Cada cierto tiempo hay
un sesudo que “descubre” algún fragmento de la escritura de Martí que se amolda
a sus intereses y enseguida corren esos fragmentos por esta red implacable,
neutral en sí pero cargada con toda la intencionalidad que el ser humano pone
en los medios de comunicación para servir a sus intereses, ahora le toca a la “Futura
Esclavitud” un artículo de José Martí que enjuicia criterios del filósofo
inglés Herbert Spencer, hace ya un tiempo dediqué dos amplios trabajo al
análisis de esos artículos, ahora hago énfasis en el fragmento que le sirve a
los nuevos “Descubridores” para enfrentar los problemas reales y evidente de la
burocracia estatal socialista.
El controvertido
séptimo párrafo, entresacado por muchos y contrapuesto con malicia al Estado
Revolucionario Cubano, es un resumen de los temores de Spencer y José Martí lo abrevia con mucho cuidado,
aunque no se aleja de la esencia del original, su objetividad parece
advertirnos de la posibilidad de que esta cosas puedan ocurrir (ocurren) y por
ello algunos investigadores ven en este párrafo el criterio martiano, para que
pueda opinar el lector le transcribo
íntegro el párrafo:
“Todo el poder que iría adquiriendo la casta de
funcionarios, ligados por la necesidad de mantenerse en una ocupación
privilegiada y pingüe, o irla perdiendo el pueblo, que no tiene las mismas
razones de complicidad un esperanzas y provechos, para hacer frente a los
funcionarios enlazados por intereses comunes. Como todas las necesidades
públicas vendrían a ser satisfechas por el Estado, adquirirían los funcionarios
entonces la influencia enorme que naturalmente viene a los que distribuyen
algún derecho o beneficio. El hombre que quiere ahora que el Estado cuide de él
para no tener que cuidar él de sí, tendría que trabajar entonces en la Rendida, por el tiempo y
en la labor que pluguiese al Estado asignarle, puesto que a éste, sobre quien
caerían todos los deberes, se darían naturalmente todas las facultades
necesarias para recabar los medios de cumplir aquellos. De ser siervo de sí
mismo, pasaría el hombre a ser siervo del Estado. De ser esclavo de los
capitalistas, como se llama ahora, iría a ser esclavo de los funcionarios. Esclavo
es todo aquel que trabaja para otro que tiene dominio sobre él; y en ese
sistema socialista dominaría la comunidad al hombre, que a la comunidad
entregaría todo su trabajo. Y como los funcionarios son seres humanos, y por
tanto abusadores, soberbios y ambiciosos, y en esa organización tendrían gran
poder, apoyados por todos los que aprovechasen o esperasen aprovechar de los
abusos, y por a aquellas fuerzas viles que siempre compra entre los oprimidos
el terror, prestigio o habilidad de los que mandan, este sistema de
distribución oficial del trabajo común llegaría a sufrir en poco tiempo de los
quebrantos, violencias, hurtos y tergiversaciones que el espíritu de
individualidad, la autoridad y osadía del genio, y las astucias del vicio
originan pronta y fatalmente en toda organización humana. “De mala
humanidad-dice Spencer--no pueden hacerse buenas instituciones.” La miseria
pública será, pues: con semejante socialismo, a que todo parece tender en
Inglaterra, palpable y grande. El funcionarismo autocrático abusará de la plebe
cansada y trabajadora. Lamentable será, y general, la servidumbre.”[i]
El último párrafo de “La Futura Esclavitud” es un
esperanzador llamado de José Martí a los poderosos que representa Spencer, una
toma de posición que hace a José Martí más nuestro, por sus principios éticos,
su apego a la justicia social y su innegable toma de posición al lado de los
oprimidos:
“Y en todo este estudio apunta Herbert Spencer las
consecuencias posibles de la acumulación de funciones en el Estado, que vendrían
a dar en esa dolorosa y menguada esclavitud; pero no señala con igual energía,
al echar en cara a los páuperos su abandono e ignominia, los modos naturales de
equilibrar la riqueza pública dividida con tal inhumanidad en Inglaterra, que
ha de mantener naturalmente en ira, desconsuelo y desesperación a seres humanos
que se roen los puños de hambre en las mismas calles por donde pasean hoscos y
erguidos otros seres humanos que con las rentas de un año de sus propiedades
pueden cubrir a toda Inglaterra de guineas[1].
“Nosotros diríamos a la política: ¡Yerra, pero consuela! Que
el que consuela, nunca yerra.”[ii]
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