Para
la Revolución Cubana el Período Especial de la década de los 90 fue la prueba mayor de supervivencia que permitió
enfrentar a todos los factores adversos que podía afrontar la sociedad cubana
en tiempo de paz pero con una amenaza constante de desestabilización y posible
guerra al que estábamos abocado gracias al secular enemigo de hace doscientos
años, el Imperialismo Norteamericano y sus serviles aliados capitalistas que
hicieron todo lo posible para que todas esas condiciones de “caos social”
pudieran traer por consecuencia la desaparición de la Revolución Cubana.
Era la clásica teoría del dominó, con una
ficha cayendo una tras otra, con la reacción derechista del exilio cubana
haciendo las maletas para “volver a Cuba a reclamar sus propiedades”; al gobierno
de los Estados Unidos y su Congreso institucionalizando el Bloqueo Económico,
con la miles de horas de trasmisión de radio y televisión contrarrevolucionaria,
el financiamiento de la contrarrevolución interna (disidencia) y haciendo todo
lo posible por satanizar más al país más calumniado de la tierra.
Ante este caos, para el que la dirigencia
revolucionaria tuvo que prepararse con urgencia a lo largo de la década de los
80, visto los sucesos internos ocurridos en los países del campo socialista
europeo y la Unión Soviética, quedó solo una realidad, estábamos solo en el
complicado panorama del fin de la Guerra Fría, para los cubanos no habría
mejoría viniendo desde afuera, había que acudir a los mecanismos internos
creados por décadas de Revolución, aprovechar el caudal ideológico,
intelectual, la infraestructura creada en estos años, fortalecer los mecanismos
de defensas internas y sobre todo la existencia de un “NUCLEO DURO”
ideológicamente hablando encabezado por Fidel y la dirección Histórica de la Revolución
que nos llamó a “Conservar las conquistas de la Revolución”, con eso ya podríamos
sortear el caos social, el fin de la historia, el desencanto de los acomodados,
la dureza de las agresiones políticas, económicas, ideológicas y de todo tipo.
Pero lo más importante fue rectificar en medio
del caos: Desatar las amarras a las fuerzas productivas, reconocer y rectificar
sobre la marcha los errores de dogmatismo y rigidez que lastraban a la Revolución,
reconocer la diversidad de actores dentro de la sociedad cubana, su
protagonismo y capacidad para resistir en medio de las enormes dificultades que
afrontamos en esa época.
Grandes apagones, cierre de industrias, falta
de abastecimientos, afloramiento de una marginalidad social ya existente y que fue,
en buena medida, el peligro mayor que afectó a la Revolución.
Un pueblo que se adaptó a que todo venía del
estado, poco o mucho, pero estaba ahí y que ahora tenía que reencontrarse con
su iniciativa personal para sobrevivir en medio de la precariedad mientras el Estado
mantenía los servicios básicos como pudo y a base de grandes sacrificios.
El Período Especial fue un gran taller para
los cubanos, falta estudiarlo, más allá del folklorismo chancletero, del choteo
cubano y de los resentimientos. Si algo grande pudimos sacar de él fue nuestra
capacidad de sobrevivencia, sin dividirnos, afrontando nuestros problemas
internos, sin claudicar principios que son inviolable porque nos va la
existencia y la identidad en ellos.
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