Por
estos días los cubanos y los que vivimos en el área de Centroamérica y el
Caribe estamos muy pendiente de la fiesta deportiva que organiza la ciudad de
Barranquilla en Colombia, nuestros juegos regionales deportivos, los más
antiguos del planeta (1926), para nosotros será un momento de fiesta, aun y
cuando no siempre se gane, pero disfrutaremos de la hermandad de la gente de
esta zona que tiene en la alegría un antídoto a sus problemas.
Desde su creación Cuba y México han mantenido
una fraterna rivalidad por dominar estas lides del músculo que han servido de
preparación para los deportistas del área en su afán de una mejor actuación en
los Juegos Panamericanos, los mundiales de sus respectivas disciplinas y los
Juegos Olímpicos, ese mega espectáculo que en el 2020 organizará Tokio la
capital de Japón.
Cuba acude a esta cita con sus mejores
deportistas con la finalidad de dar a la Mayor de Las Antillas el alegrón de
una buena cosecha de títulos y marcas, a pesar de la rivalidad creciente con
las naciones del caribe, fuertes en uno u otro deporte y algunos con relevantes
atletas, lo que resulta un poco caótico el hecho de programar tantos deportes
que no están en el calendario olímpico, más por complacer a determinados grupos
regionales que como modo de mostrar avances en los deportes olímpicos.
Cuba está igualmente presente en el triunfo de
muchas naciones del área con el aporte de sus técnicos y especialistas al
entrenamiento de los atletas para las competencias, con el sencillo orgullo de
hacer triunfar la hermandad y la solidaridad entre naciones que por siglos han
mantenido vínculos históricos.
Como cubanos seguimos día a día el avance de
Cuba en el medallero por países, no por chauvinismo estrecho, sino por ser el
resultado de un esfuerzo grande salido del sacrificio de una nación pequeña en
la que no sobran los recursos, pero donde está reconocido el deporte como un
“Derecho del Pueblo” y las victorias son un aliciente espiritual para seguir el
camino que hemos escogido, ojalá sirva para acelerar la renovación que necesita
el sistema deportivo cubano y el impulso del gran pasatiempo nacional de los
cubanos que es el beisbol, asi como los deportes colectivos tan deprimidos en
Cuba hasta el punto de no tener un buen campeonato nacional en ninguno de ello,
más allá del formalismo anquilosado.
¡Qué
gane el mejor! Esa es la divisa del juego limpio y con ella en el pecho los nuestros tratarán de
regresar a la Patria con la victoria.
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