miércoles, 19 de diciembre de 2018

LA HABANA 500



 Así la vio René Portocarrero

El tiempo andando
Se pobló la del puerto de la Carena
Que ahora se llama la de la Habana
Bartolomé de las Casas

El 16 de noviembre fue el cumpleaños 499, corren ya los días para el 500 en que la capital cubana, esa ciudad que a pesar de su nombre masculino, San Cristóbal de La Habana, sigue mostrándonos a través del tiempo que es una hermosa mulata sentada al pie del mar, confabulada con Yemayá y Ochún, las hermosas orichas de las aguas; una del mar, Yemayá, la otra de los ríos placidos y sensuales de nuestra tierra.

 Esta ciudad negada a envejecer celebra su aniversario fundacional el día en que se dijo la primera misa en el caserío primigenio junto a la bahía, 16 de noviembre de 1519, aunque desde 1515  Diego Velázquez  la funda, posiblemente junto a la desembocadura del río Hondo, en las costas sureñas de Batabanó, las duras condiciones ambientales hicieron necesario el traslado hacia la costa norte a orillas del río Casiguagua (Almendares), hasta encontrar su asiento definitivo en la abrigada bahía de Carenas, a donde vino a parar enamorada del ajetrear de conquistadores  y navegantes, soñadores de riquezas, aventureros sin fortunas, románticos y ambiciosos que por más de cuatro siglos recalaron en la abrigada bahía que mira al golfo de México.

 Esta ciudad coqueta y encantada ha tenido siempre un bardo para cantar sus  bondasdes, reflejar sus aromas y enaltecer sus virtudes citadinas, así la vio Plácido[1] en sus versos dedicado a la fuente de La India, “Mirad la Habana allí color de nieve,/Gentil indiana de estructura fina,/Dominando una fuente cristalina,/Sentada en trono de alabastro breve”; otro poeta del decimonónico José Silverio Jarrín, la admira desde las lomas que circundan la bahía, “¡Cuán bella luces, opulenta Habana, /Desde la árida cumbre de esta loma! / ¡Cómo te tiñe el sol que asoma / Con el vivo arrebol de la mañana!”

Nuestro José Martí dirá de su ciudad recordando su regreso en 1878: “Vinieron luego para la Habana noches venturosas., ¿Cuándo no lo son las literarias?... La cultura reemplazó a la cólera; al patio airado, salón elegantísimo; a la noche del vasto coliseo, las noches de la feliz Guanabacoa; a las increpaciones de la pasión, murmullos siempre gratos blandas y dulcísimas pasiones”[2]

  Ellos y otros muchos en estos tiempos de La Habana se acercaron a la ciudad multiplicada, buscando la manera de tenerla un poco, ella que de sensual y bullanguera puede presumir en su gente, aunque también de orgullosa.

 Para mi gusto fue Fayad Jamis, ese moro cubanísimo que pintó poesías y rimó colores, quien nos regaló el mejor poema a la ciudad, titulado “Si no existieras” escrito en 1984:

Qué sería de mí si no existieras,
mi ciudad de La Habana.

Si no existieras, mi ciudad de sueño
en claridad y espuma edificada,
qué sería de mi sin tus portales,
tus columnas, tus besos, tus ventanas.

Cuando erré por el mundo ibas conmigo,
eras una canción en mi garganta,
un poco de tu azul en mi camisa,
un amuleto contra la nostalgia.

Y ahora te camino toda entera,
te vivo hasta la madrugada,
soy el viento en tus parques y rincones,
soy ese sol que te acaricia el alma.

Ciudad de mis amores en el polvo,
bella ciudad de podredumbre y alas,
en ti nací realmente un mes de enero
cuando golpeó en tu pecho la esperanza.

Si viví un gran amor fue entre tus calles,
si vivo un gran amor tiene tu cara,
ciudad de los amores de mi vida
mi mujer para siempre sin distancia.

Si no existiera yo te inventaría
mi ciudad de La Habana



                                            





[1] Gabriel de la Concepción Valdés

[2] Obras Completas Tomo V Pág. 86


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