martes, 19 de septiembre de 2017

LA RENOVACIÓN DE LAS ARTES PLÁSTICAS CUBANA (1925-1940)



"Gitana Tropical"
Víctor Manuel
La fecunda década del veinte lo fue también para las artes plásticas, por la gran renovación que se produjo en las diversas manifestaciones de ella dentro de la isla. Un grupo de jóvenes estudiantes de la Academia San Alejandro en La Habana, se rebela contra el conservadurismo y el estancamiento de la enseñanza de las artes plásticas en Cuba, lo que determinaba el atraso manifiesto de dichas artes. Ellos deciden ir contra los viejos cánones y aprender lo nuevo de las escuelas europeas, principalmente la de París donde se está produciendo las herejías más importantes de las artes plásticas del momento.
 El año 1924 puede señalarse como el año de inicio de estas inquietudes al viajar a Europa algunos alumnos cubanos: Víctor Manuel, Abela, Gattorno, Pogolotti, Carlos Enríquez, Amelia Peláez, Wilfredo Lam y Domingo Ravenet, entre otros, van a Francia, a París, para conocer a los maestro de los “ismos”, desde Cezanne a Picasso y a su regreso a Cuba son otros, revolucionan la pintura y ponen en crisis la Academia.  La reacción de la escuela fue conservadora, le cierran los centros oficiales de enseñanza, repudian sus innovaciones y no le permiten enseñar lo nuevo.
Entre tanto en La Habana trabaja Rafael Blanco Estera, quien ha conseguido con sus dibujos una original forma de expresión. Trabajando la sátira, Blanco se manifiesta como seguidor de la obra de Francisco de Goya, William Hogarth y Honoré Daumier en el trabajo de las líneas expresionistas que utiliza para crear un dibujo sarcástico de duro matiz social, desconocido hasta entonces en Cuba. Es un precursor casi desconocido de las renovaciones que se gestan en las artes plásticas de la isla. Sus dibujos marcan un giro en el género en el ámbito nacional: escuetos, sobrios, con mucha intensidad y economía de elementos, en el que “(…) el toque del pincel recuerda la nerviosa maestría de los pintores calígrafos de China”[1]
 El Salón Anual de la Asociación de Pintores y Escultores de 1925 mostró ciertos cambios en algunos expositores: Gattorno presentó una composición típicamente cubista; Víctor Manuel concursó con un retrato y un lluvioso paisaje parisino con cierto acercamiento al impresionismo.
 Víctor estaba recién llegado de Francia y se notaba en su pintura una marcada influencia de Gauguin y Vanh Gogh y un colorido de predominio de los azules, grises y verdes. Está lejos de mostrar la luz del trópico, que en sus cuadros nunca estará.
 Exponen por primera vez Carlos Enríquez con el retrato de una muchacha sobre la hierba y Eduardo Abela con una vista de las azoteas habaneras llena de la cálida luz de la isla. Pese a estos artistas la exposición estuvo caracterizada por la rutina y el convencionalismo de la pintura cubana del momento.
 En 1922 llega a Cuba el periodista y crítico catalán Martín Casanovas y revoluciona el ambiente cultural habanero, que ya estaba “inquieto y caldeado”. Se une al movimiento minorista y se convierte en factor de unidad y fortalecimiento de la izquierda de este movimiento intelectual. A su influencia se debe la creación de la “Revista de Avance (1927)”[2]. En ella colaboran prestigiosos artistas plásticos, tanto cubano como extranjeros: Eduardo Abela, Carlos Enríquez, Víctor Manuel, Salvador Dalí, Juan Gris, Pablo Picasso y George Grosz, entre otros.  En la revista se teoriza sobre la pintura, aparecen críticas y reseñas sobre el tema, lo que influye en las artes plásticas cubanas del momento.
 El punto culminante de esta subversión fue la “Exposición de Arte Nuevo” organizada por la revista y en particular por Martín Casanovas, hecho que provoca una conmoción que pone fin al academicismo en la isla. La Exposición se organiza en la sede de la Asociación de Pintores y Escultores, del 7 al 31 de mayo de 1927, presentándose ochenta y dos obras.
 Entre los expositores aparecen, Eduardo Abela, Rafael Blanco, María Capdevila, Gabriel Castaño, Carlos Enríquez, Víctor Manuel, Antonio Gattorno, María Josefa Lamarque, José Hurtado Mendoza, Luis López, Ramón Loy, Alice Neel, Amelia Peláez, Rebeca Peink, Marcelo Pogolotti, Lorenzo Romero, Alberto Sabas, José Segura y Adia N. Yunkers.
 Entre los participantes en esta exposición muy pocos tenían una obra renovadora, otros eran pintores menores y algunos extranjeros residentes en Cuba.
 De impacto de esta exposición dirá Martín Casanovas: “Caían muchos tabús y falsos ídolos, se atentaba contra el retratismo ofiacialesco, los cuadros históricos escenográficos y el paisaje litográfico, contra una escuela timorata sostenida por el esnobismo republicano, y se polemizó agriamente. La Exposición de Arte Nuevo constituyó una verdadera revolución, marcando el fin del academicismo y los primeros pasos del realismo cubano afincado, no en la anécdota pintoresca o los pretextos temáticos, sino en una emotividad causal y esencial”[3]
 Los artistas cubanos que habían tomado contacto con las escuelas renovadoras de Europa miran al paisaje y al cubano de un modo nuevo. Primero desde la lejana perspectiva de París y luego desde Cuba, redescubren lo cubano y su esencia. Cada uno utilizó los instrumentos expresivos que consideró necesario para crear su obra: post-impresionismo, cubismo, fauvismo, surrealismo, etc.
 Cuba vivía los difíciles día de la Revolución antimachadista y sus artistas jóvenes revolucionaban su arte. Se había creado un público y entre los jóvenes pintores surgían discípulos y continuadores de los pioneros renovadores. Durante la década del 30, al abandonar el país muchos de los expositores de 1927, el movimiento perdió algo de impulso, influido también por los acontecimientos políticos y sociales, pero sí mantuvo cierta vitalidad impulsado esta vez por el crítico de arte Guy Pérez Cisneros.
 La gran figura cubana de las artes plásticas de este período fue sin dudas Víctor Manuel García Valdez (1897-1969) fue discípulo de Leopoldo Romañach en la Academia San Alejandro, pero se levanta contra estos mismos preceptos aprendidos en la academia y marcha a París en 1925 en busca de las técnicas y la información desconocidas en su isla. Allí comprende que pese a la necesidad de lo novedoso, los temas de su país, su paisaje, y su gente común son dignos de ser llevados al lienzo.



[1] Jorge Rigol: “Apuntes sobre la pintura y el grabado en Cuba”. La Habana, 1973
[2]  Esta revista agrega a su título el año en que se edita
[3] Citado por Jorge Rigol en “La Pintura y el grabado en Cuba”

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