«El
que investiga la verdad, hasta donde solo
importa
la verdad, puede rechazar tranquilamente
la
tradición sin el menor escrúpulo»
Gilbert
Murria
«Las
revoluciones no son paseos de rivera»
Alfredo
Guevara
La
madrugada del primero de enero de 1959 salía de Cuba el presidente Fulgencio
Batista Zaldivar (1901-1973), quien
gobernó a sangre y fuego durante casi siete años la República de Cuba,
apoyado por un fuerte grupo de poder que agrupaba a buena parte de la burguesía
cubana, del capital extranjero, mayoritariamente estadounidense y a intereses
de las poderosas mafias del juego, la extorsión y del negocio ilícito
nacionales y extranjeras.
En
las afueras de la ciudad oriental de Santiago de Cuba el Comandante Fidel
Castro, líder indiscutible de la
Revolución y Jefe del Ejército Rebelde llamaba a la Huelga General Política
para impedir que en la capital del país tomara cuerpo un Gobierno Provisional
encabezado por el magistrado del Tribunal Supremo Carlos Manuel Piedra y a la
sombra del General Eulogio Cantillo o del joven Coronel Ramón Barquín.
La poderosa reacción de las fuerzas populares
al apoyar a los revolucionarios y la rapidez del desplazamiento de las tropas
del Ejército Rebelde desarmaron todas las maniobras por escamotear el triunfo a
la Revolución
y al pueblo.
El 3 de enero de 1959 se formó en Santiago de
Cuba el Gobierno Provisional Revolucionario encabezado por el ex magistrado
Manuel Urrutia como presidente y José Miró Cardona como Primer Ministro. Del
gobierno formaron parte figuras de la derecha moderada y reformistas que se
habían sumado en los últimos momentos a los acontecimientos, junto a militantes
revolucionarios, protagonistas verdaderos de la Revolución.
El gobierno era un reflejo de la amalgama
política de estos primeros momentos y tenía por contrapeso al Ejército Rebelde
y su líder el Comandante Fidel Castro que impidieron la inclinación reformista
y lastrante de los primeros momentos.
Con el nombramiento de Fidel Castro como
Primer Ministro, el 15 de febrero de 1959, se le dio un impulso dinamizador al
cumplimiento del programa democrático-popular por él expuesto en su alegato de
defensa por el asalto al Cuartel Moncada, el 26 de julio de 1953 en Santiago de
Cuba.[1]
Lo primero que hizo la Revolución fue
desmontar el aparato legal que había servido para la politiquería de la
seudo-república. El Gobierno Revolucionario adquiere plenos poderes legislativo
y ejecutivo; disuelve las fuerzas armadas y los organismos del estado burgués,
a los partidos políticos tradicionales, el sindicalismo oligárquico y a los
tribunales de urgencia. En su lugar crea nuevos mecanismos de poder basados en
el derecho soberano de las mayorías desclasadas y explotadas del país. La
burguesía cubana pierde el poder político.
Pero no bastaba, el 17 de mayo de 1959 se
promulga en la Sierra
Maestra la Ley
de Reforma Agraria, paso trascendental que de un solo golpe acaba con el
latifundio en Cuba. Lastre más pesado para el desarrollo del campesinado
cubano. Al disponer tal medida el Gobierno Revolucionario entregó títulos de
propiedad a millares de campesinos que poseían la tierra como aparceros o
precarista, pero no disolvió las grandes haciendas privadas sino que las
convirtió en Granjas del Pueblo y Cooperativas. La reforma agraria pasó al
poder del estado cubano el 40 % de las tierras cultivables, muchas de ellas en
manos de empresas y particulares estadounidenses y el resto de la oligarquía
nacional.
La
Ley creó también el Instituto Nacional de Reforma Agraria
(INRA), organismo encargado de aplicar la ley agraria y de impulsar el
desarrollo de los planes económicos de la Revolución, no solo en la agricultura, sino en
otros sectores como fueron la pesca y el turismo.
En la práctica el INRA funcionó como un
gobierno dentro del gobierno, dándole en los primeros momentos el impulso
dinamizados que la composición del gabinete provisional impedía.
También se lleva a cabo el proceso de
confiscación de los bienes mal habido de los personeros del antiguo régimen,
antesala de las grandes nacionalizaciones que vendrían después.
La dinámica popular y de transformaciones de
la sociedad cubana determina que a mediados de 1959 se definieran los campos
políticos dentro del panorama nacional. La burguesía y sus aliados se alinean
abiertamente contra la Revolución y junto a la Revolución las grandes mayorías
de los humildes y desplazados.
Contra la Revolución se
esgrimieron acusaciones como la violación de los derechos humanos y el
ajusticiamiento indiscriminado de los opositores, tratando de desprestigiar al
proceso revolucionario. En tanto desde el gobierno los elementos reformistas
presionan, tratando de revertir a la Revolución, al no lograrlo comenzaron las
conspiraciones y confrontaciones directas con las nuevas autoridades y el
pueblo.
El 14 de junio de 1959 se produce la
reorganización del Gobierno Provisional, entran al mismo el Comandante del
Ejército Rebelde Pedro Miret, Raquel Pérez y Raúl Roa. Estos cambios dejan cada
vez más aislado al Presidente de la República en su tibia política reformista y
retardadora del proceso revolucionario.
Por ese motivo el Comandante Fidel Castro,
Primer Ministro del Gobierno y líder de la Revolución, renuncia al
cargo el 16 de julio del 59 y denuncia la posición del Presidente. La respuesta
del pueblo en respaldo Fidel fue unánime, hecho que obliga al presidente
Urrutia a renunciar a su cargo al siguiente día.
El 18 de julio asume la Presidencia de la República el doctor
Osvaldo Dorticós Torrado, prestigioso abogado
identificado plenamente con la Revolución en marcha, en tanto Fidel
reasume la jefatura del gobierno el 26 de julio ante una multitudinaria
concentración en la Plaza
de la Revolución
para conmemorar el sexto aniversario del Asalto al Cuartel Moncada.
Completando el programa de satisfacciones y
demandas populares el Gobierno Revolucionario decreta la rebaja de los alquileres
de las viviendas, de las tarifas eléctricas y telefónicas y la reposición en
sus puestos de trabajo de todos aquellos que fueron cesanteados por motivos
políticos.
Junto a ello la Revolución supo
encaminar el justo reclamo de la clase obrera por lograr conquistas sectoriales
que amenazaban la realización de la zafra azucarera y otras actividades vitales
de la economía, demostrando que los cambios iban más allá que la conquista
parcial de determinados reclamos, sino a la base estructural de la sociedad burguesa
en Cuba.
El líder de la Revolución en sus
constantes orientaciones explica a las masas trabajadoras, la necesidad de
posponer los anhelos y evitar el caos del país; tener confianza en el proceso
revolucionario como forma de alcanzar aquellos sueños inalcanzables durante
años en la república y que podían ser tan peligrosos como la acción de la
oligarquía nacional y sus seguidores, al correrse el riesgo de hacer
ingobernable el país.
Los meses finales de 1959 fueron el inicio de
la reacción terrorista contra la
Revolución, sabotajes, vuelos piratas desde Estados Unidos
para incendiar cañaverales y atacar objetivos económicos, las conspiraciones,
como el complot del gobierno dominicano de Rafael Leonidas Trujillo contra
Cuba, la sedición del comandante del Ejército Rebelde Hubert Matos en Camagüey
y los esfuerzos de las autoridades norteamericanas y sus organismos de
subversión por desestabilizar la
Revolución y hacer fracasar el proceso democrático-popular
cubano.
Para defender a la Revolución Cubana
y dar una respuesta enérgica a los violentos actos de lucha contra el país, se
crean las Milicias Nacionales Revolucionarias el 26 de octubre de 1959, brazo
armado popular del nuevo estado cubano.
Al iniciarse el año de 1960 los líderes
cubanos están dispuestos a seguir adelante con las transformaciones
estructurales que necesita el país. Enfrentan a una oposición poderosa y
violenta encabezada por la oligarquía nacional y el gobierno de los Estados
Unidos, que apoyan los grupos de alzados contrarrevolucionarios que ya están en
acción en muchas partes del país.
El 13 de febrero de 1960 llega a Cuba la
primera delegación de alto nivel del Gobierno de la URSS[2] encabezado por el
vice-premier Anastas Mikoyan, quien firma en La Habana un convenio comercial
que incluye la compra de más de 400 mil toneladas de azúcar en el año 1960 y un
millón de toneladas en 1961 y hasta 1965. La parte cubana adquiere en la Unión Soviética, maquinarias e
insumos para la economía de la isla, para realizar estas compras el gobierno
soviético concede a Cuba un crédito de 100 millones de dólares al 2,5 % de
interés anual.
La Revolución Cubana entraba en una etapa de radicalización
popular como ningún proceso anterior en América Latina y en el Tercer Mundo
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