Es
muy difícil en los últimos tiempos ver a La Habana gris con un manto de lluvia
que cubra toda la ciudad y su suciedad, lluvia que pone a pensar a cientos de
inquilinos atrapado en la trampa del vivir precario, con una gotera por
compañía, una tupición, un salidero, un descolchado y todas esas heridas
propias de los años sin mantenimiento que tiene nuestros edificios en sentido
general.
Llueve en La Habana y en los barrios tradicionales,
todo el mundo piensa en el peligroso momento que salga el sol, porque esa
conjunción de humedad y calor trae desprendimientos en estas edificaciones
heridas y mal tratadas o no tratadas, por una gente a la que acostumbraron que
el estado lo resolvía todo, pero cuando pudiera y con quien pudiera; ahora que
se le ha dado la posibilidad de arreglarlo por su cuenta, con créditos
incluidos, caes en manos de los burócratas que dilatan los tramites y de los especuladores
que te revenden lo que el estado puso en sus rastros para que tu comprara.
¿Qué
hacemos?, ver llover, ponernos románticos, correr tras las guaguas repletas, sacar
el paragua, ponernos las botas y rogar que no se inunden las calles viejas y
heridas de Monte, de Cuatro Camino, Vía
Blanca y 10 de Octubre y tantas otras que nos dejan en medio de una Venecia
pestilente y vergonzosa.
Llueve en La Habana y Servicios Comunales en
el peor servicio urbano, no tiene carros para la basura, su personal es escaso
y muchas veces solo sirve para lo que hacen y lo hacen mal.
Llueve en La Habana y para algunos será la
lluvia un espectáculos desde sus carros o desde sus balcones, para los de a
pie, para nosotros es ver a esta bella ciudad del Golfo, llorar fango y basura.
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