jueves, 29 de marzo de 2018

ARTURO CARRICARTE ARMAS, FUNDADOR DEL MUSEO JOSÉ MARTÍ




 Foto de Arturo R. de Carricarte, joven.
Colección Museo Caca Natal de José MartÍ

Para los cubanos el nombre de Arturo R. de Carricarte Armas (1880-1948), no es muy común, tendríamos que buscar el mismo entre los especialistas que estudian la literatura cubana de los primeros años de la República, pero este cubano inteligente y emprendedor fue una de las figuras más relevante en cuanto a la conservación y divulgación de la memoria y el legado de José Martí.
Nació en Marianao, La Habana el 6 de noviembre de 1880, estudio en el Instituto de Segunda enseñanza de La Habana donde se graduó en 1894 y en 1902 viaja a Veracruz, México, donde permanece una breve temporada. En el puerto mexicano Carricarte trabaja en la redacción de las revistas “El Dictamen” y “Revista Crítica” junto a Pedro Henríquez Ureña
Regresa a Cuba y comienzan sus colaboraciones con los periódicos y revistas de La Habana entre las que se destacan, la revistas “La Época” (1904-1905), de la que fue también jefe de redacción y “La América” (1907); fue colaborador del único periódico habanero que se publicó en inglés “The Havana Daily Post” (1907) del que fue además jefe de redacción de su edición en español. En 1908 fue premiado en los Juegos Florales del Ateneo y Círculo de La Habana.
En 1909 entra al servicio consular cubano al ser nombrado Consul de Cuba en Montevideo, Uruguay, país donde mantuvo una activa participación en la vida intelectual.
De regreso a Cuba consolida su labor literaria al obtener el Premio de Literatura (1913-1914) de la Academia de Artes y Letras por su novela, “Historia de un vencido” (El Ñáñigo), miembro de la Academia de Artes y Letras, de la Sociedad Geográfica y de otras similares en Hispanoamérica; funda en 1915 la revista “Helios” de Marianao y se desempeña además en cargos gubernamentales en la Secretaría de Instrucción Pública y la de Estado.
En 1921 funda la “Revista Martiniana”, primera publicación íntegramente dedicada a José Martí en la que se dedica a publicar cartas, documentos, poesías y documentos relacionados con nuestro Apóstol, dado a conocer valiosas piezas de la documentación martiana, entre ellas la famosa “carta inconclusa a Manuel Mercado” publicada por primera vez en la Revista Martiniana.
Desde la Revista Martiniana, Carricarte hizo ingentes esfuerzos para rescatar la Casa Natal de José Martí, en esos momentos en muy mal estado y habitada por una numerosa familia desde 1903, en que Doña Leonor fue autorizada por el Patronato fiador de la Casa a alquilarla, tras su muerte sus herederos siguieron cobrando el alquiler y luego dejaron de hacerlo.
Carricarte promueve litigio para el rescate de la casa comprada por cuestación pública y logra el desalojo de la misma para dedicarla al “Museo José Martí”, primero dedicado al Apóstol y dirigido por este eminente cubanos desde 1925 hasta 1940.
Desde este puesto batalló con la desidia gubernamental para rescatar objetos y documentos y mostrar al público, apoyar a los maestros de las escuelas públicas en su espontánea y noble labor de “rescatar” a Martí e integrarlo a su pueblo, con el conocimiento de su vida y su obra.
Su labor cayada y anónima permitió consolidar al “Museo José Martí”[1] dentro de las tradiciones patrióticas del pueblo cubano, que incorporó a la “Casita de Martí” como una de las reliquias de la patria.
Durante todo este tiempo continúa su amplia colaboración con la prensa de su época, funda y dirige la Biblioteca Municipal de La Habana y posteriormente la de Marianao.
En 1948 enfermo y decepcionado se retira de la dirección de la Casa Natal de José Martí. Murió el 8 de noviembre de 1948 en su Marianao natal, su recuerdo queda en esta institución que fundó en 1925, la Casa Natal de José Martí a la cual se consagró, como homenaje sincero y desinteresado al Apóstol Cubano.

miércoles, 28 de marzo de 2018

APUNTES SOBRE MARTÍ




"Yugo y Estrella", Autor, José Luis Fariña

Por estos días que al amanecer y escribir recuerdo siempre que hace 123 años un hombre talentoso y convencido de sus ideas, vagaba por Las Antillas convocando a un pueblo al sacrificio mayor de darse su libertad, sin llamar al mundo para que viera su obra y teniendo en cuenta que no todos entendían su entrega.
Viviendo como vivió José Martí en un medio social plagado de injusticias por reparar y queriendo fundar una patria que diera cabida a todos los que había nacido en este suelo o vivían en él y por ende eran partícipes de su proceso social, fue muy cuidadoso al convocar a este pueblo a la necesidad mayor que tenía, convertirse en nación para sí y de todos.
 Llamó a la unidad de todos los que querían la independencia de Cuba, pero dejó las puertas abiertas para que entraran por ella quienes querían el bien de la nación, hacerla próspera, aunque dudaban ante la guerra que se avecinaba, porque en su tiempo esta independencia había que alcanzarla al filo del machete de manos de una metrópoli que hizo de la retención de Cuba una cuestión de honor.
 Por eso arriesgó su vida y finalmente muere por la causa en la que creyó, sin esperar a ver de qué lado se vive mejor.
 Por eso es el héroe y paradigma de los cubanos, por eso creció desde las entrañas de su pueblo y de los oprimidos de la tierra, no por decreto de nadie sino por la convicción de que en su prédica había mucho de verdad y un tanto muy grande de sueños por cumplir.

martes, 27 de marzo de 2018

JOSÉ MARTÍ, EL SACRIFICIO




El mejor Cubano /2009[1]

Enrique José Varona, es una de las grandes mentes de la cultura cubana, filósofo positivista destacan sus esfuerzos por reformar la educación en Cuba principalmente en el período de la ocupación de los Estados Unidos, durante el cual sus propuestas para la enseñanza superior, modernizó la universidad cubana y sentó las bases para su posterior crecimiento.
 Varona fue también un patriota cubano, convencido independentista, librepensador y figura que jugó un importante rol de promoción de las ideas de José Martí, a quien sustituyó en la dirección del periódico “Patria” tras la muerte del Apóstol.
 Transcribimos a continuación un breve artículo aparecido en la revista cubana “Bohemia” en el que Varona caracteriza la vida y la obra de José Martí en una época en que su figura era venerada, pero poco  entendida y muchas veces temida por los sectores reformistas y anexionistas, que sobrevivían a la sombra de la “República Mediatizada”:
«Grande en la vida y en la muerte, heroico en el aspirar y en el ejecutar, así fue Martí. Ayer se le miraba como un conjunto de raras y contrapuestas cualidades. Hoy, a nuestros ojos asombrados y entristecidos, su vida nos parece hecha de un solo bloque de indestructible granito. Martí fue un hombre tipo. Uno, por la fijeza de su idea, uno, por la firmeza de su carácter. Todo lo inmoló por esa idea, que no era otra que la redención de un pueblo. El artista exquisito olvidó su arte, el hombre apasionado sus afectos. Martí se desposeyó de sí mismo por completo y por completo se dio a Cuba. Demasiado sabía lo que cuesta esa  consagración. Más nunca se le vio vacilar. Aunque sus pies sangraran proseguía su camino; aunque desgarraran sus oídos los silbidos y los insultos, continuaba mirando hacia delante.
« ¿Qué obstáculo podía detenerlo? ¿Qué riesgo amedrentarlo? Sabía él que la mirada de Cuba lo seguía, y estaba dispuesto a merecer esa preferencia, para enseñar a los otros a merecerla. Sabía más, sabía que iba a la muerte, lo presintió, lo profetizó. Pero, ¿qué le era la muerte, si lo que él quería era dar vida a un pueblo? Para que resplandeciera en lo más alto la pureza de su corazón, sería quizás necesario que una bala enemiga lo traspasara. No importaba. Él iría a desafiar la bala enemiga. Pero entonces sus enemigos, que eran los enemigos de Cuba, tendrían que callar avergonzados; y este silencio sería el principio del triunfo de Cuba. El no lo presenciaría, no disfrutaría de sus beneficios. Tampoco importaba si ya su obra estaba realizada, y Cuba recogía el fruto glorioso y sangriento.
« ¿Cabe mayor grandeza de alma? No, no hay vida más digna de admiración que la del patriota cubano José Martí. Sus amigos íntimos lo reconocían, cuando le daban el noble y cariñoso título de maestro. Los cubanos todos lo reconocemos, cuando lo veneramos con el nombre insigne de mártir. Fue maestro que enseñó doctrinas de libertad, lecciones de concordia, ejemplos de dignidad moral. Y por su vida de abnegación y por su muerte heroica ha merecido que se sintetice su carrera en la palabra gloriosa, que pone un nimbo resplandeciente en torno de unos cuantos grandes nombres, en la que inmortaliza a los Prometeos, clavados en su roca, y a los Cristos, clavados en su cruz, la palabra SACRIFICIO.»[2]




[1] Autora, Adela Suárez. Colección del Museo Casa Natal de José Martí
[2]Publicado en la revista BOHEMIA, 21 de mayo de 1911