Hace
55 años los cubanos amanecimos bajo el bombardeo de los aeropuertos de San
Antonio de los Baños, Ciudad Libertad y Santiago de Cuba, felonía perpetrada
por aviones de la CIA con insignias cubanas y que luego del artero ataque volaron
a Estados Unidos para propalar la mentira de que eran pilotos de las Fuerza Aérea
de Cuba que había decidido hacer la acción y luego desertar.
Históricamente esa mentira se desmoronó, el
objetivo de los bombardeos era dejar sin protección área a las fuerzas cubanas,
ya de por sí escasa y de tecnología obsoleta.
La reacción del pueblo fue levantarse, unirse
por miles y miles a las ya existente Milicias Nacionales Revolucionarias,
nuclearse alrededor del liderazgo de Fidel y de los triunfantes barbudos de la
Sierra Maestra.
Al otro día, 16 de abril, en la esquina de 23
y 12, casi frente al cementerio de Colón y en el sepelio de las víctimas del
bombardeo el Comandante en Jefe proclamó el carácter socialista de la Revolución
Cubana y sus palabras fueron respaldadas por los centenares de miles de
milicianos armados y listos para partir a la defensa de los derechos
conquistados.
¿Cómo
olvidar un hecho como ese? ¿Cómo olvidar que ese ejército de pueblo lo
constituían hombres y mujeres de todas las edades, razas y credo?
Ese día extraordinario el país se puso en pie
de guerra para enfrentar lo que fuera y al precio que fuera, porque lo que no
podía volver era esa sociedad de desigualdades, atropellos y distribución
injusta de las riquezas de la nación.
Los cubanos no podemos olvidar, pero estamos
obligados los mayores a trasmitir esa herencia de hidalguía y nobleza, con la
verdad sin esquemas, con la verdad crítica, con la imagen de esos niños
artilleros peleando en Girón, esa verdad que no será nunca oropel del pasado
sino simiente del presente.
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