Juan Gualberto Gómez, organizador del alzamiento del 24 de febrero como delegado en Cuba del tarido revolucionario Cubano
Hace
122 años (1895), era domingo de carnaval en Cuba, según las tradiciones
coloniales de la época, ese día cientos de cubanos, fundamentalmente de la
región oriental de Cuba, salieron de los poblados y los campos dispuestos a
cumplir su compromiso histórico de reiniciar la guerra por la independencia,
que las debilidades políticas, el regionalismo marcado de muchos y los intereses
económicos de otros, habían hecho terminar en 1878 en un pacto bochornoso con
los opresores, donde solo se consiguieron
promesas y no los objetivos básicos de aquella Revolución, iniciada por Carlos
Manuel de Céspedes en 1868.
Fue el Mayor General Antonio Maceo, negro
libre y digno, quien alzó su voz para denunciar el ominoso pacto y aunque no
pudo en aquellos momentos continuar la lucha por la libertad de Cuba, dejó bien
en claro que él no se sentía comprometido con aquel pacto y que volvería a la
lucha en cuanto las condiciones estuvieran creadas para ello.
En ese entre guerra (1878-1895), creció el
liderazgo de José Martí, preclaro hijo de Cuba que perfeccionó la estrategia
para reiniciar la guerra por la
independencia de Cuba, a sabiendas que era el único camino para la libertad.
Para ello movilizó a todos los que luchaban por la misma idea, unificó a los
viejos jefes mambises y la nueva generación de cubanos, con el fin ya no solo
de ser nación independiente sino lograr una República “Con todos y para el bien
de todos”, principio en el que basó la formación del Partido Revolucionario
Cubano y la organización de una guerra “justa y necesaria”, no contra el
español como pueblo sino contra la opresión de cuatro siglos que hacían a Cuba
y Puerto Rico el remanente colonial en América a fines del siglo XIX.
A su convocatoria respondió una vanguardia
aguerrida, gente de pueblo anhelante de libertad y ese 24 de febrero de 1895 se
levantaron partidas revolucionarias en Baire (Santiago de Cuba), La Confianza
(Guantánamo), Bayate (Granma), así como grupos menores en Ibarra, Matanzas y
Aguada de Pasajero, liderados por Juan Gualberto Gómez, el revolucionario
irreductible que pocos días después fue detenido y deportado a Ceuta.
Los orientales consolidaron su movimiento y
mantuvieron en jaque a las fuerzas españolas hasta la llegada en abril de 1895
de los grandes jefes de la Revolución, Antonio Maceo, Máximo Gómez y José
Martí, junto con otros avezados oficiales veteranos de la Guerra anterior. Fue la
clarinada de la Revolución de Martí la que estaba destinada no solo a lograr la
separación de España, sino impedir la
anexión de Cuba a los Estados Unidos y el logro de una sociedad justa y
equitativa.
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