lunes, 18 de septiembre de 2017

ACADEMIA SAN ALEJANDRO: EL CONSERVADURISMO REPUBLICANO




Autor, Rafael Blanco Estera




Las artes plásticas cubanas  padecen en este primer período republicano (1902-1925) del mismo mal que  la sociedad cubana, la frustración y el estancamiento y la mirada mimética hacia un pasado colonial cercano, aunque  con  destellos de genialidad y rebeldía en algunas individualidades que romperán con el hacer de la academia decimonónica.

 Los artistas plásticos cubanos en las primeras décadas del siglo XX están influidos en su mayoría por el quehacer de la Academia de San Alejandro en La Habana, en la que poco se ha cambiado en este tránsito del decimonónico a la República. Los creadores están formados en la técnica del realismo romántico, apegado a la copia del natural y ajeno a las inquietudes estética que se producen en Europa, cuyos moldes más conservadores imitan.

 Los pintores cubanos de más prestigio trabajan básicamente para una élite conservadora que encarga sobre todo, retratos en poses prefijadas y cuando quieren decorar piensan en paisajes bucólicos de corte europeo o cubanos idealizados.

 La Academia de San Alejandro continúa formando pintores de tendencia clásica, dirigida es esta época por el cubano maestro Miguel Melero hasta su muerte en 1908. En el claustro de esta escuela sobresalen reconocidos artistas como Armando Menocal y Leopoldo Romañach, formadores de buena parte de los pintores de esta primera generación republicana.

 En 1905 el Ateneo de La Habana organiza dos exposiciones de pintura francesa que impactaron el ambiente artístico de la ciudad. Eran originales que abarcaba diversas tendencias, aunque ninguno de la vanguardia  plástica que para esta fecha revolucionara la pintura francesa y mundial. Obras de Paul Chabas, Gastón La Touché, Raffaelli y Jean Paul Laurens, entre otros eran los exponentes que dejaron una apreciable huella en el público y los artistas de la isla.

 El gusto por lo bello y el contacto directo con el arte francés, provoca un deseo de conocer más de cerca los centros artísticos de Europa, un sacudimiento entre los artistas, la intelectualidad y la élite consumidora, preocupados ahora por actualizarse con los modos de la «Belle Epoque», lo que trae consigo un mayor interés por el diseño, la publicidad y el dibujo. El mismo Ateneo de La Habana apadrina las primeras exposiciones de dos artistas cubanos relevantes: Rafael Blanco(1885-1955) y Conrado Massaguer(1889-1965), quienes en 1912 exponen sus dibujos y caricaturas con símbolo del despertar de los nuevos tiempos.

 La Academia de San Alejandro en un intento por mantener su predominio convoca, en el curso 1911-12, al Primer Concurso por el Premio Nacional de pintura que se otorgaría a quien reflejara de mejor manera el tema rural cubano. La escasa participación de obras, seis en total, da la medida del fracaso del concurso, aparte del ceñido tema que pretende alentar un malgastado tópico, el campo a través de la óptica idealizada de la élite, que solo quiere ver recodo de montes con predominio del palmar, arroyos murmuradores, bohíos idílicos y guajiros felices que juegan gallos, cantan décima y aman a su mujer. El premio fue para Armando Menocal, el pintor más representativo de esta pintura académica, oficial, clásica y bella donde no cabe lo feos, ni lo inoportuno, su obra, “Amanecer en el sitio”. Al año siguiente no se entregó el premio por el desinterés de los artistas.

 El gobierno republicano creó en 1918, un reglamento para otorgar becas de estudios artísticos, estableciendo que la misma se otorgaría por concurso de oposición. Estas becas eran por cinco años y consistían en pensión de cien pesos mensuales mientras se estudiaba en Madrid, Roma o París. Otras instituciones y organismo crearon becas con lo que se creó una corriente regular de artistas de Cuba en Europa.

 Otra secuela de este resurgir estético en la isla fue la preocupación por crear en La Habana un Museo Nacional que recopilara no solo las piezas de valor histórico, sino lo mejor de la creación artística del país. La iniciativa parte del periodista Mario Giral quien promueve la creación de esta institución desde las páginas del diario, “La Lucha” en 1910. La idea se concreta el 23 de febrero de 1913 al crearse por Decreto de la Secretaría de Instrucción Pública dicho museo que abrió sus puertas el 23 de abril del propio año en una vieja casona colonial de La Habana, teniendo como director al arquitecto Emilio Herrera.

 El Museo se convirtió en un almacén de algunas obras de arte, reliquias históricas y piezas de poco valor, todas guardadas y catalogadas de acuerdo a los conocimientos museológicos de la época, con muy poco apoyo oficial y una precariedad permanente que duró décadas.

 Otro estímulo para las artes plásticas nacionales fue la creación de la Academia de Artes y Letras en 1910, que acogía entre sus miembros a los mejores artistas e intelectuales del país y valora lo mejor de la creación artística de acuerdo a los cánones del academicismo predominante.

 Entre tanto el número de creadores plásticos crece, las inquietudes estéticas maduran al influjo de las exposiciones, la llegada de artistas extranjeros a la isla, el estudio en Europa de algunos pintores y escultores cubanos y la ampliación, aunque débil del mercado del arte en Cuba. Este es el ambiente en el que surge en 1915 la Asociación de Pintores y Escultores fundada por el pintor Federico Edelman Pintó. Esta organización tenía como premisa la organización anual de un Salón en el que expondrían los artistas cubanos y extranjeros de paso o radicados en la isla, a modo de estimular la creación en pintura y escultura, ampliada poco después a la caricatura.

 Ese mismo año de 1915 se convocó el primer Salón y a continuación el de los caricaturistas. El país acogió muy bien la muestra, la prensa divulgó el acontecimiento y reprodujo reseñas y críticas de forma asidua mientras duró la exposición, hecho que contribuyó a la educación de un público y sienta las bases para los  cambios que sufrirán las artes plásticas cubanas en la década del veinte. En los salones de la Asociación junto a los establecidos pintores del academicismo, expusieron figuras nuevas que enriquecieron las artes plásticas cubanas: Rafael Blanco[1], Conrado Massaguer, Víctor Manuel, Eduardo Abela, Juan José Sicre, Armando Maribona y otros muchos que harían época en Cuba.

 La Asociación aglutinó a un buen número de artistas, muchos de ellos jóvenes; organizó clases nocturnas, conferencias, (…) “valorizando la polémica y logrando el desarrollo de una crítica severa, pero justa y sincera, que fue orientando al público”[2]

 De esta pintura Jorge Mañach diría: “Un arte nuestro por la intención crítica y por los asuntos (…) una pintura de un cubanismo temático.”[3]


[1] Estudia en la escuela San Alejandro. Participa en numerosos salones y expone en el Ateneo de La Habana y en la Academia de Artes y Letras. En 1918 es pensionado por el estado cubano para realizar estudios en Nueva York; posteriormente viaja a México. Crítica aguda e intensa del contexto social, su amplia producción –que abarca pintura, dibujo, dibujo humorístico y caricatura- se caracteriza por una modernidad renovadora en los dos primeros decenios del siglo XX, por lo que se considera una figura precursora del movimiento de arte nuevo que se desarrolla a partir del segundo lustro de los años 20 en Cuba.
[2] Loló de la Torriente: “Imagen en dos tiempos”. La Habana, 1982
[3] Jorge Mañach: “La pintura en Cuba”. La Habana, 1924


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