jueves, 11 de agosto de 2016

DEPORTE EN CUBA, UNA OPINIÓN




(Una opinión de hace unos meses que mantiene su actualidad)
 Cuando en Cuba hablamos de profesionalismo con respecto al deporte, es como hablar de una herejía, es la otra forma de mencionar la soga en casa del ahorcado.
 Hablando en esencia del término “profesional”, es el que realiza una actividad intelectual, física, productiva; vive de lo que hace, para lo que hace y trata  cada día de ser cada vez mejor, es decir más profesional.
 En la romántica época en que el Barón  Pierre de Coubertin creó la Carta Olímpica,  “amateur” (aficionado para nosotros) solo podían serlo con holgura aquellos que tenían una fortuna familiar, o un medio de vida que le permitía mantenerse y realizar deporte solo porque le gustaba y entregarse a esa afición por los bellos principios de llegar, “más alto, más fuerte y más lejos”
 Ahora la Carta Olímpica es otra y gústenos o no, se admiten en los Juegos Olímpicos y en todas las competencias oficiales a los deportistas   profesionales, sinónimo de perfección técnica y calidad, porque el deporte actual de alto rendimiento requiere de entrega profesional a la actividad física que se practique y eso requiere de dinero, entrenadores e instalaciones de primera línea.
 El estado cubano tras el triunfo de la Revolución eliminó las prácticas profesionales de los deportes, fue un paso de avance, el deporte se hizo un derecho del pueblo, teniendo en cuenta el principio de que su práctica es en primer lugar sinónimo de salud humana, pero la “alta competición exige maestría, tiempo y dedicación” y los deportistas cubanos pasaron a ser profesionales del estado, teniendo en cuenta que en su vida útil deportiva se dedicaban solo a desarrollar su deporte, al tiempo que se preparaban como instructores, profesores de educación físicas, especialistas en diversas manifestaciones deportivas o en otras ramas de quehacer humano, esa es la diferencia.
 El deporte cubano no vive ajeno a las reales dificultades económicas que vive Cuba y desde la década del 90, con el inicio del “Período Especial” los centros deportivos cubanos se han ido deteriorando de forma general y sistemática, desde los centro municipales a las principales instalaciones deportivas del país; en muchos deportes se nota una pérdida de calidad que no solo tiene que ver con las instalaciones, sino con la preparación del atleta, los métodos de entrenamientos, falta de topes internacionales, falta de implementos deportivo y otras muchas dificultades propias del real “Bloqueo Económico”, de larga data y del cierre mental de negarnos a la realidad del mundo de hoy, donde el atleta cubano va quedando relegado, sobre todo en los deportes colectivos donde  la élite está en manos de los profesionales comercializadores, los “mercaderes del deportes” de los que tanto nos hablan, pero con los que tendremos que aprender a intercambiar e insertarnos en ese mundo, porque no hay otro.
 Si queremos un deporte de primera debemos hacer una inversión de primera, para esos atletas nuestros “profesionales” por su maestría y entrega, que se desencantan y sufren por esa falta de tope, esas desventajas suyas frente a esos otros “profesionales”, que buscan su sustento en donde el cubano busca la “gloria para Cuba”, al menos estos patriotas merecen vivir acorde al principio socialista de “dar  según su capacidad y recibir según sus resultados”, sería justo y dejarían de ser “apátridas”, “traidores”, cuando son en realidad tan emigrantes económicos como los demás.
 Deporte de “alto rendimiento” es ante todo entrega total a la actividad física que se ha escogido, para la cual vivirá apenas una o dos décadas, para después pasar a un retiro, que para muchos se vuelve un “Olimpo de olvido”, que afecta la autoestima de quienes lo dieron todo y aportaron mucho (también económicamente).
 Se nota un repunte del deporte popular, no cantera de alto rendimiento, sino fuente de salud, para el cual no hace falta muchos recursos y sí más iniciativas: carreras, ejercicios, planes de la calle, piquetes jugando en espacios libres, recreación en juego, campismo, natación, vida sana que aleje a la población del consumo de alcohol, nuestro gran flagelo, de la violencia y la vida peligrosa.
 Deporte es salud, pero no consigna de burócrata, sino pueblo en movimiento e iniciativas populares.
 Justificaciones aparte, duele ver cientos de instalaciones deportivas destruidas, subutilizadas o no utilizadas, potreros en terrenos deportivos, piscinas llenas de basura, salones de actividades física, sin baños, ni vestidores, todo roto, sucio, sin pintar. ¿Es esa la base del deporte cubano? No solo nos hemos dormido en los laureles, sino que hemos dejado secar los laureles.
 No hay pelota para campeonatos de base, ni piscina para los entrenamientos, no instrumentos deportivos. Estamos hablando de no comercialización y vemos que los padres tienen que cargar con el equipamiento de sus hijos en áreas deportivas. Los centros de entrenamiento de provincia para abajo, son “agrupamientos de atletas pasando trabajo, para entrenar y perfeccionarse. ¿Qué pirámide deportiva puede existir así?
 Otros es el tema del deporte como espectáculo, ahí hay mucho que pensar, si queremos que no se pierda la pasión, pero eso es otro tema.  El que tenga ojos que mire y el que tenga que decidir que decida. El deporte cubano lo merece.

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