperanza del mundo. Y queremos que nos quieran, y nos vean como
cosa de su corazón.”
Estas palabras tan repetidas, por
educadores y políticos, debiera ser el
evangelio de los que forman al que deberá continuar la obra que hoy llevabas
adelante, por ellos recordamos al “hombre de “La Edad de Oro”, ahora que
hablamos y nos enfrascamos en formar a las nuevas generaciones para ser
personas de bien, llenos de espiritualidad y cargados del altruismo de los
sueños.
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