viernes, 29 de septiembre de 2017

MARTI NO ES DE LA RAZA VENDIBLE




Corta fue la estancia de José Martí en la ciudad de La Habana tras su regreso a la misma en agosto de 1878 cuando terminada la Guerra de los Diez Años, la “Paz del Zanjón” permite a los deportados políticos el regreso a la isla. Esta no fue en principio la primera idea de Martí, según escribe a Mercado no quiere regresar a un país donde se le haría imposible vivir en cuanto conocieran cuáles eran sus ideales políticos.
  Desde el punto de vista político el ambiente habanero está saturado de las esperanzas de autonomía que  prometió España tras el término de la guerra, muchos en el país, principalmente intelectuales y personas  con intereses económicos que proteger, cifran sus augurios en la posibilidad de lograr para la isla un estatus similar a las provincias de la península, para lo cual crearon con la aprobación de la metrópoli el Partido Autonomista, al que se afiliaron de buena fe muchos cubanos.
 Pese a este ambiente reformista que encuentra en la ciudad, el Martí que regresa, es un hombre convencido de que España no hará concesiones a los cubanos y que el logro de los anhelos nacionales pasaban por la conquista de la independencia.
 La presencia de José Martí en La Habana trae aparejados nuevos compromisos para el joven patriota, la ciudad parecía indiferente a los males de la nación en aquel verano de 1878 cuando el vapor Nuevo Barcelona proveniente de Honduras los deja en el puerto habanero.
 José Martí escéptico en cuanto a estas esperanzas de reformas, mantuvo frente a la mayoría reformista su punto de vista independentista, conocedor de que las autoridades españolas jamás consentirían en darle la libertad a la colonia de la sacaban grandes ganancias.
 La presencia de José Martí en la ciudad fue muy bien acogida por sus coterráneos y principalmente por los grupos intelectuales criollos agrupados en los Liceos de Guanabacoa y de Regla, que lo hicieron miembro de ambas instituciones en las que tuvo una activa participación cultural.
 En el Liceo de Guanabacoa José Martí llegó a ser miembro de la directiva como secretario de la Sección de Literatura, que organiza las conocidas discusiones científico literarias sobre diversos temas en los cuales participó Martí.
 Otras oportunidades tuvo el Apóstol para el lucimiento de su oratoria erudita al hablar en el homenaje que el Liceo de Guanabacoa le ofreció al músico cubano Rafael Díaz Albertini. En sus palabras Martí resalta sus valores como artista y su pertenencia a una cultura forjada en esta tierra y de la cual se manifiesta orgulloso.  Esas  palabras marcaron una reacción airada del Capitán General de la Isla, Ramón Blanco,  a quien se le atribuye las siguientes palabras:
“Quiero no recordar lo que he oído y no concebí que se dijera delante de mí, representante del gobierno español. Voy a pensar que Martí es un loco, pero un loco peligroso”
 En otras ocasiones las palabras de Martí resonaron en el Liceo de Guanabacoa, una de ellas para rendir homenaje al poeta Alfredo Torroella, como él desterrado, que enfermo añoraba venir a la patria para morir en su suelo natal, hecho que no dejó de resaltar el joven ponente con un marcado sentido del amor a la tierra en la que se nace y los anhelos de redención que para ella quieren sus hijos.
  Fuerte es el vínculo de Martí con esta institución en la que fue presencia obligada, participando en sus tertulias y veladas, leyendo sus poemas, dando su criterio y cultivando la amistad de aquella buena gente que recordará siempre al apasionado joven preocupado por los problemas de Cuba.
 De igual índole fueron sus lazos con el Liceo de  Regla desde su fundación. Inaugurado el 10 de octubre de 1878, José Martí fue invitado a decir las palabras centrales de esa velada, que estaba evidentemente dirigida a conmemorar el décimo aniversario del alzamiento de los cubanos contra el dominio colonial. Su discurso dejó huellas entre los que presenciaron el acto, eran palabras mesuradas, llenas de símiles y recuerdos, guiadas a exaltar los valores culturales y patrióticos de los nacidos en esta tierra, hecho que le gana la simpatía de los gestores culturales de la idea, que muy pronto lo hicieron socio de la nueva institución como miembro de su Sección de Instrucción.
 Si el acercamiento de José Martí a estas instituciones, en las que permanecía vivo el ímpetu nacional, fue un modo importante para mantenerse vinculado a su pueblo; no lo es menos su constante presencia en la vida intelectual de la ciudad, invitado a tertulias, mítines, banquetes, reuniones literarias o simplemente invitado por las instituciones culturales.
 Es muy conocida su participación en el banquete en honor al periodista cubano Adolfo Márquez Sterling en el Hotel Inglaterra en el que argumenta su brindis por el amigo, el cubano, pero no por las ideas autonomistas en las que no creía.
 Se ha escrito mucho sobre sus esfuerzos por establecerse en la ciudad, ganarse la vida haciendo lo que había aprendido: trabajando en el magisterio o como abogado, carreras que había cursado en España, pero que sus necesidades económicas no le habían permitido comprar los títulos correspondientes. Basadas en estas carencias de títulos las autoridades de la isla le impidieron trabajar en algunas de estas carreras, haciéndole más difícil la estancia en La Habana.
 El fin último de las autoridades coloniales españolas era obligarlo a salir de Cuba ante el agobio económico que vivía; era un “peligroso” independentista que no desaprovechaba ocasión para dejar bien claro cuál es su criterio sobre el status colonial cubano y qué esperaba de sus compatriotas, muchos de ellos ilusionados por las promesas de autonomía para Cuba.
 Se sabe vigilado y su paso por la ciudad se mide por sus vínculos con otros separatistas, que lo invitan a reuniones e intercambian criterios que van forjando una comunidad de intereses en favor de la libertad de Cuba.
 Decidido y valiente se une al movimiento conspirativo que sucede al alzamiento de los orientales en agosto de 1879, en lo que la Historia de Cuba recoge como “La Guerra Chiquita”.
 Forma parte de la directiva conspirativa en La Habana y ante el evidente desafío las autoridades españolas deciden detenerlo el 17 de septiembre de 1879. Encarcelado recibe propuestas de las autoridades para hacer una pública dejación de sus ideas a cambio de su permanencia en el país, pero su intransigente respuesta de que “Martí no es de la raza vendible”, corta todo intento de entendimiento y finalmente es deportado a España.
  Muchos amigos acuden al muelle a despedir al rebelde joven, tiene 26 años, en su alma aprietan fuerte las penas de hombre: atrás quedan su esposa y su hijo, con menos de un año; sus padres sufren de nuevo al verlo detenido y desterrado y su pueblo de nuevo movido a la noble idea de ser libre y a quien el futuro no se le presenta nada favorable por las divisiones internas, las esperanzas de los autonomistas y el cansancio natural tras diez largos años de guerra. Para él la decisión es ya una convicción: Cuba debe ser libre.


jueves, 28 de septiembre de 2017

FÉLIX VARELA EN EL PENSAMIENTO DE JOSÉ MARTÍ




Para Martí, estar lejos de la patria fue un modo de acercarse a ella, de buscarla en el alma de los cubanos  que como él habían dejado la isla querida por estar en desacuerdo con el modo tiránico que se le gobernaba. Su estancia en el destierro le sirvió para escuchar con orgullo los relatos de los hombres y mujeres que vivieron los momentos gloriosos del 10 de octubre, de la Asamblea de Guaimaro o de las cargas al machete del Camaguey, con Agramonte a la vanguardia de la caballería legendaria. Eran cosas que le llenaban el corazón y la mente de orgullo, por el pueblo cubano y que sirvieron para reafirmar sus convicciones sobre la necesidad de la independencia de Cuba.

 En su exilio forzoso pudo conocer con más detenimiento la cultura forjada en el siglo XIX por esa vanguardia intelectual de la isla, leer sobre el pensamiento del Padre Félix Varela ese adelantado, “(…)que cuando vio incompatible el gobierno de España con el carácter y las necesidades criollas, dijo sin miedo lo que vio, y vino a morir cerca de Cuba, tan cerca de Cuba como pudo, sin alocarse ni apresurarse,  ni confundir el justo respeto a un pueblo de instituciones libres con la necesidad injustificable de agregarse al pueblo extraño y distinto que no posee lo mismo que (con) nuestro esfuerzo y nuestra calidad probada podemos llegar a poseer”[1]

 Era su preocupación mayor aquella admiración ciega de las clases pudientes criolla por ese vecino poderoso y advertía de forma clara y directa sobre el peligro de convertir aquella admiración en anexión.  Habla Martí de las simpatías anexionistas de algunos y les recuerdas que Félix Varela no quiso la anexión, pese a la admiración que sentía por lo que habían logrado los estadounidenses.

 Admiración y respeto es lo que siente Martí por el hombre de letras y el pensador adelantado, que por su visión anticipadora y la manera ágil y directa que tiene de enfrentar los grandes problemas de Cuba, con energía y firmeza, llega a la conclusión de que la solución estaba en la independencia; idea temida por los mismos burgueses criollos que alabaron al presbítero en su cátedra del Seminario San Carlos y lo eligieron posteriormente a las Cortes en 1821, y que en ese instante toman distancia del patriota sincero que al igual que Cristo previó esa deserción al expresar y escribió:

“(…) El deseo de conseguir el aura popular es el móvil de muchos que se tienen por patriotas, (…) no hay placer mayor para un verdadero hijo de la patria como el de hacerse acreedor a las consideraciones de sus conciudadanos por sus servicios a la sociedad; más cuado el bien de esta exige la pérdida del aura popular, he aquí el sacrificio más noble y más digno de un hombre de bien, y de aquí el que desgraciadamente es muy raro”

 En consecuencia con esa virtud y vocación de sacrificio de Félix Varela, José Martí dice en uno de sus cuadernos de apuntes: “El primero será siempre el que más desdeñe serlo”, una frase que bien puede calificar al cura precursor y a él mismo.

 Hombre de letras y rezos, de cultura enciclopédica, rompedor de cánones y prejuicios, Varela fue el hombre que abrió caminos en la mente de los criollos, cuando desde la cátedra de filosofía del Seminario San Carlos, abogó por la experimentación científica, la especulación investigativa, la enseñanza en español y la dignidad del hombre como patrón de conducta, sus ideas espantaron al liderato criollo, temeroso de perder sus privilegios en una lucha por la independencia.

 José Martí conoce las ideas de Varela, las tiene presente en los momentos que organiza un pueblo para conquistar la independencia y reconoce el sacrificio del que vio primero y más lejos al querer la emancipación de Cuba.



[1] Obras Completas Tomo 2: 96


miércoles, 27 de septiembre de 2017

CDR, UN EMBLEMA, UN PUEBLO




 
Tal vez a los “milenium”[1] cubanos no le digan mucho estas siglas, CDR[2], ni el patronímico “cederista”, derivado de estas siglas entrañables para los que tenemos sesenta y más…y no porque no hayan oído sobre esta organización de masas de la Revolución surgida en medio de la lucha contra la contrarrevolución armada y las agresiones directa del imperialismo norteamericanos, que fueron las motivaciones primeras de una organización crecida cuadra por cuadra, con ímpetu de masividad, querida por sus creadores y militantes, odiada por enemigos de la Revolución, por los lumpen de todo tipo que crecían y siguen floreciendo en los rincones más lejanos de la sociedad, pero amiga de sus miembros, de los vecinos que tenían en ella la primera mano amiga en la desgracia, el sostén del orden barrial, de la organización necesaria para que la convivencia no sea  un continuo chocar de intereses y egoísmos, para la ayuda altruista con el vecino y el más lejano, cuadra por cuadra, conocida y conocedora, consagradora del mérito ciudadano y juez de las malas conductas ciudadanas, así fueron los CDR de mi época cuando su autoridad era más palpable y su accionar más inmediato; sino porque en estas modas de hacer obsoleto lo que huele a viejo, quieran  subestimarla.
 Hay quien apuesta por hacer desaparecer la mayor organización de masas de la Revolución, por desarmarnos y dejarnos sin la herramienta más poderosa del pueblo, del cubano de a pie, del que sigue viviendo con el salario y el trabajo honrado, justamente porque los “expoliadores de nuevo tipo”, los que siempre viven al margen, los que necesitan el caos, quieren campear por nuestras calles que con orgullo siempre hemos dicho son DE LOS REVOLUCIONARIOS.
 FELICIDADES A MI ORGANIZACIÓN CEDERISTA EN EL 57 ANIVERSARIO DE SU CREACIÓN POR FIDEL UN 28 DE SEPTIEMBRE DE 1960, FELICIDADES A NOSOTROS MISMOS QUE SOMOS PARTE ACTIVA DE ELLA, LOS QUE LA NECESITAMOS PARA QUE CUBA SIGA SIENDO DE LOS CUBANOS HONESTOS Y TRABAJADORES.


[1] La generación de los nacidos en el siglo XXI
[2] Comités de Defensa de la Revolución