José Martí, el preso 113
30 de agosto de 1870
Los días de prisión
del joven José Martí fueron momentos muy angustiosos para su familia, sus
padres desde sus temores fraternos intuyeron que aquel rebelde e inteligente
adolescente podía terminar comprometido en algo así.
La ciudad era un hervidero, los temidos
“voluntarios” españoles[1]
organizaban constantes desfiles como demostración de fuerza frente a la
población cubana, abundaban los allanamientos de viviendas y la muerte sumaria
de civiles en incidentes no aclarados.
Frente a ellos los “laborantes”[2]
habaneros hacían todo por la causa de Cuba Libre, mantenían un periodismo
clandestino, recaudaban dinero, medicina y avituallamiento para los que estaban
peleando por la independencia de Cuba.
Uno de ellos era este joven llamado José
Martí.
El 21 de octubre de 1869
fue detenido y conducido al vivac de la cárcel de La Habana, durante muchos
días su estoica madre fue a verlo, en otras ocasiones recibía cartas del hijo
bueno.
El 10 de noviembre de 1869 le escribe a su
madre, trata de tranquilizarla restándole importancia a la visita del fiscal, Capitán Florencio
Lanzas y Torres, pero en su tono y sus palabras va preparando a la angustiada
mujer, por lo que pueda ocurrir.
“Mucho siento estar
metido entre rejas; pero de mucho me sirve mi prisión. Bastante lecciones me ha
dado para mi vida que auguro ha de ser corta, y no la dejaré de aprovechar.
Tengo 16, y muchos viejos me han dicho que parezco un viejo…
“Es verdad que Ud
padece mucho pero también lo es que yo padezco más. ¡Dios quiera que en medio
de mi felicidad pueda yo algún día contarle los tropiezos de mi vida!”
En la misma carta hace a su madre un
comentario sobre sus criterios respecto que demuestran la gran confianza y afinidad
que existe entre madre e hijo:
“Esta es una fea
escuela, porque aunque viene mujeres decentes, no faltan algunas que no lo son.
Tan no faltan, que la visita de cuatro es diaria. A dios gracias el cuerpo de
las mujeres se hizo para mí de piedra. Su alma es lo inmensamente grande, y si
la tiene fea bien pueden irse a otro lado sus hermosuras. Todo conseguirá la
cárcel menos hacerme varias de opinión en este asunto”
El 4 de marzo de 1870 Martí es juzgado y
condenado y el 28 de agosto del mismo año envía la foto que ilustra estas líneas
a su madre acompañada de estas palabras que todos los cubanos conocemos:
Mírame, madre, y por tu amor no llores:
Si esclavo de mi edad y mis
doctrinas,
Tu mártir corazón llené de espinas,
Piensa que nacen entre espinas
flores.
Ese mismo día de agosto le envía otra copia
del mismo retrato a su amigo y compañero de causa Fermín Valdés Domínguez, a él
le escribe:
Hermano de dolor, no mires nunca
En mí al esclavo que cobarde llora;
Ve la imagen robusta de mi alma
Y la página bella de mi historia.
[1] El Cuerpo de Voluntarios,
era una organización paramilitar formada por españoles o descendientes de
españoles, sufragados por los poderosos comerciantes peninsulares radicados en
la isla y entrenados por el Ejército Español. Ellos tuvieron la tarea de
“mantener el orden en las ciudades” mientras se desarrollaba la insurrección de
los cubanos contra la corona
[2] Los laborantes eran los
cubanos que conspiraban activamente contra el gobierno colonial español y
hacían todo lo posible por apoyar a los insurrectos que peleaban en los campos
de batalla.
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