viernes, 29 de marzo de 2019

¿EL BUEN VECINO?




La primera lección de historia para un cubano debe ser, las relaciones de la sociedad cubana con su vecino de  Norteamérica, los Estados Unidos, esa que no se inició con el diferendo entre la Revolución Socialista Cuba triunfante en 1959 y los gobiernos oligárquicos de USA.
 Quien conoce la historia de Cuba sabe que esa relación se remonta a la época colonial, con las apetencias coloniales de Inglaterra sobre las colonias antillanas de España, incluyendo Cuba, con la toma de La Habana por los ingleses  a finales del siglo XVIII y la resistencia de los criollos a ser gobernados por los ingleses pese a las enormes ventajas comerciales que esa breve ocupación de un año trajo para la economía de La Habana y sus alrededores.
 Ya florecía en el corazón y la mente de los habitantes de esta tierra la “otredad” como signo de identidad, el ser distintos, hablar un mismo idioma y vivir bajo un clima tropical en una isla privilegiada en su colocación geográfica.
 Con la Revolución de las Treces Colonias de Norteamérica, La Habana fue base de apoyo incondicional de los rebeldes, los puertos de la isla estaba abierto a los marinos americanos y la ayuda para solventar su independencia, no solo vino de Francia, sino de Cuba, cuyas mujeres contribuyeron con sus joyas a la causa de Washington, es una historia larga que las mentes pragmáticas olvidan, pero que no olvidamos nosotros.
 Luego la necesidad de los gobiernos de Estados Unidos a lo largo del siglo XIX, de anexarse la isla, ya sea por compra, canje o invasión, porque la próspera colonia era “necesaria” para la autosuficiente nación en expansión. Esa fue para Cuba colonial su paradoja, en el afán enfermizo e interesado de la oligarquía criolla de Cuba por mantener una economía de plantación con base esclavista, que la convirtió en la más poderosa de Hispanoamérica.
 En la segunda mitad del siglo XIX, madura la sociedad cubana, identificada  y con cultura propia, el baldón colonial era solo una mascarada para sostener la esclavitud y el enriquecimiento de una burocracia colonial española, por lo que las luchas por la independencia de Cuba comenzaron, con la ayuda individual de muchos norteamericanos y una “neutralidad” de su gobierno al que no convenía una Cuba independiente, dadas sus pretensiones de anexarla.
 A fines del siglo XIX los acorazados yanquis inauguraron la era imperialista del capitalismo mundial, esta vez para crear áreas de influencias que dejaran bien claro al resto de la potencia que para Estados Unidos, América Latina no era otra cosa que su patio trasero, su área de influencia.
 Para entonces ya teníamos un ojeador de futuro, un hombre inteligente que vivió un largo tiempo en los Estados Unidos y lo conoció, supo de su forma de hacer política y de las características de aquella sociedad de las ganancias y las oportunidades, tan llena de contradicciones en su democracia ensombrecida por su racismo, su olvido del débil y de la exaltación del triunfador, no importa cómo, ni en qué, ni por qué, ese hombre es José Martí, el primer antimperialista, luchador social, impulsor de la unidad latinoamericana y de la dignificación de las culturas de estos pueblos nuestros del sur.
 El esfuerzo por borrar el ejemplo de Martí fue grande, lo convirtieron las oligarquía en el convidado de piedra en una República nacida con el parche de la Enmienda Platt, semicolonia, sin una personalidad real como nación, sometida durante más de 60 años al saqueo de los monopolios de los Estados Unidos en complicidad con la burguesía nacional, disminuida al papel segundona administradora de la semi colonia, con el enorme complejo de inferioridad del “fatalismo geográfico”, basada en la fórmula de: “Se puede hacer todo con los americanos, pero no contra los americanos”, por supuesto aludiendo a los poderes del norte.
 Estamos ya por los 60 años del triunfo de la Revolución que lideró Fidel Castro, nuestro Fidel ese que acabamos de sembrar en la Historia y que seguirá inspirando esta hazaña política y social que es, construir el socialismo a 90 millas de los Estados Unidos, contra viento y marea

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