lunes, 30 de julio de 2018

CARNAVALES EN CUBA

Diablito
René Postocerrero


Las fiestas populares son una tradición colonial en la sociedad cubana, desde la llegada del conquistador español a la isla el santoral cristiano siempre fue motivo para formar el jolgorio cumbanchero que ha caracterizado al cubano.
 Las actas capitulares de La Habana y los viejos documentos de otras ciudades fundacionales del país, muestran las quejas del clero por lo que era para ello un “sacrilegio”, el bailoteo lascivo de negros, mulatos y blancos a los compases de tamboriles, flautas y cuanto instrumento se le sacara música en esta tierra signada para la música y el baile.
 Luego el mulaterío creciente de la población, la presencia de la “flota” española en el puerto de La Habana, con miles de gente deseosa de esparcimiento y la liviandad de las autoridades civiles y eclesiásticas, convirtieron a esta villa de San Cristobal de La Habana en una de las ciudades “inolvidables”, para marineros, soldados y gente de paso desde y para España y el Nuevo Mundo.
 En los días de hoy los carnavales, parradas o cualquier otros tipo de fiesta popular, pasa inefablemente por un “mar de problemas” a resolver para que queden vistosos sino fastuosos, inventando con los que cada uno tiene, pero lo que no debe faltar es la música, tanto de orquestas reconocidas o de piquetes que nadie sabe su nombre, pero en carnaval se baila hasta con el “tic tac de Radio Reloj”[1]. La cerveza a granel es la reina de las bebidas del carnaval, aunque hay quien gusta del buche de ron o “arriesgarse” con una mezcla de ron y refresco que todos llaman “Cuba Libre” y ¡allá va eso!, baila hasta el cojo y con cualquiera.
 Julio y Agosto con sus calores invitan a estos días de esparcimiento colectivo que hubo un tiempo “alguien pensó que no eran necesario” y los dislocaron, oficializaron, los cambiaron de fecha, los llenaron de policía y prohibiciones de “arrollar” (bailar detrás de las comparsas), instrucciones todas que el pueblo desbordó con su manera única de expresarse en estas fiestas de catarsis que vuelven ahora más libres y populares.
 En Carnaval Habanero fue en su momento el más fastuoso, con sus carrozas desfilando por el Prado, los ricos en sus coches y sus caros disfraces, para luego ser sustituido por un pueblo que no guarda el ímpetu de los carnavaleros del interior del país. El Carnaval de La Habana, siempre en febrero hasta que alguien lo movió a julio, fue un espectáculo visual en el que su público sentado esperaba el largo desfile, la costumbre se mantiene pero el espectáculo dicta mucho de ser de los mejores.
Recomendaciones, si viene a Cuba en diciembre no dejé de ver y gozar en las parradas de Remedios, las fiestas populares más fastuosas y autóctonas de toda la isla y si viene en julio vaya a Santiago de Cuba, donde reina el tambor y la corneta china en una ciudad de confraternidad, abierta y caliente en esos día de sus carnavales maravillosos y cubanos.







[1]Emisora Cubana con más de sesenta años en el aire, caracterizada por el tic tac segundo a segundo, la noticia como única información y la hora cada minuto

martes, 24 de julio de 2018

LA REVOLUCIÓN Y LA DISTRIBUCIÓN DE LAS RIQUEZAS EN CUBA





 Estamos en día de revisión de la Constitución Cubana, esa que surgió para afianzar el socialismo como sistema social inamovible de la sociedad cubana y que siempre estuvo coja de derechos individuales y muy cargada por defecto de los conocidos derechos colectivos de los que muchos han hecho uso y abuso para su conveniencia personal y acomodamiento en un sistema estatal que para “resguardar y contar” los recursos ha tenido que crear una aparato burocrático parásito, inoperante y corrupto que ha sido la retranca principal de la mayoría de las sin razones que el pueblo llano ve, protesta y luego no pasa nada …o pasa poco …o al final se olvida.
No podemos convertirnos en un país donde unos pocos concentren las riquezas en sus manos, socialismo es distribuir justamente era riqueza y que cada cual reciba “según su trabajo”, fundamentalmente por medio del “salario” poco y desprestigiado por su poder adquisitivo, que los desrpotegidos reciban el apoyo estatal en  sus necesidades, pero que esas necesidades no se conviertan en la carga corrupta de una mentira, como pasa muchas veces.
 Que los contribuyentes cumplan con su obligación, que los tráficos de influencia, los “favores” y el “amiguismo infame”, dejen de ser modos de vivir de los primos y amigos de los que pueden resolver. 
 Un país sano y trasparente, con leyes blindadas y derechos reales para todos, creo que para eso es la nueva Constitución, aunque ahora la escandalización “machista” y “fundamentalista” de algunos sectores de la sociedad civil cubana por el artículo 68 que propone el matrimonio libre entre personas del mismo sexo, se lleve toda la atención, en una sociedad donde el alcoholismo, las adicciones, la prostitución y “la lucha” son recurrentes y tan necesario atender como el nivel de vida del cubano medio.
 Discutamos la Constitución para que la Cuba profunda que vive en los municipios vea acercarse la “sociedad próspera y sostenible” a la puerta de su casa. Para que salir de Cuba no sea la brecha para “ganar un dinerito”, para que hacer un favor no implique cobrarlo o dejarse sobornar, para que la República Socialista que costó sangre y sudor sea real  y “CON TODOS Y PARA EL BIEN DE TODOS”

lunes, 23 de julio de 2018

LA REVOLUCIÓN Y LA CREACIÓN ARTÍSTICA, LOS PRIMEROS TIEMPOS





Aguas territoriales
 Martínez Pedro

“Las Revoluciones no son paseos de carroza”
Alfredo Guevara


Uno de los temas más importantes para los intelectuales y artistas era la libertad de creación, por lo que desde inicios hubo tensiones con ciertos sectores que desde la Revolución adoptaban una posición más dogmática, este enfoque era asumido por los redactores de “Lunes de Revolución”, tabloide cultural del periódico Revolución, dirigido por Guillermo Cabrera Infante, quienes desde sus páginas comenzaron a “pedir cuentas” a los escritores y artistas por su obra de “evasión de la realidad” y de poco o ningún compromiso social antes del triunfo de la Revolución, atacando directamente al grupo Orígenes y su mentor  José Lezama Lima.

 En estos círculos intelectuales había muchas preguntas sin contestar y desde la dirección de la Revolución no había una política cultural definida, como no fuera la línea de “Lunes de Revolución”, que protagonizó una protesta por la censura del documental “PM”, financiado por este semanario y que fue interpretado como un ataque a la libertad de expresión y provocó un malestar evidente entre los intelectuales de La Habana.

 Por tal motivo la dirección de la Revolución convocó a los intelectuales a una reunión realizada en la Biblioteca Nacional José Martí, los días 16, 23 y 30 de junio de 1961. El objetivo era debatir los  temas que preocupaban a este sector. Fue un proceso  extenso, en el que se expresaron diversos criterios, y que terminó  cuando Fidel, después de escuchar todos los criterios, dejó definida la política cultural del proceso revolucionario en sus palabras de resumen, conocidas hoy como “Palabras a los intelectuales”:

“Si a los revolucionarios nos preguntan qué es lo que más nos importa, nosotros diremos: el pueblo.  Y siempre diremos: el pueblo.  El pueblo en su sentido real, es decir, esa mayoría del pueblo que ha tenido que vivir en la explotación y en el olvido más cruel.  Nuestra preocupación fundamental siempre serán las grandes mayorías del pueblo, es decir, las clases oprimidas y explotadas del pueblo.  El prisma a través del cual nosotros lo miramos todo es ese: para nosotros será bueno lo que sea bueno para ellos; para nosotros será noble, será bello y será útil todo lo que sea noble, sea útil y sea bello para ellos.

 “Comprendemos que debe ser una tragedia para alguien que comprenda esto y, sin embargo, se tenga que reconocer incapaz de luchar por eso.  Nosotros somos o creemos ser hombres revolucionarios; quien sea más artista que revolucionario no puede pensar exactamente igual que nosotros.  Nosotros luchamos por el pueblo y no padecemos ningún conflicto, porque luchamos por el pueblo y sabemos que podemos lograr los propósitos de nuestras luchas.

“Y la Revolución tiene que tener una política para esa parte del pueblo, la Revolución tiene que tener una actitud para esa parte de los intelectuales y de los escritores.  La Revolución tiene que comprender esa realidad, y por lo tanto debe actuar de manera que todo ese sector de los artistas y de los intelectuales que no sean genuinamente revolucionarios, encuentren que dentro de la Revolución tienen un campo para trabajar y para crear; y que su espíritu creador, aun cuando no sean escritores o artistas revolucionarios, tiene oportunidad y tiene libertad para expresarse.  Es decir, dentro de la Revolución.

“Esto significa que dentro de la Revolución, todo; contra la Revolución, nada.  Contra la Revolución nada, porque la Revolución tiene también sus derechos; y el primer derecho de la Revolución es el derecho a existir.  Y frente al derecho de la Revolución de ser y de existir, nadie -por cuanto la Revolución comprende los intereses del pueblo, por cuanto la Revolución significa los intereses de la nación entera,-  nadie puede alegar con razón un derecho contra ella.  Creo que esto es bien claro.”[1]

 A pesar de la claridad de estos conceptos, a lo largo de estos años su aplicación ha sido coyuntural y selectiva de acuerdo al momento histórico y a la percepción de los “funcionarios” erigidos en guardianes de esta política.

 Durante este período el debate sobre la creación artística y literaria se mantuvo con fuerza frente a los intentos de estrechar el horizonte de la creatividad con la justificación del compromiso social.

 En 1967 Carlos Rafael Rodríguez en conversación con alumnos de la Escuela Nacional de Arte define con claridad posiciones con respecto a la creación y los creadores:

“…De una parte existe el peligro de la invasión administrativa en la esfera del arte. Quiere esto decir que desde un punto de vista central cualquiera sea el Partido…o sea la administración haya uno o varios funcionarios que juzguen lo que debe o no debe ser exhibido.

“Y la experiencia nos aconseja a ser muy cauteloso en esa materia, porque en este caso puede ocurrir que los gustos individuales, de los funcionarios se conviertan por obra y gracia de las autoridades, en gustos nacionales”[2]

 Posteriormente llegarían los tristes días del Quinquenio Gris (Decenio tal vez), de silencios y ostracismos, prejuicios y exaltación del ego revolucionario a ultranza y el silencio de las voces disonantes.



[1] Fidel Castro: Palabras a los intelectuales. La Habana, 1961
[2] Carlos Rafael Rodríguez: “Problemas del arte en la Revolución” en Revista Revolución y Cultura. Nº 1. La Habana, 1967