Diablito
René Postocerrero
Las fiestas populares son
una tradición colonial en la sociedad cubana, desde la llegada del conquistador
español a la isla el santoral cristiano siempre fue motivo para formar el
jolgorio cumbanchero que ha caracterizado al cubano.
Las actas capitulares de La Habana y los
viejos documentos de otras ciudades fundacionales del país, muestran las quejas
del clero por lo que era para ello un “sacrilegio”, el bailoteo lascivo de
negros, mulatos y blancos a los compases de tamboriles, flautas y cuanto
instrumento se le sacara música en esta tierra signada para la música y el
baile.
Luego el mulaterío creciente de la población,
la presencia de la “flota” española en el puerto de La Habana, con miles de
gente deseosa de esparcimiento y la liviandad de las autoridades civiles y
eclesiásticas, convirtieron a esta villa de San Cristobal de La Habana en una
de las ciudades “inolvidables”, para marineros, soldados y gente de paso desde
y para España y el Nuevo Mundo.
En los días de hoy los carnavales, parradas o
cualquier otros tipo de fiesta popular, pasa inefablemente por un “mar de
problemas” a resolver para que queden vistosos sino fastuosos, inventando con
los que cada uno tiene, pero lo que no debe faltar es la música, tanto de
orquestas reconocidas o de piquetes que nadie sabe su nombre, pero en carnaval
se baila hasta con el “tic tac de Radio Reloj”[1].
La cerveza a granel es la reina de las bebidas del carnaval, aunque hay quien
gusta del buche de ron o “arriesgarse” con una mezcla de ron y refresco que
todos llaman “Cuba Libre” y ¡allá va eso!, baila hasta el cojo y con
cualquiera.
Julio y Agosto con sus calores invitan a estos
días de esparcimiento colectivo que hubo un tiempo “alguien pensó que no eran
necesario” y los dislocaron, oficializaron, los cambiaron de fecha, los
llenaron de policía y prohibiciones de “arrollar” (bailar detrás de las
comparsas), instrucciones todas que el pueblo desbordó con su manera única de
expresarse en estas fiestas de catarsis que vuelven ahora más libres y
populares.
En Carnaval Habanero fue en su momento el más fastuoso,
con sus carrozas desfilando por el Prado, los ricos en sus coches y sus caros
disfraces, para luego ser sustituido por un pueblo que no guarda el ímpetu de
los carnavaleros del interior del país. El Carnaval de La Habana, siempre en
febrero hasta que alguien lo movió a julio, fue un espectáculo visual en el que
su público sentado esperaba el largo desfile, la costumbre se mantiene pero el
espectáculo dicta mucho de ser de los mejores.
Recomendaciones, si viene
a Cuba en diciembre no dejé de ver y gozar en las parradas de Remedios, las
fiestas populares más fastuosas y autóctonas de toda la isla y si viene en
julio vaya a Santiago de Cuba, donde reina el tambor y la corneta china en una
ciudad de confraternidad, abierta y caliente en esos día de sus carnavales
maravillosos y cubanos.
[1]Emisora
Cubana con más de sesenta años en el aire, caracterizada por el tic tac segundo
a segundo, la noticia como única información y la hora cada minuto