"Baraguá" Dibujo de Hernández Giró
Hace
140 años un 15 de marzo de 1878 se reunían en el centro de la región oriental,
bajo una hermosa arboleda de mangos, el general cubano Antonio Maceo y el
general español Arsenio Martínez Campos, jefe de las fuerzas colonialista que
combatían a los independentistas cubanos en su afán por alcanzar la
independencia de la isla y la abolición de la esclavitud.
Martínez Campos había llegado a Cuba con la
intención de terminar la guerra de un modo de otro y es por eso que junto a una
intensificación de las operaciones militares contra los insurrectos, inició un
acercamiento a la dirección del movimiento independentista, ofreciéndole una
salida negociada al conflicto, para terminar la guerra ofreciéndole un conjunto
de promesas políticas y reinserción en la sociedad colonial, pero sin tocar los
problemas medulares que había llevado a
los cubanos a la guerra: la independencia y la abolición de la esclavitud.
Es así que logra firmar con el gobierno de la
República en Armas un armisticio, conocido en nuestra historia como “Pacto del
Zanjón” (febrero de 1878).
Enterado Maceo de la componenda se opone
abiertamente a ella y así lo hace saber a los comisionado que le envían las
autoridades de la revolución que había firmado el pacto: “…los responsables
quienes quiera que lo fuesen,… habían cometido un error en admitir y entablar
entrevistas y conferencias, sin conocimientos de todo el ejército cubano para
llegar a terminarlas admitiendo un pacto sin abolición y sin garantías…”[1]
Es por esta razón que Maceo acepta reunirse
con Martínez Campos en “Los Mangos de Baraguá”, no para aceptar el pacto que de
plano el rechaza sino para darle a conocer su posición y la de un buen grupo de
prestigiosos revolucionarios que junto a él rechazaban los que consideraban una
capitulación.
Con la Protesta de Baraguá Antonio Maceo
intentó levantar la moral combativa de la Revolución Independentista y
continuar la guerra con una nueva dirección y alcanzar los objetivos supremos
de la guerra iniciada en 1868, la independencia y la abolición de la
esclavitud.
Pero el Pacto del Zanjón tuvo un efecto
desmovilizador dentro de las fuerzas cubanas y a pesar del gesto de los
orientales encabezados por Antonio Maceo, la guerra languideció y finalmente el
mismo Maceo tuvo que salir al exilio en espera de mejores condiciones para
reanudar la contienda.
Sin embargo el gesto de este extraordinario
cubano, salido de las entrañas populares ha quedado imperecedero como ejemplo
de intransigencia y dignidad de los cubanos.
José Martí, reconocerá años después el digno
esfuerzo del general Antonio Maceo: “Tengo ante mis ojos la Protesta de
Baraguá, que es el documento más glorioso de nuestra historia.”
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