Este es el año del centenariode Benny Moré, ese negro de voz distinta que marcó la cultura musical cubana de un modo indeleble, será en agosto y para esa voz cubana que nos reafirmó en el mundo siempre habrá un momento para escuchar y recordar:
En Cuba no hay que presentarlo, todos sabemos
quién es, conocemos su timbre inconfundible y su versatilidad como cantante,
que lo hace ir desde el bolero a la rumba y el mambo, pasando por todos los
ritmos cubanos conocidos en su época.
El 24 de agosto de 1919 nació Bartolomé
Maximiliano Moré en el pueblo de Santa Isabel de las Lajas, en la provincia de
Cienfuegos. De familia muy humilde, negro y campesino, creció en un medio
difícil para el desarrollo de sus facultades musicales.
Los biógrafos del Benny han podido rastrear
sus raíces africanas[1] hasta su tatarabuelo
congo Ta Ramón Gundo Moré, el primer rey del “Casino de los Congos de Santa Isabel de las Lajas”,
que llegó a Cuba como esclavo y que de su último amo el conde Moré hereda el
apellido, aunque no murió esclavo, sino libre a los 94 años de edad.
El Benny abandona tempranamente los estudios,
obligado por la necesidad de ayudar a su familia. Chapea, siembra, corta caña,
recorre bateyes y pueblos en busca del sustento para los suyos, pero sin
olvidar la música, su inspiración de vida.
En 1940 llega a La Habana acompañado de su
guitarra y comienza su peregrinaje por bares y café, haciéndose oír y esperando
su oportunidad. En 1944 se presenta en
la emisora “Mil Diez” con el Septeto Cauto, y poco después se integra al
Conjunto Matamoros sustituyendo en la voz prima nada menos que al célebre
Miguel Matamoros, quien dirigía el conjunto. Con ellos viaja a México en 1945 y
allí se consagró.
La carrera de Benny Moré en México fue muy
exitosa, alcanzando una gran popularidad, después de actuar en los cabarets
“Montparnasse” y “Río Rosa”, en salones de bailes y de grabar para las más
importantes disqueras mexicanas.
La madure llega con su entrada en la orquesta
de su coterráneo Dámaso Pérez Prado, con quien hizo más de setenta grabaciones,
entre ellas los clásicos bailable: “Bonito y sabroso”, “Mucho corazón”,
“Panchito e’ che” y “Ensalada de Mambo”, entre
otros muchos éxitos.
En diciembre de 1950 regresa a Cuba, era una
estrella en México y conocido en casi toda América Latina, pero en Cuba se guía
siendo un desconocido.
En la isla reinicia su carrera en Santiago de Cuba con la orquesta de
Mariano Mercerón, allí sus presentaciones en la emisora “Cadena Oriental de
Radio” lo ponen en la actualidad del
panorama musical cubano. En 1951 debuta en La Habana con la orquesta de Bebo
Valdés en la “RHC Cadena Azul”, luego fue contratado por la emisora “Radio
Progreso” y consolida un trabajo artístico
que lo demanda en bailables, presentaciones en vivo en los mejores
cabarets de la ciudad.
En 1954 funda su Banda Gigante, orquesta en
formato de jazz band con la cual amplió el timbre interpretativo de la música
cubana. Benny logra una sonoridad cubana y una forma singular de hacer el son y
otras formas musicales cubanas, ganando la popularidad y el respeto entre el
público y los especialistas, que lo sitúan entre los más grandes
intérpretes de la música popular
cubana.
En 1960 el Benny es diagnosticado de cirrosis
hepáticas y aunque continua su amplio programa de presentaciones en bailes, en
la radio y la televisión, su salud se reciente y fallece el 19 de febrero de
1963 en La Habana.
Para homenajear a este negro maravilloso nada mejor que escuchar su música, esa donde todo lo hizo
bien con ese intuitivo don de los grandes para imponerse pese a todas la
adversidades.
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