Palacio Salcine, en su cúpula La Fama, símbolo de la ciudad de Guantánamo
De
Guantánamo se puede decir, “tan cerca de Haití y tan lejos de La Habana”, por
aquello del olvido informativo y mediático de una provincia que pasan días y
días y Ud. no escucha mencionar nada relevante sobre ella; ve a los artistas y
personalidades, de todo tipo, ir y venir en giras nacionales “por todo el país”,
y esas comienzan en Santiago de Cuba o en Holguín, pero aquella parte del país
queda preterida supinamente.
No hablo por hablar, soy guantanamero, de esos
a rabiar, que sigue su equipo de pelota, aunque pierdan y pierdan y den más vergüenza
que espectáculo, de los que abre cada mañana en internet su periódico “Venceremos”
y ve pocas noticias del terruño y sí mucha réplica del fiambre noticioso de los
órganos oficiales.
Mi querido Guantánamo, al que vuelvo como
pelegrino fiel dos veces al año y busco en sus carteleras y calles aquello que
me hace sentir orgulloso de haber nacido allí, esas cosas no faltan, bella su
plaza “24 de febrero”, fundacional y funcional, sus calles llenándose y vaciándose
a determinadas horas, como latir de un corazón caliente, donde el sol es más
brillante, pero las calles están limpias, aunque tengamos las mismas
dificultades que toda Cuba; Guantánamo de una historia joven pero intensa,
nacida entre ríos al pie de las montañas que abrigan estas ciudad sin ahogarla,
cuna de ese Regino Boti, tan de su aldea que nunca se mudó de ella y desde ella
hizo su poesía, escribió historia, influyó en su tiempo y ahora no podemos
mostrar su casa con orgullo, porque está fea y es un triste rincón de la calle
Bernabé Varona, con unos vergonzosos alambres de púas delimitándolos.
Guantánamo, la vecina de Santiago, la de la
Base Naval en su bahía, la del municipio especial de Caimanera, a la que hay
que tener un “permiso especial para llegar”, Guantánamo, la ciudad del Guaso, changuicera
y bailadora, la de tantos que estamos lejos y pegados a ella, la ciudad
guajira, donde las “capillas” y los establecidos se miran al ombligo en gesto
pueblerino, la ciudad sin turismo, porque si pasan siguen de largo para
Baracoa, “la primada”, que se siente más hermanastra que hermana, pero que no
puede olvidar la cálida mano de la gente del Guaso.
A pesar de ello, yo amo esta ciudad preterida,
a la que seguiré llegando en silencio para recorrerla y recordar que allí nací,
allí me formé y allí, gracias a sus desamores, me hice fuerte.
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