(Una
opinión de hace unos meses que mantiene su actualidad)
Cuando en Cuba hablamos de profesionalismo con
respecto al deporte, es como hablar de una herejía, es la otra forma de
mencionar la soga en casa del ahorcado.
Hablando en esencia del término “profesional”,
es el que realiza una actividad intelectual, física, productiva; vive de lo que
hace, para lo que hace y trata cada día
de ser cada vez mejor, es decir más profesional.
En la romántica época en que el Barón Pierre de Coubertin creó la Carta
Olímpica, “amateur” (aficionado para
nosotros) solo podían serlo con holgura aquellos que tenían una fortuna
familiar, o un medio de vida que le permitía mantenerse y realizar deporte solo
porque le gustaba y entregarse a esa afición por los bellos principios de
llegar, “más alto, más fuerte y más lejos”
Ahora la Carta Olímpica es otra y gústenos o
no, se admiten en los Juegos Olímpicos y en todas las competencias oficiales a
los deportistas profesionales, sinónimo
de perfección técnica y calidad, porque el deporte actual de alto rendimiento
requiere de entrega profesional a la actividad física que se practique y eso
requiere de dinero, entrenadores e instalaciones de primera línea.
El estado cubano tras el triunfo de la
Revolución eliminó las prácticas profesionales de los deportes, fue un paso de
avance, el deporte se hizo un derecho del pueblo, teniendo en cuenta el
principio de que su práctica es en primer lugar sinónimo de salud humana, pero
la “alta competición exige maestría, tiempo y dedicación” y los deportistas
cubanos pasaron a ser profesionales del estado, teniendo en cuenta que en su
vida útil deportiva se dedicaban solo a desarrollar su deporte, al tiempo que
se preparaban como instructores, profesores de educación físicas, especialistas
en diversas manifestaciones deportivas o en otras ramas de quehacer humano, esa
es la diferencia.
El deporte cubano no vive ajeno a las reales
dificultades económicas que vive Cuba y desde la década del 90, con el inicio del
“Período Especial” los centros deportivos cubanos se han ido deteriorando de
forma general y sistemática, desde los centro municipales a las principales
instalaciones deportivas del país; en muchos deportes se nota una pérdida de
calidad que no solo tiene que ver con las instalaciones, sino con la
preparación del atleta, los métodos de entrenamientos, falta de topes
internacionales, falta de implementos deportivo y otras muchas dificultades
propias del real “Bloqueo Económico”, de larga data y del cierre mental de
negarnos a la realidad del mundo de hoy, donde el atleta cubano va quedando
relegado, sobre todo en los deportes colectivos donde la élite está en manos de los profesionales
comercializadores, los “mercaderes del deportes” de los que tanto nos hablan,
pero con los que tendremos que aprender a intercambiar e insertarnos en ese
mundo, porque no hay otro.
Si queremos un deporte de primera debemos
hacer una inversión de primera, para esos atletas nuestros “profesionales” por
su maestría y entrega, que se desencantan y sufren por esa falta de tope, esas
desventajas suyas frente a esos otros “profesionales”, que buscan su sustento
en donde el cubano busca la “gloria para Cuba”, al menos estos patriotas
merecen vivir acorde al principio socialista de “dar según su capacidad y recibir según sus
resultados”, sería justo y dejarían de ser “apátridas”, “traidores”, cuando son
en realidad tan emigrantes económicos como los demás.
Deporte de “alto rendimiento” es ante todo
entrega total a la actividad física que se ha escogido, para la cual vivirá
apenas una o dos décadas, para después pasar a un retiro, que para muchos se
vuelve un “Olimpo de olvido”, que afecta la autoestima de quienes lo dieron
todo y aportaron mucho (también económicamente).
Se nota un repunte del deporte popular, no
cantera de alto rendimiento, sino fuente de salud, para el cual no hace falta
muchos recursos y sí más iniciativas: carreras, ejercicios, planes de la calle,
piquetes jugando en espacios libres, recreación en juego, campismo, natación,
vida sana que aleje a la población del consumo de alcohol, nuestro gran
flagelo, de la violencia y la vida peligrosa.
Deporte es salud, pero no consigna de
burócrata, sino pueblo en movimiento e iniciativas populares.
Justificaciones aparte, duele ver cientos de
instalaciones deportivas destruidas, subutilizadas o no utilizadas, potreros en
terrenos deportivos, piscinas llenas de basura, salones de actividades física,
sin baños, ni vestidores, todo roto, sucio, sin pintar. ¿Es esa la base del deporte
cubano? No solo nos hemos dormido en los laureles, sino que hemos dejado secar
los laureles.
No hay pelota para campeonatos de base, ni
piscina para los entrenamientos, no instrumentos deportivos. Estamos hablando
de no comercialización y vemos que los padres tienen que cargar con el
equipamiento de sus hijos en áreas deportivas. Los centros de entrenamiento de
provincia para abajo, son “agrupamientos de atletas pasando trabajo, para
entrenar y perfeccionarse. ¿Qué pirámide deportiva puede existir así?
Otros es el tema del deporte como espectáculo,
ahí hay mucho que pensar, si queremos que no se pierda la pasión, pero eso es
otro tema. El que tenga ojos que mire y
el que tenga que decidir que decida. El deporte cubano lo merece.
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