Caricatura de Francisco Blanco
Hay un tema al que es
obligado volver en estos días en que la cordura humana se enfrenta a la
ambición y el egoísmo de la misma especie, la conservación de la naturaleza,
irracionalmente explotada por el ser humano de tal modo que está hoy en
capacidad de destruir su única sujeción de sustento, el planeta Tierra, la
esfera azul que asombra a cosmonautas y televidentes cuando contemplamos el espectáculo de su
mansedumbre en el giro armónico alrededor del sol , en el lugar exacto, ni más
allá ni más acá, pero llena de estos seres que somos nosotros irracionalmente
racionales, que calculamos la destrucción del vecino porque no nos gusta,
porque cree en otro Dios, porque tiene otras costumbres o porque es más rico,
para ello nos valemos como especie de todas las artimañas de nuestra mente, lo
acusamos de las mismas perversiones que escondemos, maquillamos nuestros actos
y exageramos los suyos, todo para aislarlo y satanizarlo, sin pensar que ellos
también son seres humanos, aunque piensen distinto o sean físicamente distinto.
¿Cuándo entenderemos que
somos una sola especie en un único planeta, que nos conviene una casa en orden
y no virar el rostro para otro lado en nuestro propio vecindario?
“Estudiar las fuerzas de la naturaleza, y aprender a manejarlas, es la
manera más derecha de resolver los problemas sociales[1] (1884)”, eso dijo un visionario joven cubano ante la vista
palpable del desarrollo humano y dijo más: “…la
naturaleza no es más que un inmenso laboratorio en el cual nada se pierde; en
donde los cuerpos se descomponen, y libres sus elementos vuelven a mezclarse,
confundirse y componerse, pudiendo, en el transcurso de los siglos-que son
instantes en la vida del mundo-volver a su antiguo ser, a colmar los vacíos que
el hombre haya causado, por otra parte imperceptibles en los inconmensurables
depósitos del globo.[2](1883)”
Esa aseveración es aun hoy
impensada, tanta es la codicia humana que no le da tiempo a recuperarse a la
madre tierra y lo que se especuló fuera “inconmensurable depósito del globo”,
se ha trasformado en “caja de la discordia”, porque los recursos no alcanzan
para que unos pocos millones vivan en el siglo XXI, mientras otros miles de
millones apenas se alimentan y son
víctimas de la codicia ajena; parafraseando una consigna tupamara: “Habrá
planeta para todos o no habrá planeta para nadie”, esa es una realidad de hoy,
la que no podemos seguir negando, ni escondiendo.
“... ¡qué enojo, el de la
naturaleza perseguida! Se vuelve hacia el hombre, y como el tigre al cazador, de un golpe de grifo lo desfibra y
aplasta. Gruñe y tiende.”[3]
Tomemos conciencia de ello, le hacemos daño al
planeta y este nos pasa la cuenta en fenómenos naturales cada vez más violentos
y también más democráticos, porque no discrimina países en desarrollo o
naciones desarrolladas para dejar ver su fuerza, aunque lo que sí deja al
desnudo es el enorme abismo de desigualdad social porque “…en bosques, como en
política, no es lícito derribar sino para edificar sobre las ruinas”[4]
No hay comentarios:
Publicar un comentario