viernes, 29 de abril de 2016

EL SOCIALISMO Y MARTÍ




José Martí y Fermín Valdés Domínguez, Cayo Hueso, 1894

 Hace tiempo que vengo meditando si entrar o no en la polémica que ronda hoy al mundo convulso que nos ha tocado vivir, hacerlo desde la honestidad de una experiencia de vida personal en un pueblo que ha tratado de darse el sistema  más justo posible.

Teorizar requiere horas de estudios a veces toda una vida, pero la realidad  nos pisa los talones con necesidades de seres vivos que son imprescindible satisfacer, por eso Fidel dijo una vez que el capitalismo se construía solo, porque se basa en el egoísmo de la gente, mientras que el socialismo  había que construirlo, porque había que levantarlo con la solidaridad y el altruismo humano, era más o menos la esencia de aquellas palabras de un soñador  que ha  dedicado toda una vida para guiar un proceso perfectible, hecho por mujeres y hombre que se  equivocan, se acomodan o arriman las brazas al sartén de sus necesidades egoístas, hasta el punto de hacer peligrar la obra social.

 En primer lugar, para ser honesto, quiero delimitar mis ideas, creo en el socialismo y  he crecido plenamente en este sistema de justicia social, con miles de carencias, pero satisfecho y orgulloso de lo que hemos logrado. Muchos factores internos y externos han frenado el mayor desarrollo de nuestra sociedad, pero en lo personal sigo creyendo en ella y en la posibilidad de mejorarla y no de cambiarla por un sistema capitalista que nos hará más desiguales y donde la novedad es que tendremos algunos millonario y millones de indigentes, por poner un ejemplo.

 Quiero citar  un breve fragmento de un artículo de Armando Hart Dávalos aparecido en el periódico cubano Juventud Rebelde el 28 de enero de 2004 en el que  aborda este tema del socialismo y las impresiones de nuestro José Martí sobre estas ideas demonizadas no desde ahora, sino desde que aparecieron como alternativa de los humildes:
«Precisamente, el drama del socialismo en el siglo XX se explica por el hecho que tras la muerte de Lenin se pasó por alto la cultura. Martí lo había advertido cuando dijo en carta a su compañero Fermín Valdés Domínguez, que "dos peligros tiene la idea socialista, como tantas otras: —el de las lecturas extranjerizas, confusas e incompletas: —y el de la soberbia y rabia disimulada de los ambiciosos";[1] es decir, el de la ignorancia, y el del oportunismo, la mediocridad y la corrupción. En la incultura y en la maldad humana estaban para el Apóstol los peligros que tenía la idea socialista, por esto fracasó el socialismo real. También Martí señaló en esa propia carta a Fermín Valdés Domínguez que en nuestro pueblo no es tanto el riesgo como en la sociedad más iracunda de Europa, y le expuso ideas clave que recojo a continuación: "[…] explicar será nuestro trabajo, y liso y hondo, como tú lo sabrás hacer: el caso es no comprometer la excelsa justicia por los modos equivocados o excesivos de pedirla. Y siempre con la justicia, tú y yo, porque los errores de su forma no autorizan a las almas de buena cuna a desertar de su defensa".[2] »
 Para dar más claridad al lector transcribo íntegra la carta de Martí a su amigo del alma:
Nueva York, mayo, 1894

Sr. Fermín Valdés Domínguez

Fermín queridísimo:

                              De la maluquera, y el quehacer de que voy halando como un mulo, me he dado un salto a Nueva York, a mis cosas. Estoy al salir, para la gran fagina: y empiezo por casa. ¿Aunque por qué llamo a esta tierra dura “casa”? Ya tú conoces esta vida. Nuestra gente cada día padece más aquí. El país los echa: por fortuna vivimos unos cuantos, que moriremos por abrirles tierra. Y viven almas como esa brava tuya, que está ahora de renuevo, y tan metida en virtud, que cuando vaya allá te he de encontrar todavía mejor mozo. Leña al horno, Fermín, que va a necesitarse pronto el fuego. Recibí todas tus cartas, y a todas te contestaré con más detalles que si te los escribiera. Muy juiciosas las observaciones sobre las necesidades perentorias: a eso estamos. Creo que ya vamos hasta por la cintura en la maravilla. Sudo muerte; pero vamos llegando. Y tengo una fe absoluta en mi pueblo, y mejor mientras más pobre: a ver si me falla. Esa sí que sería puñalada mortal. Ya yo te veo hecho un jardín, como se me pone a mí el alma cuando ando por esas tierras, de la bondad que pisa y bebe uno, y que tú celebras con elocuencia verdadera en tu hermosa carta a “Cuba”. ¿Qué delicadeza mayor quieres, ni qué más viril poesía, que la que mueve la creación de ese club nuevo, que no valdrá porque lleve nuestros nombres, sino por las virtudes que en nosotros creen ver sus fundadores, que con serlo, se revelan capaces de ellas ? Por ahí es por donde nuestra tierra está pecando: por lo feos y escasos que andan, por ahí, el amor y la amistad. -Ahí tienes una nimiedad que ni a ti ni a mí nos puede dejar los ojos secos.-Es preciso merecer ese cariño.

Una cosa te tengo que celebrar mucho, y es el cariño con que tratas: y tu respeto de hombre, a los cubanos que por ahí buscan sinceramente, con este nombre o aquél, un poco más de orden cordial, y de equilibrio indispensable, en la administración de las cosas de este mundo. Por lo noble se ha de juzgar una aspiración: y no por esta o aquella verruga que le ponga la pasión humana. Dos peligros tiene la idea socialista, como tantas otras: -el de las lecturas extranjerizas, confusas e incompletas: - y el de la soberbia y rabia disimulada de los ambiciosos, que para ir levantándose en el mundo empiezan por fingirse, para tener hombros en que alzarse, frenéticos defensores de los desamparados. Unos van, de pedigüeños de la reina, -como fue Marat, -cuando el libro que le dedicó con pasta verde -a lisonja sangrienta, con su huevo de justicia, de Marat. Otros pasan de energúmenos a chambelanes, como aquellos de que cuenta Chateaubriand en sus “Memorias”. Pero en nuestro pueblo no es tanto el riesgo, como en sociedades más iracundas, y de menos claridad natural: explicar será nuestro trabajo, y liso y hondo, como tú lo sabrás hacer: el caso es no comprometer la excelsa justicia por los modos equivocados o excesivos de pedirla. Y siempre con la justicia, tú y yo, porque los errores de su forma no autorizan a las almas de buena cuna a desertar de su defensa. Muy bueno, pues, lo del 10 de Mayo. Ya aguardo tu relato, ansioso.

 Yo que te charlo, estoy lleno de gente, y sin un minuto. ¿Conque ya suena la alcancía, y me vas a recibir con el aire de prisa de un médico atareado? No me hables de Palma. Tú curarás, porque te quieren, y porque sabes. Aquí te necesitaría, porque me cuesta mucho escribir, y estar levantado. Allá voy a llegar muy mohíno, y acaso inservible. -Mejor, me verán arrastrándome, por servirle a mi tierra,-por servirlos. .No hay sermón como la propia vida. ¿Y quieres creer que, mozo como soy, no pienso en tanta gente noble sino con cariño de padre a hijo?-De prisa te diré cómo gozo con que por corazones tan buenos se vaya extendiendo tu cura, que es a la vez de cuerpo y de alma. Ya sé- ¿quién lo supo nunca mejor?- lo que han de pensar de ti. Y vuelo. Yo me voy a halar del mundo con el hijo de Gómez. -A todos, que no escribo. Hago bien. ¡Ya me perdonarán. . .! tu

                                                                                       José Martí




[1] José Martí. Carta a Fermín Valdés Domínguez. O. C. t. 3, p. 168
[2] Ídem

No hay comentarios:

Publicar un comentario