“Yo no trabajo por mi
fama, porque toda la del mundo
Cabe en un grano de maíz”
José
Martí
Cuando estudié marxismo y todas esas esencias
de su programática de filosófica que a veces se hacía ininteligible e
incomprensible para el pueblo llano, luchador, triunfador y también perdedor,
se resaltaba extraordinariamente el rechazo a una tendencia humana para nada
nueva en la historia del hombre: “El culto a la personalidad”, fenómeno de
idolatría y deformación que elevó a los faraones y otras pléyades de gobernante
a la esencia de divinos resolvedores de
problemas y a los grandes benefactores de la humanidad a la silla de
sentados a la diestra de Dios como Jesús, el carpintero de Belén, quien por el
hombre humilde luchó y murió y por obra
y gracia de sus seguidores y de los oportunistas que nunca faltan se fue desdibujando
humano para ganar el rol de hijo de Dios
e infalible dador de la palabra de Dios.
En otras épocas, religiones y culturas
el fenómeno se ha dado a modo de perpetuar la “individualidad sumadora del
hombre colectivo” a modo de perpetuar grandes figuras, buenas ideas e impulsar
una continuidad que debe estar basada en los objetivos a alcanzar y no en la
perpetuación de un catecismo memorístico
que marque ruta antes de aprender a andar.
Soy socialista porque creo en el hombre
COLECTIVO, el hombre pueblo, sabio e implacable, formado en sus experiencias de
vida diaria y que hace parir “héroes” cuando la circunstancias lo amerita y la
necesidad dialéctica pone al frente de esos procesos al indio, al analfabeto,
al obrero simple, al que más necesita el momento histórico.
Aprender historia en una necesidad de pueblo,
que sepa de su pasado, de sus héroes, de sus procesos, esa es la base de un
camino futuro, pero el culto a priori a veces sin aquilatar el tamaño de la
idolatría no es sano sino desmovilizador, porque lo único eterno son las ideas
nobles, el principio básico de la unidad como base de la supervivencia de lo
hecho y lo por hacer, el día a día cuando el Hombre
Pueblo marcar la ruta, construye
esperanza en los momentos duros y aliento en la lucha.
Toda espiritualidad requiere de sus símbolos e
ideas, los valores crecen, ese es el culto mayor al ser humano lo
demás polvo de estrella que somos todos.
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