La figura de Fermín
Valdés Domínguez es muy conocida para los cubanos, relacionado con la vida de
nuestro Héroe Nacional José Martí de quien fue entrañable amigo y compañero de
lucha en aquellos años fecundos en los que se lucha por la independencia de la
isla del yugo español.
Visto casi siempre a la sombra de la gran
figura que fue José Martí su biografía queda entre el claro oscuro de las
generalizaciones y el temor a su modo de enfrentar las contradicciones de su
tiempo y la frustración de los ideales de independencia y justicia social
proclamados por Martí y honrados por los más preclaros seguidores del Apóstol,
entre los que estaba Fermín.
Es poco divulgado su quehacer periodístico que
tuvo su primer momento en la década de los ochentas del decimonónico cuando
publicaba en la prensa artículos de
divulgación científica médica que tuvieron una repercusión importante dado su
nivel de información y modo de escribir.
De ese período son las publicaciones más antiguas que hemos encontrado
de Valdés Domínguez, correspondiente a sus colaboraciones con el periódico “El
Liberal de Colón”, Matanzas, donde aparece su artículo, “El primer beso y
los primeros dolores”(mayo, 1884), en el que hace gala de sus conocimientos
clínicos de higiene y epidemiología pediátrica:
“Misión de consuelo es
la medicina; nadie como la madre sabe apreciar lo que esta le brinda, y es esto
así porque en ellos ven asegurado algo que estiman más que a sus vidas: la de
sus hijos. A ellas pues dedico los pobres esfuerzos de mi escasa inteligencia”[1]
Otros trabajos suyos sobre temas
pediátricos fueron: “La madre y el médico”, “Un caso de tétano infantil” y
“El cuarto del niño enfermo”[2],
entre otros.
De regreso a La Habana
a medido de 1885 desarrolla una activa colaboración con la prensa de la ciudad,
primero como divulgador científico, destacándose como higienista y luego
incursionando en otros temas de carácter social.
En la prensa de la ciudad se publican sus
trabajos científicos referidos a las enfermedades que más afecta a los obreros
tabacaleros: “Causa de algunas enfermedades de los obreros elaboradores del tabaco”
y “Contribución al estudio de la etiología de la tuberculosis”[3]
Este último trabajo le valió su
admisión como miembro titular de la
Sociedad de Estudios Clínicos de La Habana
(1886) y su nombramiento como miembro del Consejo de Redacción de la Revista Crónica
Médico-Quirúrgica de La
Habana.
Estos artículo son
considerados por los especialistas cubanos precursores de los estudios sobre
higiene del trabajo en Cuba, dado el conocimiento que tenía de los principios
defendidos por la escuela de Higienistas
Catalanes, una de las precursoras en el mundo de estos estudios en el siglo XIX
y la que conoció durante sus estudios en España.
En su artículo sobre las enfermedades más comunes de los tabaqueros,
Fermín revela una franca simpatía por los trabajadores manuales:
“No se esconden para
el médico los dolores y las miserias que sufren nuestros nobles obreros, esos
hijos del trabajo que son los mantenedores del progreso y el bienestar de los
pueblos que viven triste vida de penas físicas y morales y mueren como héroes
cambiando sus débiles cuerpos por un pedazo de pan con que alimentar a sus
pobres hijos.”[4]
El 8 de julio de 1886
presenta su trabajo de ingreso como miembro titular de la Sociedad de Estudios Clínicos de La Habana: "Contribución
al estudio de la etiología de la tuberculosis", que aparece en el
libro tercero de actas de la
Sociedad, folio 29. En este trabajo Valdés Domínguez abunda
sobre sus planteamientos hechos en el artículo anterior y trata de probar que
la posición forzada que son obligados a adoptar los obreros tabacaleros es una
de las causas predisponentes más importantes de la tuberculosis pulmonar en
ellos.[5]
El autor se fija sobre
todo en la actitud viciosa que toma el cuerpo, que a largo plazo produce
semiatrofia de ciertos músculos torácicos por inmovilidad y como consecuencia
compresión pulmonar. Incluye cuatro de sus observaciones clínicas y finaliza
proponiendo la modificación de las mesas de trabajo[6]
El 2 de septiembre de 1886 aparece un nuevo
trabajo de Fermín dirigido esta vez a exponer el resultado de tratamiento del
tétano infantil: "Tétanos infantil.
Curación. Apuntes para una observación clínica", en el que expone los
alentadores resultados obtenidos en la curación de una enfermedad por lo
general mortal en niños recién nacido y provocado por la infección del ombligo.
El 14 de octubre de 1886 presenta
Valdés-Domínguez su último trabajo ante la Sociedad de Estudios Clínicos de La Habana, "Enfermedades
de origen bacteriano" que se publica en la revista Crónica
Médico-Quirúrgica de La Habana, es un estudio de mucha importancia pues se
sitúa entre los primeros trabajos sobre
bacteriología en Cuba.
La sección “Folletín” del diario
“El País” publicó muchas colaboraciones de Fermín Valdés Domínguez,
entre 1885 y 1886, bajo el seudónimo de Abdallach,
en ellas escribe de variados temas: crítica literaria, cultura y ciencias;
muchas de estas colaboraciones
reproducidas por los periódicos Diario de Matanzas y Liberal, de
Colón, lugares donde era conocido por su trabajo como médico.
En octubre de 1885 Fermín critica las actividades del poeta José Fornaris, por
lo que el cree es una falta de patriotismo y causa de desinterés de la juventud
cubana por las cosas “serias”. Lo acusa de ser el instigador del “Círculo
Habanero”, institución de educación y recreo que define como lugar de “juegos y
de bailes”.
Colaboró con el Diario de la
Tarde, en 1886, con un artículo sobre Tristán Medina y
una crónica titulada “Montoro en Jesús del Monte”. Ese mismo año aparece
en el periódico La Unión
su crónica homenaje a Rosalía de Castro Murguis, eminente poetisa gallega y la
reseña del acto de homenaje que se le rindió en La Habana en el que se leyeron
poemas de Rafael María de Mendive y usó
de la palabra Rafael Montoro.
En 1887 inicia una valiente
campaña para reivindicar la inocencia de los jóvenes estudiantes de medicina
fusilados en 1871 utilizando principalmente las páginas del periódico La Lucha.
La campaña reinvindicadora de Fermín lo hacen una persona muy conocida y
popular en los medios intelectuales habaneros, donde se le solicita con más
asiduidad para dictar conferencias, usar de la palabra, presidir actos de
beneficencia, políticos y de otra índole.
En medio de estas actividades
Fermín Valdés Domínguez funda junto con Antonio Zambrana el periódico El Cubano, aprovechando su popularidad y
el prestigio alcanzado en los círculos
autonomistas habaneros; el financiamiento lo encontrará entre los poderosos
intereses que estos tenían en la ciudad,
aunque en sus páginas Fermín se atuvo a la corriente más liberal del
autonomismo ganando adeptos y simpatizantes entre las clases medias y más
humildes.
La línea editorial de este
vespertino era la defensa de las ideas autonomistas, las virtudes del cubano para el autogobierno
dentro de la monarquía y la exaltación patriótica de los méritos nacionales.
Hay en el periódico una marcada simpatía por los trabajadores manuales y de
defensa de los intereses de Cuba.
Tras unos meses al
frente de este periódico Fermín comienza
a notar la actitud colaboracionista de la cúpula del Partido Liberal
Autonomista, y la pasividad de los diputados a Corte por este partido al
plegarse a las presiones del Ministro de Ultramar y la bancada integrista en
cuanto a las aspiraciones de reforma de los autonomistas. Ante esta
situación decide renunciar a la
dirección del periódico El Cubano.
En carta dirigida a
Ricardo del Monte, director del principal diario autonomista de la isla, El
País y fechada el 2 de julio de 1888 le expresa sus razones:
“(...) Yo no
quise romper con los hombres de mi partido y dejé la dirección de mi diario
esperando el día en que mis predicaciones se vean cumplidas, y en que todos
escribamos inspirados tan solo en el amor de nuestra patria y sin sujetarnos a
la voluntad de los ministros españoles: muy dados a ofrecer, pero nunca
dispuestos a salvar nuestra angustiosa vida política económica (...)”[7]
Era una posición vertical que lo
llevó al alejamiento de la vida intelectual habanera y a refugiarse en la
lejana ciudad de Baracoa, en la que continuó su labor de médico, periodista y
sobre todo de conspirador por la independencia de Cuba.
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