lunes, 19 de marzo de 2018

¡QUÉ ENOJO DE LA NATURALEZA PERSEGUIDA!




 Caricatura de Francisco Blanco

Hay un tema al que es obligado volver en estos días en que la cordura humana se enfrenta a la ambición y el egoísmo de la misma especie, la conservación de la naturaleza, irracionalmente explotada por el ser humano de tal modo que está hoy en capacidad de destruir su única sujeción de sustento, el planeta Tierra, la esfera azul que asombra a cosmonautas y televidentes  cuando contemplamos el espectáculo de su mansedumbre en el giro armónico alrededor del sol , en el lugar exacto, ni más allá ni más acá, pero llena de estos seres que somos nosotros irracionalmente racionales, que calculamos la destrucción del vecino porque no nos gusta, porque cree en otro Dios, porque tiene otras costumbres o porque es más rico, para ello nos valemos como especie de todas las artimañas de nuestra mente, lo acusamos de las mismas perversiones que escondemos, maquillamos nuestros actos y exageramos los suyos, todo para aislarlo y satanizarlo, sin pensar que ellos también son seres humanos, aunque piensen distinto o sean físicamente distinto.
¿Cuándo entenderemos que somos una sola especie en un único planeta, que nos conviene una casa en orden y no virar el rostro para otro lado en nuestro propio vecindario?
Estudiar las fuerzas de la naturaleza, y aprender a manejarlas, es la manera más derecha de resolver los problemas sociales[1] (1884)”, eso dijo un visionario joven cubano ante la vista palpable del desarrollo humano y dijo más: “…la naturaleza no es más que un inmenso laboratorio en el cual nada se pierde; en donde los cuerpos se descomponen, y libres sus elementos vuelven a mezclarse, confundirse y componerse, pudiendo, en el transcurso de los siglos-que son instantes en la vida del mundo-volver a su antiguo ser, a colmar los vacíos que el hombre haya causado, por otra parte imperceptibles en los inconmensurables depósitos del globo.[2](1883)”
  Esa aseveración es aun hoy impensada, tanta es la codicia humana que no le da tiempo a recuperarse a la madre tierra y lo que se especuló fuera “inconmensurable depósito del globo”, se ha trasformado en “caja de la discordia”, porque los recursos no alcanzan para que unos pocos millones vivan en el siglo XXI, mientras otros miles de millones apenas se alimentan  y son víctimas de la codicia ajena; parafraseando una consigna tupamara: “Habrá planeta para todos o no habrá planeta para nadie”, esa es una realidad de hoy, la que no podemos seguir negando, ni escondiendo.
 “... ¡qué enojo, el de la naturaleza perseguida! Se vuelve hacia el hombre, y como el tigre al cazador, de un golpe de grifo lo desfibra y aplasta. Gruñe y tiende.”[3]
 Tomemos conciencia de ello, le hacemos daño al planeta y este nos pasa la cuenta en fenómenos naturales cada vez más violentos y también más democráticos, porque no discrimina países en desarrollo o naciones desarrolladas para dejar ver su fuerza, aunque lo que sí deja al desnudo es el enorme abismo de desigualdad social porque “…en bosques, como en política, no es lícito derribar sino para edificar sobre las ruinas”[4]



[1] Obras Completas de José Martí. Tomo 13: 520
[2] Ídem: Tomo 8: 447
[3] Ídem: Tomo10: 24
[4] Ídem: Tomo10:321

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