viernes, 22 de diciembre de 2017

REVOLUCIÓN, LA INSTITUCIONALIZACIÓN (2)



A partir de 1971 con el Primer Congreso de Educación y Cultura, todas las corrientes de pensamiento no marxistas-leninista fueron consideradas revisionistas o diversionistas por lo que fueron combatidas y censuradas, matando el debate franco y abierto que enriquecía al proceso revolucionario en los primeros años de la década de los 60s.
El marxismo-leninismo se convirtió en dogma de la Revolución, bajo su pretendida “cientificidad” fueron encasillados todos los procesos de la economía, la sociedad y la política, había una ética marxista-leninista, una estética y una psicología de igual etiqueta y hasta se pretendía tener en las manos un “comunismo científico”, que tras el derrumbe del socialismo “real” soviético, el choteo cubano renombro como “de ciencia ficción”.
Los manuales se multiplicaron como las Biblias y la repetición mecánica y acrítica, se convirtió en camisa de fuerza, para el análisis de cualquier tema. La “marxificación” dogmática llegó al estudio del “marxismo-leninismo” en la enseñanza media y universidades, en la que había un examen obligatorio de marxismo para graduarse.
Los círculos de estudios, tenían ese tema como base, en centros de trabajo y unidades militares; la prensa no dejaba de publicar “profundos” artículos sobre filosofía marxista y la sociedad del futuro, tras la vuelta de la esquina, y el discurso oficial nos prometía un futuro feliz con el apoyo incondicional de la URSS y los suyos, pese al bloqueo y nuestro auto-aislamiento.
El resultado fue la aparición de un pensamiento aparentemente monolítico, el empobrecimiento de la vida intelectual y la marginación de personalidades de la cultura, las artes y el pensamiento, que no aceptaron los esquemas dominantes o no “cabían” en los patrones de “parametración”[1] del estado.
En cuanto a la economía el período, fue de estabilización y crecimiento basado fundamentalmente en la decisiva ayuda económica de la Unión Soviética y los países socialistas, la reorganización productiva del país (crecimiento de la mano de obra, dada las desmovilizaciones militares masivas de las milicias, aumento de la calificación y de la productividad del trabajo; reanimación de sectores económicos, etc.)
Este renacimiento de la economía cubana se acentuó a partir de 1972 con la estrada de Cuba en el Consejo de Ayuda Mutua Económica (CAME). La integración al CAME trajo como consecuencia, el reajuste a las normas y reglas de este bloque económico, europeo, con una locomotora fundamental, la URSS y naciones altamente dependientes de esta economía líder.
Dentro del CAME a Cuba le tocó producir materias primas, azúcar, cítrico y níquel, con precios subvencionados, poca elaboración y un sistema que acentuaba el patrón de país monoproductor que le había correspondido desde el siglo XVIII.
Al estado cubano no le quedó otra alternativa, país sometido a un férreo bloqueo económico, con limitadísimos créditos de occidente, cero inversiones de países capitalistas y un compromiso político e ideológico muy grande con el bloque soviético, tuvo que aceptar la pertenencia a un grupo al cual solo lo ligaban lazos ideológicos y de geo-política.
La Revolución Cubana había intentado un desarrollo económico autónomo, basado en una economía diversificada y dinámica durante los años 60s.  La inexperiencia  y el idealismo social de “quemar etapas” para llegar a la sociedad comunista, provocó graves daños a la economía cubana, no solo afectada por el bloqueo y los sabotajes, sino por las improvisaciones, como el hecho de hacer desaparecer las relaciones mercantiles que rigen la economía, dejando a los mecanismos subjetivos  la entrega al trabajo y el estímulo idealista, que a la larga dejó un país semiparalizado sostenido tan solo por el entusiasmo de un pueblo  dispuesto a construirse un futuro mejor.
Tras la rectificación de los 70s se comenzó la implantación gradual del sistema socialista soviético de Dirección y Planificación de la Economía, altamente centralizada y burocratizada, que hacen depender la mayor parte de las decisiones del nivel central, con poco margen a la flexibilidad, la creatividad y productividad del ejecutor directo del trabajo.
Las relaciones inter-comerciales basadas en un sistema mercantil artificial se basaban en el cumplimiento del plan a toda costa y costo, en detrimento de la productividad y calidad, con un mecanismo de motivación al productor basado en estimular un trabajo poco productivo.
Pese a estos problemas hubo un sostenido crecimiento económico, basado en la reserva productiva poco explota, el mejoramiento e inversión en esferas económicas deprimidas y la abundante ayuda de los países del CAME. En el primer quinquenio de la institucionalización (1971-1975), el producto interno del país alcanzó un 10 % de crecimiento, en tanto que en el segundo (1976-1980) el mismo fue más modesto, 4 %.
La Revolución Cubana continuó  en esta década, lo que ha sido su principal premisa: la distribución equitativa de la riqueza social, a través de un sistema educacional gratuito, que en esta etapa alcanzó altas metas; el sistema de salud, la seguridad social, el pleno empleo, aún a costa de la productividad; la masificación del deporte, como base a la preparación de un deporte de marcas y altos resultados internacionales; la cultura, entendida  en el desarrollo de un fuerte movimiento de aficionado, apoyo material a los artistas profesionales y prioridad para el desarrollo de las artes y la literatura de masas.
Lastrando estos grandes logros sociales está el fenómeno del igualitarismo, las gratuidades excesivas y el despilfarro de recursos, así como la baja calidad de los servicios, la producción y la educación.
 En cuanto a las relaciones internacionales, durante la década Cuba jugó un importante rol en el movimiento de liberación nacional antimperialista en muchos países del tercer mundo, la ayuda cubana no se limitó a la solidaridad política con dichas causas, sino que  activamente contribuyó a entrenar cuadros militares y políticos tanto en Cuba como en otros países para desarrollar la lucha guerrillera contra regímenes coloniales o dependiente de las grandes potencias imperialistas, principalmente los Estados Unidos.
 Es notoria la colaboración cubana con los movimientos guerrilleros en América Latina, principalmente en la década del 60s, su apoyo incondicional al pueblo vietnamita en su guerra de liberación contra la ocupación norteamericana y que culminó en 1975 con la salida humillante de las últimas fuerzas de los EE.UU. y del régimen que había sostenido en el sur de Vietnam.
 Muy importante fue la participación de Cuba en el entrenamiento, sostenimiento y apoyo militar y político al movimiento guerrillero en las colonias portuguesas de África, proceso que se agudizó con la salida de Portugal de dichos territorios y la delicada situación político militar que se presentó en el rico enclave de Angola.
 Allí los cubanos apoyaron al Movimiento para la Liberación de Angola (MPLA) dirigido por el Dr. Agostinho Neto, quien junto a las fuerzas de la UNITA de Savimbi y el FMLA de  Roberto, habían llegado a un acuerdo con la metrópoli portuguesa para proclamar la República el 11 de noviembre de 1975. Ambas fuerzas eran apoyadas por los Estados Unidos, las potencias europeas y los gobiernos de Zaire y Sudáfrica, dispuestos a impedir la llegada de un gobierno de izquierda al poder en Angola.
 La invasión directa de fuerzas zairenses y sudafricanas al territorio angolano determinó el pedido de ayuda militar a Cuba, por parte de MPLA de Neto en noviembre de 1975, días antes de la proclamación de la República Popular de Angola.
 Aceptado este pedido el 5 de noviembre de ese año, fuerzas regulares del ejército cubano, junto a las incipientes fuerzas armadas angolanas rechazan el cerco a Luanda y permiten la proclamación de la república. Fuerzas cubanas y angolana repelen en todo el país a mercenarios y tropas regulares de Zaire y Sudáfrica, en una valiente ofensiva que trae por resultado la liberación de todo el territorio angolano el 27 de marzo de 1976, habían llegado desde Cuba 36 mil combatientes internacionalistas que permanecieron en el país durante poco más de quince años, en lo que se conoce en nuestra historia contemporánea como la “Operación Carlota”.
En cuanto a las relaciones con los Estados Unidos, la década del 70 fue un período más tranquilo que el anterior, pese a la activa beligerancia de los grupos terroristas de ultraderecha de origen cubano, radicados básicamente en La Florida y con pleno apoyo de la CIA y el gobierno de los EE.UU.
Continuaron los ataques a barcos pesqueros cubanos, mercantes, atentados contra técnicos  y diplomáticos cubanos en el exterior que eran un modo de mantener  justificada la política de los gobiernos de Estados Unidos contra Cuba. El más execrable de estos crímenes terroristas ocurrió en octubre de 1976 cuando terroristas de origen cubano hicieron estallar en pleno vuelo un avión de la línea área Cubana de Aviación, que rendía vuelos Caracas-Habana con escala en Barbado, 76 personas perdieron la vida, todos civiles.
El 30 de mayo de 1977 los gobiernos de Cuba y los Estados Unidos[2] acuerdan la apertura en La Habana y Washington de una Sección de Intereses adjunta a las embajadas de Suiza que representan los intereses respectivos en cada país. Se establecía un canal de comunicación más directo entre ambas naciones, necesario dado los miles de cubanos que viven en los estados Unidos y el flujo de emigrantes legales e ilegales que existen entre ambas naciones.
El estado norteamericano había dado a los cubanos un status especial para obtener la residencia en ese país[3],  mucho más ventajoso si llegaba de forma ilegal, mientras obstaculiza las vías legales de emigración de Cuba a ese país. Esta Ley, calificada en Cuba como “Ley asesina”, ha costado la vida a  miles de cubanos tratando de llegar a los Estados Unidos cruzando el estrecho de la Florida.
Bajo este régimen de distensión que se produce entre ambos países se produce la llegada a Cuba en 1978 de un grupo de jóvenes cubano-norteamericanos, agrupados en la brigada “Antonio Maceo”. Ellos constituyeron el primer acercamiento de la Comunidad Cubana de los Estados Unidos con la patria de origen.
Su presencia impactó a la sociedad cubana tanto como a ellos, era el contacto de ambos grupos con sus verdades y prejuicios, el rompimiento de tabúes mutuos y la apertura de una posibilidad de entendimiento más allá de las diferencias ideológicas.
Ellos fueron el puente para que a fines de 1978 [4] llegaran a Cuba un numeroso y representativo grupo de la Comunidad Cubana y se entrevistan con autoridades cubanas sobre temas como, la reunificación familiar, liberación de presos políticos y la autorización para la visita de la emigración cubana a sus familiares en Cuba.
Estas visitas se convirtieron en el principal logro de estas conversaciones, miles de cubanos radicados en los Estados Unidos y otras partes del mundo fueron autorizados a visitar a sus familiares en Cuba. El impacto en la sociedad cubana fue positivo, al cambiar el modo de ver a estos emigrados, calificados en su conjunto como “gusanos” por la propaganda oficial y ahora exaltados por el imaginero popular como los “hijos prósperos que llegaban” de una sociedad donde “todos los problemas materiales están resueltos”, pese a los grandes problemas sociales que existen. En contraste estaba la austera realidad cubana, llena de limitaciones materiales, pese a los grandes esfuerzos de la Revolución, y los muchos problemas de justicia social, discriminaciones e irrespeto a los derechos ciudadanos que estaban pendientes.
Esto unido a la existencia de un buen número de descontentos, desclasados o personas que no aceptaban el socialismo, fue creando una situación explosiva en las ciudades, principalmente en La Habana y que tuvieron su detonante en la penetración violenta de miles de ciudadanos en la embajada de Perú  y otras sedes latinoamericanas, en abril de 1980.
El gobierno cubano retira la guardia de estas sedes diplomáticas y aumenta el número de refugiados, creando una delicada situación humanitaria en esos edificios y serio conflicto internacional.  La demanda única de aquellos “refugiados” es la aspiración a emigrar, principalmente a los Estados Unidos.
Tras varios días de tensas negociaciones se decide la salida hacia Perú de algunos cientos de refugiado en su embajada en La Habana y otros hacia países que los quisieran recibir. Pero la avalancha mayor está por llegar:
Ante la propuesta de la Comunidad Cubana de La Florida de venir a buscar a sus familiares en lanchas alquiladas por ellos, el gobierno cubano acepta y habilita el puerto del Mariel para la salida de todos aquellos ciudadanos que fueran reclamados por sus familiares.
Las embarcaciones salían sobrecargadas del Mariel, pues a los familiares reclamados, las autoridades cubanas añadían otros que deseaban emigrar, creándose un clima tenso en las relaciones entre Cuba y los Estados Unidos.
El 14 de abril de  1980 el periódico “Granma”, publica el editorial “Ahora le toca al pueblo”, que califica de “escoria” a todos aquellos que tratan de emigrar y llama al pueblo a la “Marcha del Pueblo Combatiente” en todo el país para el día 19 de abril, en La Habana, esta muchedumbre pasó frente a la embajada de Perú.
La situación se hace tensa, hay agresiones personales a los que acuden a las oficinas de emigración, acoso en sus casas y centro de trabajo, no hay contención; todo el que quiere salir de Cuba en estos meses es “escoria”. Mítines de repudio en las cuadras y centro de trabajo de los que aspiran a emigrar y otras formas de presión que en algunos casos fueron violentas, se producen en todo el país. La situación es de miedo y resentimiento.
La culminación de tales “jornadas de ofensiva revolucionaria” fue el criminal sabotaje al círculo infantil Le Van Tan en Marianao, La Habana[5], en el que más de quinientos niños estuvieron a punto de morir por el incendio.
De haberse consumado el sabotaje se hubiera desatado un “baño de sangre”, porque las masas enfurecidas, ya estimuladas por muchos días de mítines de repudio se habrían tornado incontrolables. El mismo periódico hizo un llamado a la cordura y las autoridades se volvieron más activas en el control del orden público, los bajos instintos volvieron a las sombras y se cerró la más bochornosa página de manipulación de las masas del período revolucionario. Solo quedó el miedo como vestigio.
Más de 125 mil cubanos de todas las condiciones sociales arribaron a los Estados Unidos, la mayoría jóvenes, hostigados en Cuba por querer emigrar, recibidos con desconfianza en los Estados Unidos, por considerarlos “peligrosos”, prisioneros de su decisión, que en la mayoría de los casos no iba acompañada de una posición política, sino de un deseo de mejora sus condiciones de vida, aunque fuera una quimera.






[1] Este término se utilizó en los círculos culturales de la época, para caracterizar un proceso de análisis de las personas de la cultura con una serie de parámetros, para hacer cultura, sin los cuales quedabas fuera, algunos de ellos eran­: no tener creencias religiosas, no ser homosexual, tener integración revolucionaria, acatar la filosofía marxista leninista y los etc. que agregara el funcionario en cuestión.
[2] Gobernaba el presidente demócrata Jimmy Carter (1976-1980)
[3] Ley de Ajuste Cubano, engendro político que estimula la emigración ilegal de los cubanos, por las facilidades que se le da al llegar a territorio de los EE. UU.
[4] 20 de diciembre de 1978
[5] 8 de mayo de 1980

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