En
su adorada Matanzas, hermosa, plena y cubanísima, cerró sus ojos una mujer
hermosa, atrevida, de esas que tomó la vida a bocanadas para disfrutarla plena,
esperando solo la felicidad de la reciprocidad y el amor de un pueblo que la
tendrá siempre en un lugar destacado de su cultura y su historia.
96 veranos con su pueblo, siempre con
permanencia junto a esa ciudad de culto crecida al oriente de La Habana, a
veces emulándola, otras trascendiéndola por la solidez de su cultura y sus
hijos, entre los que Carilda fue una hija sobresaliente.
Felices nosotros que hemos vivido su época,
disfrutado de su belleza y talento, para saber de ese vibrar desordenada de
quien seguirá provocando ese cálido herotismo de la insinuación elegante junto
a todas las virtudes de Eva.
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