José Martí y Fermín Valdés
Domínguez, Cayo Hueso, 1894
Hace tiempo que vengo meditando si entrar o no
en la polémica que ronda hoy al mundo convulso que nos ha tocado vivir, hacerlo
desde la honestidad de una experiencia de vida personal en un pueblo que ha
tratado de darse el sistema más justo
posible.
Teorizar
requiere horas de estudios a veces toda una vida, pero la realidad nos pisa los talones con necesidades de seres
vivos que son imprescindible satisfacer, por eso Fidel dijo una vez que el
capitalismo se construía solo, porque se basa en el egoísmo de la gente,
mientras que el socialismo había que
construirlo, porque había que levantarlo con la solidaridad y el altruismo
humano, era más o menos la esencia de aquellas palabras de un soñador que ha
dedicado toda una vida para guiar un proceso perfectible, hecho por
mujeres y hombre que se equivocan, se
acomodan o arriman las brazas al sartén de sus necesidades egoístas, hasta el
punto de hacer peligrar la obra social.
En primer lugar, para ser honesto, quiero
delimitar mis ideas, creo en el socialismo y
he crecido plenamente en este sistema de justicia social, con miles de
carencias, pero satisfecho y orgulloso de lo que hemos logrado. Muchos factores
internos y externos han frenado el mayor desarrollo de nuestra sociedad, pero
en lo personal sigo creyendo en ella y en la posibilidad de mejorarla y no de
cambiarla por un sistema capitalista que nos hará más desiguales y donde la
novedad es que tendremos algunos millonario y millones de indigentes, por poner
un ejemplo.
Quiero citar
un breve fragmento de un artículo de Armando Hart Dávalos aparecido en el
periódico cubano Juventud Rebelde el
28 de enero de 2004 en el que aborda
este tema del socialismo y las impresiones de nuestro José Martí sobre estas
ideas demonizadas no desde ahora, sino desde que aparecieron como alternativa
de los humildes:
«Precisamente,
el drama del socialismo en el siglo XX se explica por el hecho que tras la
muerte de Lenin se pasó por alto la cultura. Martí lo había advertido cuando
dijo en carta a su compañero Fermín Valdés Domínguez, que "dos peligros
tiene la idea socialista, como tantas otras: —el de las lecturas extranjerizas,
confusas e incompletas: —y el de la soberbia y rabia disimulada de los
ambiciosos";[1]
es decir, el de la ignorancia, y el del oportunismo, la mediocridad y la
corrupción. En la incultura y en la maldad humana estaban para el Apóstol los
peligros que tenía la idea socialista, por esto fracasó el socialismo real.
También Martí señaló en esa propia carta a Fermín Valdés Domínguez que en
nuestro pueblo no es tanto el riesgo como en la sociedad más iracunda de
Europa, y le expuso ideas clave que recojo a continuación: "[…] explicar
será nuestro trabajo, y liso y hondo, como tú lo sabrás hacer: el caso es no
comprometer la excelsa justicia por los modos equivocados o excesivos de
pedirla. Y siempre con la justicia, tú y yo, porque los errores de su forma no
autorizan a las almas de buena cuna a desertar de su defensa".[2] »
Para dar más claridad al lector transcribo
íntegra la carta de Martí a su amigo del alma:
Nueva
York, mayo, 1894
Sr.
Fermín Valdés Domínguez
Fermín
queridísimo:
De la maluquera,
y el quehacer de que voy halando como un mulo, me he dado un salto a Nueva
York, a mis cosas. Estoy al salir, para la gran fagina: y empiezo por casa.
¿Aunque por qué llamo a esta tierra dura “casa”? Ya tú conoces esta vida.
Nuestra gente cada día padece más aquí. El país los echa: por fortuna vivimos
unos cuantos, que moriremos por abrirles tierra. Y viven almas como esa brava
tuya, que está ahora de renuevo, y tan metida en virtud, que cuando vaya allá
te he de encontrar todavía mejor mozo. Leña al horno, Fermín, que va a
necesitarse pronto el fuego. Recibí todas tus cartas, y a todas te contestaré
con más detalles que si te los escribiera. Muy juiciosas las observaciones
sobre las necesidades perentorias: a eso estamos. Creo que ya vamos hasta por
la cintura en la maravilla. Sudo muerte; pero vamos llegando. Y tengo una fe
absoluta en mi pueblo, y mejor mientras más pobre: a ver si me falla. Esa sí
que sería puñalada mortal. Ya yo te veo hecho un jardín, como se me pone a mí
el alma cuando ando por esas tierras, de la bondad que pisa y bebe uno, y que
tú celebras con elocuencia verdadera en tu hermosa carta a “Cuba”. ¿Qué
delicadeza mayor quieres, ni qué más viril poesía, que la que mueve la creación
de ese club nuevo, que no valdrá porque lleve nuestros nombres, sino por las
virtudes que en nosotros creen ver sus fundadores, que con serlo, se revelan
capaces de ellas ? Por ahí es por donde nuestra tierra está pecando: por lo
feos y escasos que andan, por ahí, el amor y la amistad. -Ahí tienes una
nimiedad que ni a ti ni a mí nos puede dejar los ojos secos.-Es preciso merecer
ese cariño.
Una cosa
te tengo que celebrar mucho, y es el cariño con que tratas: y tu respeto de
hombre, a los cubanos que por ahí buscan sinceramente, con este nombre o aquél,
un poco más de orden cordial, y de equilibrio indispensable, en la
administración de las cosas de este mundo. Por lo noble se ha de juzgar una
aspiración: y no por esta o aquella verruga que le ponga la pasión humana. Dos peligros tiene la idea socialista, como tantas otras: -el
de las lecturas extranjerizas, confusas e incompletas: - y el de la soberbia y
rabia disimulada de los ambiciosos, que para ir levantándose en el mundo
empiezan por fingirse, para tener hombros en que alzarse, frenéticos defensores
de los desamparados. Unos van, de pedigüeños de la reina, -como fue Marat,
-cuando el libro que le dedicó con pasta verde -a lisonja sangrienta, con su
huevo de justicia, de Marat. Otros pasan de energúmenos a chambelanes, como
aquellos de que cuenta Chateaubriand en sus “Memorias”. Pero en nuestro pueblo
no es tanto el riesgo, como en sociedades más iracundas, y de menos claridad
natural: explicar será nuestro trabajo, y liso y hondo, como tú lo sabrás
hacer: el caso es no comprometer la excelsa justicia por los modos equivocados
o excesivos de pedirla. Y siempre con la justicia, tú y yo, porque los errores
de su forma no autorizan a las almas de buena cuna a desertar de su defensa.
Muy bueno, pues, lo del 10 de Mayo. Ya aguardo tu relato, ansioso.
Yo que te charlo, estoy lleno de gente, y sin
un minuto. ¿Conque ya suena la alcancía, y me vas a recibir con el aire de
prisa de un médico atareado? No me hables de Palma. Tú curarás, porque te
quieren, y porque sabes. Aquí te necesitaría, porque me cuesta mucho escribir,
y estar levantado. Allá voy a llegar muy mohíno, y acaso inservible. -Mejor, me
verán arrastrándome, por servirle a mi tierra,-por servirlos. .No hay sermón
como la propia vida. ¿Y quieres creer que, mozo como soy, no pienso en tanta
gente noble sino con cariño de padre a hijo?-De prisa te diré cómo gozo con que
por corazones tan buenos se vaya extendiendo tu cura, que es a la vez de cuerpo
y de alma. Ya sé- ¿quién lo supo nunca mejor?- lo que han de pensar de ti. Y
vuelo. Yo me voy a halar del mundo con el hijo de Gómez. -A todos, que no
escribo. Hago bien. ¡Ya me perdonarán. . .! tu
José
Martí
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