Para
un país que había perdido un tercio de
su población en una guerra devastadora, era lógico que el advenimiento de
aquella forma de gobierno autónomo, restringida y bien marcada por los
intereses de la clase burguesa dominante, fuera una fiesta, del “mal, el menor”,
la bandera de la estrella solitaria se izaba en el Morro el 20 de mayo de 1902 y poco después en el Palacio de los Capitanes Generales, convertido ahora en
Palacio Presidencial, el pueblo celebraba, el interventor y sus aliados
oligarcas en Cuba también, nacía “su República”, la que iba a garantizar la
mejor explotación de las riquezas del país en aras del bienestar de todos,
aunque ese “todo” no fuera el abarcador todo martiano, sino el de las “clases
vivas”, los dueños de propiedades, cubanos y extranjeros, la mayoría yanquis,
que ya eran los mayores inversores, aún antes de comenzar la sangrienta “Guerra
Necesaria”.
La Enmienda Platt era una guillotina grotesca
alzada sobre los sueños más radicales del mambisado, sus acápites intervencionistas
llegaron para garantizar no solo el “orden burgués y capitalista”, sino para
implantar “el orden burgués imperialista de los Estados Unidos”, el “fatalismo
geográfico” se convertía en “fatalismo político”, en Cuba no habría gobierno
sino no tenía la aprobación del gobierno de los Estados Unidos de América, ese
fue el quehacer político de los más de cincuenta años de vida republicana, pero
había un sueño inconcluso, una idea de igualdad social adelantada a su tiempo y
escuchada como quimera política por la emigración cubana: “Con todos y para el
bien de todos”, era la herejía martiana por cumplir, la que llegó al poder en
1959 y contra viento y marea se ha mantenido a costa de todo, ¿sabremos
mantener la utopía?
No hay comentarios:
Publicar un comentario