ÓLEO DE RAÚL MARTÍNEZ
Desde un primer momento estuvo claro para José
Martí que para organizar la Guerra Necesaria, los fondos solo deberían venir de
los cubanos honestos que querían la independencia y principalmente de su clase
humilde y trabajadora, porque constituían la base más sana para la nación.
Centavo a centavo con enormes sacrificios de
estos humildes hombres y mujeres que se ganaban el pan con el sudor de su frente,
más la contribución de otros muchos cubanos honestos y de economía desahogada
que pusieron su bolsa al servicio de la causa de Cuba, se levantaron los fondos
necesarios para comprar las armas y el avituallamiento para reiniciar la guerra.
A José Martí el gobierno de los Estados Unidos
no le proveyó de un solo centavo, por el contrario, hizo todo lo posible porque
fracasa la revolución independentista y cuando tuvo pruebas suficientes,
incautó todo el material bélico comprado por los revolucionarios en enero de
1895 y que ya estaba listo para embarcar junto a los principales líderes
cubanos.[1]
Si
algo fiscalizó personalmente Martí fue la procedencia de cada centavo para la
Revolución que el organizaba y estaba
muy claro de que era muy peligroso hacer “deudas de gratitud” con los poderosos,
tanto gobiernos como personas.
Tras la incautación del material de guerra y
la publicación por la prensa estadounidense de lo que preparaban los emigrados
cubanos, el prestigio político de José Martí creció entre sus compatriotas, que
no tenían noticias del esfuerzos que llevaba a cabo para reiniciar la lucha por
la independencia, fue un momento triste y tenso para Martí, pero el fervor de
las bases revolucionarias de la emigración le hicieron recobrar fuerzas y
seguir con los planes conspirativos, porque en Cuba miles de cubanos esperaban
por el anhelado reinicio de su Revolución Independentista.
[1] Este
movimiento conspirativo es conocido en la historia de Cuba como Plan de La Fernandina,
por el puerto floridano donde estaban atracados los tres vapores que llevarían
a Martí, Gómez y Maceo a Cuba.
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