El
sábado 1 de junio es el Día Internacional de la Infancia, no es un día para
regalos y felicitaciones, sino para reflexionar sobre este eslabón fundamental
de la cadena humana, EL NIÑO, abrace al suyo, asegúrese de que crecerá en un mundo de
valores humanos donde la bondad sea la brújula principal de su vida, él será el
ciudadano del futuro, un reflejo de su familia, su sociedad y su grupo, pero
único.
Desde
el siglo XIX que le tocó vivir nuestro José Martí hizo mucho énfasis en la
educación de las personas y por sobre todo de los niños, esas personitas que no
pidieron venir al mundo pero que como fértil semillero crecen en cada familia y
sociedad.
A ellos les dedicó hace 120 años, la revista “La Edad de Oro” un
tesoro de saber que no se pone viejo, y que podemos seguir leyendo en el
formato que prefiramos.
“Ser
bueno es mejor que ser príncipe”, con esta frase el Apóstol remarca la
necesidad de una pedagogía de la bondad, que vaya más a formar valores y
espiritualidad, que a cultivar el egoísmo y la vanidad en los niños. Ellos
siguen siendo la prioridad mayor de la sociedad, porque son el futuro, serán el
rostro del mundo de mañana y nada mejor que conozcan que no estamos solo en el
mundo, que lo compartimos con otros en diversas situaciones sociales pero que
su deber, nuestro deber, es preocuparnos por ellos, proveerlo no solo de las
cosas materiales que necesitan, sino de las hermosas herramientas del espíritu
que lo pondrán a la altura de la humano.
Los niños en los sistemas de desigualdad,
injusticia e inestabilidad social son los que más sufren, son la víctima más
desgarradora, porque no entienden la tragedia que viven, sin embargo viven abandonados por todos, olvidados por las
grandes potencias decisoras que los tienen como “bajas colaterales”, “males
necesarios” o cualquier otro eufemismo que oculten el terrible flagelo de ver
sufrir a un niño por las guerras, el hambre, la falta de atención, la
disolución de la familia o por perder la vida cuando vino al mundo para ser
futuro y esperanza.
La Revolución Cubana ha tenido siempre como su
programa prioritario, la protección de la infancia, basada en esa máxima
martiana que nos sirve de título: enseñanza universal y gratuita, acceso a la
salud y al bienestar mínimo, legislación familiar que apuntala sus derechos a
crecer sanos, protegidos por la familia o a falta de esta por las instituciones
del estado, su preparación para el bregar por la vida, hacen de esta isla
pequeña y utópica, una excepción, un paraíso para los niños.
Somos la nación con la más baja tasa de
mortalidad infantil en todo el continente americano, la enseñanza es
obligatoria hasta el noveno grado y la educación de los primeros años del
infante es la prioridad primera del
sistema de educación.
No tendremos grandes parques de diversiones
para los niños, pero la seguridad del niño cubano es sagrada, flagelo como el
secuestro de niños, tráfico de sus órganos, esclavización como mano de obra,
prostitución infantil, indigencia y abandono, son fenómenos que no existen en
Cuba, a pesar de sus precariedades e incluso de las nuevas miradas consumistas
de familias y ciudadanos que ven el bienestar humano en la acumulación de
bienes.