En ocasión de la
edición 40 del Festival de Nuevo Cine latinoamericano quiero traer a mis
lectores un breve resumen de la actividad del cine nacional en una época muy difícil
para la Cultura nacional. Este fragmento forma parte de un trabajo mayor sobre
la Cultura Cubana en la Revolución que hace bastante tempo este amigo vuestro
tiene engavetada, a la salud del bien cine brindamos, siempre que la memoria
sea siempre parte de su legado:
“La gran suerte del cine cubano es haber
tenido una institución propia para la creación y fomento del cine nacional, sin
tener que ver, al menos directamente con las autoridades de cultura del país,
esto hizo posible que pese a las difíciles circunstancias que rodearon a la
creación en general durante la década del 70, el balance creativo para el ICAIC
y la cinematografía cubana es positivo.
““El ICAIC mantuvo
siempre una posición consecuente, pero no podía escapar de esas condicionantes,
ni destronar por sí solo el populismo que hacía ola en aquellos años”[1]
“Esta posición hizo
posible que el ICAIC bajo la dirección de Alfredo Guevara, acogiera a figuras
“incómodas” por sus posiciones críticas
o diferentes ante los acontecimientos que estaban sucediendo en el país, Víctor
Casaus, Luis Rogelio Nogueras, Jesús Díaz o los músicos que conformaron el
grupo de Experimentación Sonora del ICAIC.
““Al cine
concretamente el Congreso[2]
pidió literalmente “la continuación e incremento de películas y documentales
cubanos de carácter histórico como medio de eslabonar el presente con el pasado
y plantear diferentes formas de divulgación y educación cinematográfica para
que todo nuestro pueblo esté en condiciones de ser cada vez más un espectador
activo y analítico ante las diversas manifestaciones de este importante medio
de comunicación””[3]
“Las directivas del
Congreso de Educación y Cultura influyeron en el empobrecimiento paulatino del
cine de esa década, primero con una disminución del ritmo de producción de
películas y luego con la aceptación a priori del encargo social que deja poco
margen a la creación artística y el debate.[4]
“Se hace un cine en el que predominan los
filmes de temas históricos: “Una pelea
cubana contra los demonios” , “Los días del agua” “El extraño caso de Rachel K
, “El otro Francisco”, “Cantata de Chile” , “Mella”, “Mina viento de libertad”,
“Rancheador”, “La tierra y el cielo” , “La última cena” “El hombre de Maisinucú”, “Ustedes tiene la
palabra”, “El Brigadista”, “Patty Candela” y “Río Negro”. “En ese período lo básico era “(…) rescatar la historia, rescatar
nombres, hechos situaciones que no habían tenido jamás una presencia en imagen”[5]
“El cine de autor
siguió marcando la pauta de calidad de la cinematografía cubana
fundamentalmente por la presencia creativa de figura como Tomás Gutiérrez Alea,
Humberto Solás, Sergio Giral, Octavio Cortazar así como Santiago Álvarez en el
capítulo de los documentales y de los noticieros Latinoamericanos ICAIC,
quienes produjeron obras de gran calidad y que tenían a la sociedad cubana como
su protagonista y a la historia como tema.[6]
“Tomás Gutiérrez Alea
filma en esta década obras como, “Una pelea cubana contra los demonios” (1971),
“La última cena” (1976) y “Los sobrevivientes” (1979) piezas que siguen la
línea de la temática histórica, pero sin concesión al panfleto y al facilismo y
con la maestría de conducción de actores. Que siempre le caracterizó.
““Una pelea cubana…” es una película hecha en
circunstancias muy difíciles, “(…) una de las más audaces películas cubanas en
cuanto al lenguaje, puesta en escena, dirección de actores, concepción plástica
(…) una de las películas que define mejor la realidad cubana todavía hoy (…)”[7]
“Humberto Solás abre este período con una
película filmada en 1969, pero que no fue vista hasta una década después, “Un
día de noviembre”, filme de reflexión sobre la contemporaneidad cubana que
llegó en medio de la parálisis de ortodoxia y el síndrome de la conveniencia o
no conveniencia de la obra de arte para el “momento histórico”. “La película no
era cuestionadora pero sí demasiado amarga para el clima triunfalista que se
vivía. “La muerte de Esteban era una alegoría sobre la caducidad y desaparición
de un mundo (…)”[8]. Otra obras suyas en
esta década fue, “Cantata de Chile” (1975) basada en la lucha de los mineros
salitreros de Iquique.
“Aunque algunos
críticos señalen el poco acercamiento a la contemporaneidad cubana de los
cineastas de esta época, la realidad es que se hicieron pocos pero muy significativos
filmes con esta temática. Tal vez la más mencionada y revelador sea, “De cierta manera” filmada por Sara Gómez
y editado por Tomás Gutiérrez Alea e Iván Arocha, por la repentina muerte de su
directora. La obra insiste en un tema que inquietaba a Sara Gómez, las
relaciones humanas en las difíciles circunstancias de los cambios sociales que
vive el país, tocando elementos como la marginalidad, la racialidad, la crisis
ética del individuo y su apego a costumbres ancestrales. “Ustedes tiene la
palabra” (1974) con dirección de Manuel Octavio Gómez y guión de Jesús Díaz,
hace un importante acercamiento crítico a la realidad, al poner ante el
espectador un drama cotidiano en el que un colectivo de trabajo hace un juicio
crítico de su realidad ante un hecho delictivo y “Retrato de Teresa” (1979) de Pastor Vega rastreando otra zona de
la realidad cubana del momento, la búsqueda de la mujer de un lugar en la nueva
sociedad cubana, con actuaciones memorables de Deisy Granado y Adolfo Llauradó.
“La documentalística cubana gana en estas dos
primeras décadas de Revolución un alto prestigio en el mundo, tanto por ser
cronista de los cambios sociales que se producen en Cuba y las luchas de los
pueblos por su liberación nacional, sino por su estética innovadora, apego al
compromiso social y a la mirada crítica de sus creadores, así como capacidad
para trasmitir ideas de permanente vigencia. Es algo reconocido que creando
documentales se formaron muchos de los mejores directores de cine cubano y que
algunos continuaron incursionando en esta temática, como fueron los casos de
Tomás Gutiérrez Alea, Humberto Solás, Octavio Cortazar y Enrique Pineda Barnet,
entre otros.
“Pero el magisterio
en el documental cubano de esta época lo
desarrolla Santiago Álvarez, hombre de comprometida
militancia revolucionaria y que hace de este género un modo de hacer arte
militante, comprometidos con la causa de los pobres de la tierra. La década del
70 será testigo de su quehacer de madurez, primero en el Noticiero ICAIC,
reconocido hoy en su conjunto como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO y también con sus
crónicas documentales sobre los acontecimientos de más trascendencia de la
década, en Cuba y en el mundo: “Cómo,
por qué y para qué se asesina a un general” (1971), sobre el asesinato del
General Pratt por la derecha chilena; “De América soy hijo y a ella me debo”
(1971), sobre el periplo de Fidel por Chile, Perú y Ecuador; “Y el cielo fue
tomado por asalto”, con Fidel como protagonista en su viaje por países de
África y la Europa
del Este;“ Los cuatro puentes” (1973) en el que queda reflejada la visita de
Fidel al frente de guerra en Vietnam del Sur; “Abril de Vietnam en el año del
Gato” (1975), sobre la guerra de liberación en ese país asiático; en 1976 filma
los documentales, “Nadie impedirá la lluvia”, “Luanda ya no es de San Pablo” y
“Maputo, Meridiano Novo”, los tres dedicados a la descolonización de los
territorios portugueses en África. Otro conflicto que no dejó de reflejar en
sus documentales fue la llegada al poder del “khemer rojo” en Cambodia y sus
barbaries cometidas contra sus vecinos y su propio pueblo, de esa tragedia
queda su impactante obra, “Experimento macabro” (1979).
“Un documental de
fuerte impacto en la sociedad cubana del momento lo fue “55 hermanos” (1978)
obras dirigida a reflejar la visita del primer grupo de jóvenes
cubano-americanos y que muestra con objetividad y belleza el impacto emocional,
tanto en ellos como en el pueblo cubano de este encuentro de carácter realmente
histórico y con fuerte influencia en acontecimiento posteriores en el país.
“En 1972 el ICAIC se propone enfatizar en la
producción de dibujos animados infantiles cubanos cuya presencia era
minoritaria en el cine y la televisión del país. Las propuestas partían de una
encuesta de gustos y preferencias del niño cubano y de un trabajo por llevar
temas educativos, históricos, culturales y de asuntos generales, con amenidad y
calidad estética. En esta primera etapa sobresalen los trabajos de Mario Rivas
(“Feucha” (1978), Tulio Raggi (“El pájaro prieto” (1976) y “Cocuyo ciego”
(1979) y Juan Padrón que da a conocer los primeros cortos de Elpidio Valdés,
“Una aventura de Elpidio Valdés” (1974) y “Elpidio Valdés contra el tren
militar” (1974).
“Estos primeros
animados sobre Elpidio Valdés tuvieron una gran aceptación no solo en el
público infantil, sino en toda la población que vio en el personaje las
virtudes patrióticas y revolucionarias de todo un pueblo, no solo en la lucha
contra el colonialismo español, sino en las que a diario emprendía. Tal fue la
aceptación que en 1979 se realizó el primer largometraje cubano de animado con
“Elpidio Valdés” y sus amigos como
protagonistas; ganador del Gran Premio Coral del Primer Festival del Nuevo Cine
Latinoamericano, así como otros muchos reconocimientos nacionales e
internacionales.
“En 1979 se crea el laboratorio a color del
ICAIC, un anhelo de muchos años que abarata los costos y facilita la producción
de películas, en 3 de diciembre de ese mismo año se inaugura la Primera Edición del Festival Internacional
de Nuevo Cine Latinoamericano, el evento que marcará pauta por la calidad de
sus propuestas y la masividad de la participación popular.
“La década del 70
conoció de la consolidación de los Estudios Cinematográficos y de Televisión de
las FAR (ECIFAR) también conocidos como “Estudios Granma”, institución que
consolidó un prestigio en la producción de documentales de corte didácticos,
militares y culturales, así como la edición de noticieros, revistas miliares y
los programas FAR Visión que llenaron
un momento histórico importante del país, exaltando las glorias combativas de
las Fuerzas Armadas Revolucionarias en las misiones internacionalistas que
llenaron toda esta década. Entre los
realizadores más importantes de estos estudios están, Eduardo de la Torre, “Provocación desde la
Base Naval” (1979); Belkis Vega, “Líbano la
guerra interminable” (1980) y Jorge Fuentes, “La Gran Rebelión” y
“Cabinda”.”
Este fue nuestro cine
de los decisivos 70, años que esperan por un estudio más profundo de los
historiadores cubanos
[1] Lucía López Coll,
Entrevista a Humberto Solás, en rev. La Gaceta de Cuba, pp.32-35,
Nº 3, 1993
[2] Congreso de Educación y
Cultura, 1971
[3] Juan Antonio García
Borrero, “Las aporías del gris, Cine cubano en los setenta”, en rev. La Gaceta de Cuba, Nº 5, 2000
[4] Ídem
[5] Entrevista a Pastor Vega,
“Explorar lo que pasa”, en rev. Bohemia, Nº 48, p.6 / nov. 1988
[6] Arturo Arango, “Manuel
Pérez o el ejercicio de la memoria” en rev. La Gaceta de Cuba, Nº 5, 1997
[7] Ivette Leyva, “Arturo
Sotto: yo solo quiero saber”, entrevista, en rev. La Gaceta de Cuba Nº 1, 1999
[8] Rufo Caballero,
“Entrevista a Humberto Solás” en rev. Revolución y Cultura, pág. 6, Nº 2-3,
1999
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