"Gitana Tropical"
Víctor Manuel
La fecunda década del veinte lo fue también
para las artes plásticas, por la gran renovación que se produjo en las diversas
manifestaciones de ella dentro de la isla. Un grupo de jóvenes estudiantes de
la Academia San Alejandro en La Habana, se rebela contra el conservadurismo y
el estancamiento de la enseñanza de las artes plásticas en Cuba, lo que
determinaba el atraso manifiesto de dichas artes. Ellos deciden ir contra los
viejos cánones y aprender lo nuevo de las escuelas europeas, principalmente la
de París donde se está produciendo las herejías más importantes de las artes
plásticas del momento.
El año
1924 puede señalarse como el año de inicio de estas inquietudes al viajar a
Europa algunos alumnos cubanos: Víctor Manuel, Abela, Gattorno, Pogolotti,
Carlos Enríquez, Amelia Peláez, Wilfredo Lam y Domingo Ravenet, entre otros,
van a Francia, a París, para conocer a los maestro de los “ismos”, desde
Cezanne a Picasso y a su regreso a Cuba son otros, revolucionan la pintura y
ponen en crisis la Academia. La reacción
de la escuela fue conservadora, le cierran los centros oficiales de enseñanza,
repudian sus innovaciones y no le permiten enseñar lo nuevo.
Entre tanto en La Habana trabaja Rafael Blanco
Estera, quien ha conseguido con sus dibujos una original forma de expresión.
Trabajando la sátira, Blanco se manifiesta como seguidor de la obra de
Francisco de Goya, William Hogarth y Honoré Daumier en el trabajo de las líneas
expresionistas que utiliza para crear un dibujo sarcástico de duro matiz
social, desconocido hasta entonces en Cuba. Es un precursor casi desconocido de
las renovaciones que se gestan en las artes plásticas de la isla. Sus dibujos
marcan un giro en el género en el ámbito nacional: escuetos, sobrios, con mucha
intensidad y economía de elementos, en el que “(…) el toque del pincel recuerda
la nerviosa maestría de los pintores calígrafos de China”[1]
El
Salón Anual de la Asociación de Pintores y Escultores de 1925 mostró ciertos
cambios en algunos expositores: Gattorno presentó una composición típicamente
cubista; Víctor Manuel concursó con un retrato y un lluvioso paisaje parisino
con cierto acercamiento al impresionismo.
Víctor
estaba recién llegado de Francia y se notaba en su pintura una marcada
influencia de Gauguin y Vanh Gogh y un colorido de predominio de los azules,
grises y verdes. Está lejos de mostrar la luz del trópico, que en sus cuadros
nunca estará.
Exponen
por primera vez Carlos Enríquez con el retrato de una muchacha sobre la hierba
y Eduardo Abela con una vista de las azoteas habaneras llena de la cálida luz
de la isla. Pese a estos artistas la exposición estuvo caracterizada por la
rutina y el convencionalismo de la pintura cubana del momento.
En 1922
llega a Cuba el periodista y crítico catalán Martín Casanovas y revoluciona el
ambiente cultural habanero, que ya estaba “inquieto y caldeado”. Se une al
movimiento minorista y se convierte en factor de unidad y fortalecimiento de la
izquierda de este movimiento intelectual. A su influencia se debe la creación
de la “Revista de Avance (1927)”[2]. En ella
colaboran prestigiosos artistas plásticos, tanto cubano como extranjeros:
Eduardo Abela, Carlos Enríquez, Víctor Manuel, Salvador Dalí, Juan Gris, Pablo
Picasso y George Grosz, entre otros. En
la revista se teoriza sobre la pintura, aparecen críticas y reseñas sobre el
tema, lo que influye en las artes plásticas cubanas del momento.
El
punto culminante de esta subversión fue la “Exposición de Arte Nuevo”
organizada por la revista y en particular por Martín Casanovas, hecho que
provoca una conmoción que pone fin al academicismo en la isla. La Exposición se
organiza en la sede de la Asociación de Pintores y Escultores, del 7 al 31 de
mayo de 1927, presentándose ochenta y dos obras.
Entre
los expositores aparecen, Eduardo Abela, Rafael Blanco, María Capdevila,
Gabriel Castaño, Carlos Enríquez, Víctor Manuel, Antonio Gattorno, María Josefa
Lamarque, José Hurtado Mendoza, Luis López, Ramón Loy, Alice Neel, Amelia
Peláez, Rebeca Peink, Marcelo Pogolotti, Lorenzo Romero, Alberto Sabas, José
Segura y Adia N. Yunkers.
Entre
los participantes en esta exposición muy pocos tenían una obra renovadora,
otros eran pintores menores y algunos extranjeros residentes en Cuba.
De
impacto de esta exposición dirá Martín Casanovas: “Caían muchos tabús y falsos
ídolos, se atentaba contra el retratismo ofiacialesco, los cuadros históricos
escenográficos y el paisaje litográfico, contra una escuela timorata sostenida
por el esnobismo republicano, y se polemizó agriamente. La Exposición de Arte
Nuevo constituyó una verdadera revolución, marcando el fin del academicismo y
los primeros pasos del realismo cubano afincado, no en la anécdota pintoresca o
los pretextos temáticos, sino en una emotividad causal y esencial”[3]
Los
artistas cubanos que habían tomado contacto con las escuelas renovadoras de
Europa miran al paisaje y al cubano de un modo nuevo. Primero desde la lejana
perspectiva de París y luego desde Cuba, redescubren lo cubano y su esencia.
Cada uno utilizó los instrumentos expresivos que consideró necesario para crear
su obra: post-impresionismo, cubismo, fauvismo, surrealismo, etc.
Cuba
vivía los difíciles día de la Revolución antimachadista y sus artistas jóvenes
revolucionaban su arte. Se había creado un público y entre los jóvenes pintores
surgían discípulos y continuadores de los pioneros renovadores. Durante la
década del 30, al abandonar el país muchos de los expositores de 1927, el
movimiento perdió algo de impulso, influido también por los acontecimientos
políticos y sociales, pero sí mantuvo cierta vitalidad impulsado esta vez por
el crítico de arte Guy Pérez Cisneros.
La gran
figura cubana de las artes plásticas de este período fue sin dudas Víctor
Manuel García Valdez (1897-1969) fue discípulo de Leopoldo Romañach en la
Academia San Alejandro, pero se levanta contra estos mismos preceptos
aprendidos en la academia y marcha a París en 1925 en busca de las técnicas y
la información desconocidas en su isla. Allí comprende que pese a la necesidad
de lo novedoso, los temas de su país, su paisaje, y su gente común son dignos
de ser llevados al lienzo.
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