jueves, 20 de diciembre de 2018

¡MACANAZO, NO JONRÓN, CON BASES LLENAS, EN PALABRAS DE MARTÍ!



Autor: Raúl Martínez
Para nuestro pasatiempo nacional ayer 19 de diciembre de 2018 fue un día importante, las famosas “Grandes Ligas de Beisbol” acaban de ponerse de acuerdo con la Federación Cubana de Beisbol sobre las condiciones para que el cubano retorne “legalmente” al juego de la Gran Carpa, felicidades para todos, es un triunfo de la dignidad cubana y una forma de respeto al “beisbol de mayor tradición y resultados en el Caribe y América Latina”, por eso traigo un escrito que hice hace unos meses sobre las incursiones que en el periodismo deportivo y en particular en el beisbol tuvo nuestro José Martí:
Por estos día de semifinal de seis  en la pelota cubana cuando las pasiones por la pelota crecen en Cuba, vienen a mi mente los modismos adoptados por los cubanos desde finales del siglo XIX para nombrar a este juego que no lo inventamos nosotros, pero que está en nuestra idiosincrasia con tal fuerza que ya hasta hemos querido ver su origen en el juego con pelota que practicaban de modo ritual los aborígenes de la isla, sin tener en cuenta que no se bateaba, ni había bases, ni un terreno delimitado, como si lo tiene otros deportes con pelotas de raíces europeas y devenido en la base de “base boll” ese que luego se transformó en “beisbol” y que para todos los cubanos es LA PELOTA.
 Aún hoy la mayoría de los vocablos del juego de pelota son los propios del inglés, HIT es el golpe limpio a la bola que nadie puede coger, pero en Cuba puede ser un “incogible”, “imparable” o simplemente ¡Ji!, que es como suena al oído del parlante criollo.
 Las bases en el beisbol son cuatro, las tres primeras numeradas en los ángulos de un cuadrado, que empieza y terminan en el “HOME” un pentágono de madera incrustado en la cuarta esquina y que es la meta anhelada de todo jugador de beisbol cuando estás a la ofensiva.
Para los cubanos la Primera, es solo eso, pero la segunda puede ser “la intermedia” y la tercera, la “esquina caliente”, por la cantidad y solidez de batazos que por ahí se dirigen; y el home en la “goma” en el centro de los dos cuadrados de cal que delimitan la zona de bateo de los atletas a la ofensiva.
 Hay un batazo que es, a no dudarlo el que todos quieren dar, el jonrón, “vuela cerca”, “bambinazo”[1], que le permite al bateador corredor darle la vuelta al cuadro, todo un espectáculos, más emocionante que el “GOL” y decididamente la jugada que más quiere hacer un pelotero.
 Quiero traerle una cita martiana acerca de este “juego nuestro”, allá a finales del siglo XIX, cuando él pudo presenciar partidos de beisbol, de aquellos tiempos románticos en que el atleta era un héroe y no una mercancía:
«Ni los juegos de pelota han interesado tanto este año, aunque hay peloteros que han dejado la universidad para pelotear como oficio, porque como abogados o médicos, los pesos serían pocos y les costarían mucho trabajo, mientras que por su firmeza para recibir la bola de lejos, o la habilidad para echarla de un macanazo a tal distancia que pueda, mientras la devuelven, dar la vuelta el macanero a las cuatro esquinas del cuadrado en que están los jugadores, no sólo gana fama en la nación, enamorada de los héroes de la pelota, y aplausos de las mujeres muy entendidas en el Juego, sino sueldos enormes, tanto que muchos peloteadores de éstos reciben por sus dos meses de trabajo, más paga que un director de banco, o regente de universidad, o secretario de un departamento en Washington. »(337)[2]
 Junto a la crítica oportuna por la profesionalización del deporte, la originalidad de llamar MACANAZO al jonrón, un cubanismo beisbolero muy martiano por aquello de la semejanza del bate de beisbol con la macana de los aborígenes cubanos, es un aporte criollísimo de nuestro Apóstol que hoy suena más fuerte y rotundo por el MACANAZO que contra el bloqueo ha logrado la Federación Cubana de Beisbol.


[1] Ahora los amantes de lo anglófono quieren llamarlo “Gran Slam”!!!!!
[2] La Nación. Buenos Aires, 25 de agosto de 1888 .Tomo 13. Obras Completas de José Martí. 1975


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