Nuestro Roberto Fabelo, pintor contemporáneo cubano,
que se graduó y ha desarrollado toda su obra dentro del período revolucionario
cubano, tiene entre sus temas la figura de José Martí, interpretada en varios
trabajos que nos devuelven una imagen no convencional en la que el “padrazo”
que es Martí para todas las generaciones de cubanos, queda fundido a los temas
que este valioso artista ha trabajado durante estos años.
Uno de los trabajo más interesantes es este
que reproducimos porque funde al Apóstol
con figuras de la mitología martiana, no explicita pero sí con un guiño de
complicidad con todos los que hemos crecido admirando la obra del cubano
universal.
Junto con
las figuras muy fabelianas, están los íconos que los cubano recordamos al evocar a Martí, fíjense en esa bella
muchacha que se une a él delicadamente, puede ser su María, la niña de los
Mantillas que fue su ahijada y que tantas polémicas y suspicacias despiertas
sobre la posible paternidad de Martí; recuerda igualmente a su “Pilar”, la
protagonista de “Los zapaticos de rosa”,
ese cuento en versos que es casi un himno para los niños cubanos y junto a él,
ese niño rubio que puede ser el
“Ismaelillo” personaje en que convierte
a su hijo y que todos recordamos como el símbolo de la pureza creada por un
padre en honor a su fraterno.
En un primer plano un niño ataviado con traje
de “Mambí”, apelativo con el que conocemos los cubanos a los combatientes por
la independencia de Cuba en nuestras
guerras contra el colonialismo español, lleva en su mano “La rosa blanca”
símbolo de la amistad como la virtud
mayor del ser humano, dentro de la simbología martiana.
Entremezclados están las figuras de la gente
humilde con las que quiso echar su suerte nuestro Héroe Nacional junto a frutas de la isla, caracolas marinas
y la vegetación de ese monte noble y benigno de los campos cubanos, todos
asentados sobre el contorno de la isla de Cuba, nuestra querida patria.
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