Autor Eduardo Abela
Por estos días hemos tenido un noticia cultural relevante, que ha pasado un
poco al segundo plano, cuando en realidad es para celebrar y reflexionar: el “punto
cubano” esa forma de la música campesina
devenida en folklor ha sido declarado “Patrimonio Inmaterial de la Humanidad”
por la UNESCO y para el cubano del siglo XXI eso le dice muy poco, por el
encasillamiento de esta forma auténtica de hacer música como cosa de antaño,
cuando en realidad aún en muchos lugares del campo profundo hay guajiros que
entonan esta forma de hacer música.
Sus inicios se remontan al siglo XIX cuando ya
se hacen claras las evidencias de una música campesina de fuerte raíz
hispánica, producto de un proceso de asimilación que produjo diferentes estilos
de acuerdo a la región donde se desarrollaba. En las zonas rurales de la isla y
principalmente en el centro y el occidente fue mayoritaria una población
campesina de origen canario, cuya emigración fue muy importante desde mediados
del siglo XVIII.
Ya a inicios del siglo XIX se encuentran
definidos en los campos de estas regiones de Cuba, formas folklóricas como, los
romances, los cantos de cuna, las rondas, el punto guajiro, la controversia y
el zapateo. Las formas musicales tendrán un lento proceso de aculturación a lo
largo de todo el siglo XIX acompañadas principalmente de instrumentos de cuerda
como el laud, la guitarra y el cubanísimo tres, variante de la guitarra
caracterizada por el encordamiento por pareja de las seis cuerdas, típico de
los campos de Cuba e imprescindibles en cualquiera de las formas de la música
campesina cubana. A estos instrumentos de cuerda se le unen otros también de
origen cubano, como la clave, el guayo, el güiro y la marímbula.
El punto cubano tiene a la décima improvisada
como su pilar literario muchas veces acompañadas por una tonada típica de cada
región, que recogían su sentir personal, pero también social a lo largo del
devenir de los años.
Con la aparición de la radio el punto y las
tonadas campesinas se expandieron por todo el territorio nacional como la “música
del campesino cubano”, aunque no podemos olvidar que de igual origen montuno es
el son oriental con sus variantes el nengón, el quiribá y el changüí, todas
ellas también música campesina, pero más mestiza, en la que la presencia de la
música africana en franco proceso de aculturación, le da otro matiz a la música
del campo cubano, que no fue solo blanca y europea.
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