Mayor General Calixto García Íñiguez
Hace
120 años, el 11 de diciembre de 1898 muere en la ciudad de Washington el Mayor General
del Ejército Libertador, Calixto García Íñiguez, uno de esos cubanos imprescindible
a la hora de marcar la lealtad, la intransigencia y el tesón por alcanzar el
objetivo trazado por la historia: la independencia de la isla de Cuba.
De los primeros en unirse a la iniciativa
libertadora de Céspedes, hizo méritos suficientes en la Guerra Grande como para
salir de ella con los Grado de Mayor General, pero inconforme con estos
resultados organiza la continuidad de la Guerra en 1879 desde el exilio de
Nueva York y viene a Cuba a reunirse con los convocados para continuar la lucha
por la independencia anhelada.
Corrían años difíciles para la causa, no mucho
estaban dispuesto a reiniciar el sacrificio y la “Guerra Chiquita” languideció
esta vez con la hombrada de este mambí que antes de rendirse prefirió el suicidio,
que el azar le negó, dejándole en la frente la hermosa marca del sacrificio que
le acompañó el resto de su vida.
Esta es la impresión de Martí al conocer la
noticia y al creerlo muerto:
“El cubano famoso, el héroe
que prefirió el suicidio al cautiverio, el militar brillante y culto, el hijo
fiel que por sobre todas las apariencias le guardaba a Cuba el corazón leal, ha
desaparecido violentamente de la vida. La vida tiene espantos que no salen
jamás a luz, y sorpresas y revelaciones de que suelen estallar las almas que
por sus flaquezas o por sus muchos sufrimientos no tienen bríos ya con qué sufrir
el golpe, no tienen calma ya para presenciar el horror, o no tienen fuerzas para
llevarlo escondido. Unos van como muertos, otros matan, y otros se matan. Con
la bandera de la revolución cubramos el cadáver del hombre desdichado.
Venerémosle como a héroe.”[1]
Esto escribe Martí para el periódico “Patria”
en enero de 1894, aún no sabe que Calixto había sobrevivido y en el número
siguiente de su periódico encabeza este exclamativo título su alegría de saberlo vivo: “Calixto
García, vive” y añade:
“El héroe de Auras no ha
muerto; el que en la noche silenciosa, al nacer de nuestra independencia, oía
de adentro de la casa solariega los rumores del hogar dormido, de los hijos y
de la mujer, y afuera el convite a la muerte y al honor, y dejó el hogar solo,
y se fue al convite; el que, cuando la sorpresa y los celos nacidos de la
guerra larga y abandonada, dieron en el Zanjón con la primera república de Cuba,
se alzó en la soledad y desplegó en ella sin miedo la bandera rendida; el que
con igual cuidado estudia las leyes de la paz y las de la guerra, y en la
defensa de la patria ganó ya tanta honra que ni él mismo se la
pudiera arrebatar,-no ha
muerto. El cable, ligero o interesado, anunció falsamente su suicidio. La
noticia, con rara tenacidad, queda en pie sin que nadie la desmintiera. Patria
dijo la palabra de amor debida al héroe. La madre, el cariño que no acaba,
preguntó a Madrid por su hijo, y Calixto García le responde desde Madrid:
“estoy vivo”. ¿Quién que sepa de gratitud extrañará la alegría de nuestro
corazón cubano? En la vida de un hombre que en las batallas de la redención
encarnó un día a su pueblo; que, en la contienda del valor que se sacrifica con
la desidia que lo muerde, enriqueció las glorias patrias con hechos de valor
supremo; que en la pelea de su pueblo envilecido con el amo que se lo come y
envilece, no le sirvió el plato al amo, sino le clavó la espada en el apetito…”
Patria, 27 de enero de 1894[2]
La reacción del Apóstol al conocer de la
sobrevivencia de Calixto le da pie para el análisis profundo de su personalidad
y nos da la pauta para juzga a un hombre con sus luces y sus sombras, en la que
sus méritos son mucho mayores:
“... ¿qué importarían, aunque los hubiese, un gesto
brusco, un desdén inoportuno, un error de concepto, justificado acaso por la
impaciencia y la hombría, o un rasguño en las botas de camino?[3]
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