lunes, 28 de mayo de 2018

HOMBRE DE TRABAJO




Con los pobres de la tierra quiero yo mí suerte echar
José Martí

 La palabra  de los tiempo es bueno dejarla añejar y volver a ella cuando parece que no tenemos ya qué decir, cómo decir o  cuándo decir, eso es lo que pasa por mi mente en días como estos, cuando la humanidad toda parece estar de vigilia para encontrar la justicia, impedir que nos roben el futuro y tratar de poner un poco de orden y equidad  en un mundo que carece de ellas para los quetrabajan y se esfuerzan por prosperar, sacar adelante una familia y ser sencillamente seres humanos plenos.

 Escuchemos la palabra de los tiempos, estas la del cubano sagaz y sensible que vivió allá en Nueva York hace más de 130 años,  que nos replica un eco que tiene vigencia en esa y en otras muchas ciudades de Estados Unidos y el mundo: defiende y admira a los verdaderos creadores de riqueza, los hombres y mujeres de trabajo, los que, como siempre, ante el rejuego de bolsa o apuestas financieras son los primeros en perder, leamos al Apóstol:

“¡Qué ejército, qué ejército el que el 2 de Septiembre de este año paseó sus formidables escuadras por las calles más concurridas de Nueva York! ¡qué hermosura, qué aseo, qué grandeza! ¡Veinte mil eran, hombres y mujeres! Antaño con poner un rey la mano sobre el hombro de un calientachismes de palacio, o un cercenador de hombres, o un guardador de la puerta por donde entraba a robar placeres la Majestad, ya lo hacía caballero: ogaño, ver a estas gentes humildes, a estos pobres alegres, a estos viejos honrados, a estas mujeres enfermizas, a estos creadores de sí propios, es como recibir un titulo más decoroso y limpio de nobleza: “Hombre de trabajo”, dijo el Creador: y le puso en los labios la palabra, y entre el cabello y los ojos un cintillo de luz: desde entonces, ni ser duque, ni marqués, ni conde, ni vizconde, ni barón, es ser más que hombre: ¿cómo el que hereda una fortuna ha de ser más noble que el que la fomenta? ¿Cómo el que vive a espaldas de los suyos, o al amparo de castas favorecidas, ha de merecer más respeto que el que forcejea por abrirse paso en la tierra difícil, con la pesadumbre del desdén humano encima, abandonado a sus esfuerzos propios? Gusanos me parecen todos esos despreciadores de los pobres: si se les levantan los músculos del pecho, y se mira debajo, de seguro que se ve el gusano.”[1]




[1] 5 de septiembre de 1884. OC. Tomo X: 76

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