Hace
más de una semana que no me conecto, es mi modo de reflexionar sobre mi mundo,
en el que vivo, ese micromundo que no me hace falta que nadie me cuente para hacerme a una idea
de cómo está… lo vivo y con casi 67 años, a los que arribaré el día 14 de este
mes.
Han sido días de recuentos nacionales e
internacionales, donde el pesimismo y la “mala leche” predominan, gracias al egoísmo
y a la ambición desmedida del género humano, el hombre es más lobo del hombre,
de hermanos, a veces no se respetan ni los consanguíneos, por lo que la mirada “objetiva”
a la humanidad en su conjunto es una triste
representación de su salvajismo, el sálvese quien pueda y la defensa banal
de la propiedad y los bienes por sobre la convivencia, la solidaridad, el
altruismo y tantos valores universales
que hoy son letra muerta o metas inalcanzables de la humanidad.
Lo triste es que en nuestra querida isla
modelo van avanzando esos antivalores en medio de una propaganda casi bíblica que
no pesa menos que la precariedad y el atavismo bien intencionado que sentimos
cada vez más lejos.
Como cubano y educador me toca hacer lo mío,
enseñar objetivamente la Historia que hemos
vivido, mostrar con mi propio ejemplo que ser humano en este país va unido al
compromiso de hacer por el otro, dejar una huella y atenerme a esa máxima
martiana que dice que: “HACER ES LA MEJOR MANERA DE DECIR”.
Felicidades compatriotas, que la prosperidad venga con el sudor de nuestra
frente o la inteligencia de nuestra mente, que la dignidad pase primero por la
individualidad para que pueda luego convertirse en valor colectivo, esa es mi
letra, lo demás es polvo de estrella.
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