Todos
somos hijos de la Patria.
Autor:
Raúl Martínez
Los cubanos no somos solo
folklor, como pueden dar los estereotipos de guía turística, es verdad que
somos fiesteros, bromistas, amigos del baile, de la conversación en voz alta y
gesticuladores al máximo, pero somos mucho más que eso.
Los cubanos de hoy, los que hemos vivido los
últimos sesenta años desarrollamos una
identidad con el proceso revolucionario que comenzó a gestarse en la década del
50 y que triunfó en 1959, vivan o no en Cuba, pero siempre pendiente de lo que
ocurre en la tierra en la que nacimos.
A este cubano que somos nos marcó un adjetivo
de orgullo, “revolucionarios”, porque aunque no fuimos al Moncada, ni estuvimos
en la Sierra Maestra, sí participamos en los días gloriosos de la década del 60 donde todo era nuevo y estaba al alcance de
la mano, nos esperanzamos con un futuro mejor y mucho logramos de esa equidad
que necesitamos; luego vino la década del 70, contradictoria y difícil, pero
también de muchos logros, muchos de nosotros
formamos parte de esa mano solidaria que llegó a África, especialmente a
Angola, como soldado o como profesional y como de un sueño nos despertó el
Período Especial de la década de los 90s, tan duro como fructífero; hemos
vivido los días largos e intensos del liderazgo político de Fidel y estamos
marcados por esta historia colectiva de un pueblo.
Somos un pueblo de unidad, que nace de la
familia extendida que incluye amigos y vecinos que todos tenemos. Somos gente
de trabajo, inteligentes, preparados, con una gran herencia cultural sobre
nuestras cabezas y con defectos, más exacerbados en unos que en otros.
El cubano de la Revolución creció conociendo la educación gratuita y universal,
como algo tan natural como respirar. Hemos crecido sanos, protegidos contra
casi todas las enfermedades prevenibles, con un médico al alcance y una cultura
sanitaria que a veces no va con las condiciones precarias en que vivimos, pero
que nos hizo gente saludable.
Hoy casi no mueren niños al nacer, ni las
madres corren ese riesgo en el parto; si la naturaleza o el azar de la vida llevan
a alguien a la discapacidad o la vulnerabilidad de una enfermedad, está protegido y atendido por el estado
revolucionario, ese al que no le sobra nada, pero siempre encuentra como
socorrer al desvalido.
Las perspectivas de vida en Cuba llega a los 78
años y el envejecimiento de la población cubana es un “problema grato” en la
sociedad cubana, que debe aprender no solo a cuidar de sus ancianos, sino a
aprovechar su potencial de experiencia y sabiduría.
Los jóvenes como motor social, empujan fuerte
quieren ser MAS parte de la sociedad
inclusiva que se construye, son hipercríticos, quieren los logros ahora,
quieren el mundo ahora, lo cuestionan todo y quieren ser parte decisora. Eso no
es malo, eso es lo que nos ha pasado, porque si el paternalismo cría vagos, la
exclusión crea “indiferentes” o “rebeldes”.
De la mujer en estos sesenta años hay que
hablar en mayúscula, es parte visible de la sociedad de estos tiempos, por ser
el sector más dinámico en crecimiento profesional y político. Siendo el “Horcón
de la familia”, muchas veces sola en familias disfuncionales o en familias
normales en las que les toca “como cosas de mujer”, las tareas domésticas,
cuidar de niños y ancianos, como una jornada laboral más que la agota y la
estresa.
¿Hijos?, ya en Cuba se
habla poco en plural de ellos, esta mujer que ganó espacio, convive con varias
generaciones, tiene sus aspiraciones y responsabilidades, no le queda tiempo para pensar en tener más de un hijo, si acaso dos y a lo
máximo tres. No es su culpa, es la dinámica creada por una Revolución ampliamente
legislada en derechos, pero escasa en recursos para hacerlos plenos.
Cuba y los cubanos somos muchas aristas, todas
pulsando por salir a flote y mostrase, somos otro país, que tiene muy claro lo
que significa la independencia, la igualdad en todos los planos y la
responsabilidad de construir una utopía social en medio de un mundo de “sálvese
el que pueda” del capitalismo salvaje.
Algunos amigos me escriben que no es delito
ser rico, pero si es bochornoso vivir en un mundo polarizado, con los
porcientos desbalanceado: muy pocos derrochando los recursos del planeta y el
99 % ahogado en su precariedad, su miseria, sin derecho a la vida digna y
soñando saltar al otro platillo de la balanza donde está el 1 %.
Yo me quedo con nuestra “herejía”,
perfectible, humana y en lucha constante porque sea mejor.
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