Tomado del Libro "Martí en Isla de Pinos"(1921) de Arturo Ramón Carricarte y de Armas
Al
sur de Cuba hay una islita en forma de coma que durante muchísimos años ha
guardado secretos hermosos de la historia de Cuba a la que está unida por lazos
de sangre y amor, a pesar de su cercana lejanía, su otredad pinera y esa
hermosa forma de abrir los brazos al que llega a su “isla del tesoro”.
Quiero hablar de un emprendedor catalán, que a
mediados del siglo XIX se asentó en estos bellos parajes, a la sombra de sus
lomas escasas pero orgullosas y asentó una familia que hizo en Cuba, ya había
vivido en Yaguaramas, provincia de Cienfuegos, su nombre es José María Sardá y
Gironella, natural de Tarragona y muy despiertos para los negocios,
fundamentalmente los de construcción a los que debe haber hecho una moderada
fortuna.
Sus negocios fundamentales están en La Habana,
a donde iban a para los ladrillos de muy
buena calidad que forjaba en la Isla de Pinos, contratista de obras y
concesionario de una parte de las tristemente célebres Canteras de San Lázaro,
entra a la historia de Cuba por un favor
hermoso que habla de su desprendimiento y honestidad, él mueve las
influencias que tenía a solicitud de su amigo Mariano Martí para sacar a su
hijo del infierno de las canteras a donde había llegado por la defensa de sus
convicciones patrióticas, lo logra, y nuestro joven Martí, enfermo, deshecho físicamente, pero íntegro y batallador pasa
dos meses al cuidado de la familia de Sardá, en cuya casa le retiran los
grilletes y su esposa Trinidad tiene para él el cuidado de una madre, eso le
debemos los cubanos a este catalán que formó
familia cubana y hoy está entre nosotros como un benefactor ante el cual
rendimos honores y a su orgullosa familia que aún vive en la misma casa que
acogió a José Martí.
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