jueves, 5 de julio de 2018

LOS PLACERES DE LA COCINA LATINOAMERICANA POR JOSÉ MARTÍ




“Ojos de América”. Oleo de Lorenzo Santos (Losama)
Colección Museo Casa Natal de José Martí

 Este hermoso párrafo se debe a la pluma joven de José Martí, escrito en Guatemala en 1877, nos cuenta su experiencia de comensal en una casa humilde donde falta el cubierto pero no la buena comida autóctona descrita con tal profusión que parece estar en nuestro paladar, es un homenaje a la gente humilde que te ofrece lo que tiene por el solo hecho de ser un huésped, costumbres que embellecen la pobreza y exaltan la humildad.
 Este breve párrafo tal vez requiera de más de una lectura para su entendimiento, porque el innovador que hay en Martí hace algunas paráfrasis y giros idiomáticos que pudieran dejar sin disfrutar de este “banquete” de buena lectura que él nos ofrece:

 «A bien que aquí viene la cena, y como me la sirven manos blancas, y doy la espalda al zafio rústico, espárceme el ánimo, y con él la descripción. ¡Oh acero de Manchester; y cuchillos de Gloucester y tenedores de Springfield! i Oh cubiertos ingleses de cabo de marfil y limpia hoja! Tres días van ya caídos, y desde aquel de hoja de lata de Izabal, desaparecíanse de mis ojos los cubiertos. En mí, la privación de la pulcritud interrumpe seriamente la vida. Hecho a la pobreza, no vivo sin sus modestas elegancias,-y sin limpio mantel y alegre vista, y cordial plática,-váyanse de mí, y no horabuena, los guisados más apetitosos. Como es una función, nunca un placer, fuerza es amenizarla para hacerla llevadera; y disfrazar con limpias bellezas su fealdad natural. Pensé en Horacio y, ya que en Cuba no hemos tenido cantores de la dulcedumbre y amable vida de los campos, hice tenedor de una rueda de plátano frito, y cuchillo de un trozo de tortilla asada,-y bien asada,-y con esto medié al cabo el abundoso plato de frijoles. Sazonélo esta vez con queso seco, hecho en la finca tres días hace, pero acre y rasposo- ¡hubo de hacerlo el dueño mismo! Suntuoso oro han servido a mis labios con esa amable taza de café. Me enardece y alegra el jugo rico; fuego suave, sin llama y sin ardor, aviva y acelera toda la ágil sangre de mis venas. El café tiene un misterioso comercio con el alma; dispone los miembros a la batalla y a la carrera; limpia de humanidades el espíritu; aguza y adereza las potencias; ilumina las profundidades interiores, y las envía en fogosos y preciosos conceptos a los labios. Dispone el alma a la recepción de misteriosos visitantes, y a tanta audacia, grandeza y maravilla.»[1]




[1] Ensayo Guatemala. 1877. Obras Completas Tomo 19: 56

No hay comentarios:

Publicar un comentario