Entiendo
muy bien a los jóvenes en eso de no pesar mucho en lo que dejan atrás y
centrarse en el mañana cercano, porque no
es posible hacer planes a largo plazo y la vida es corta, la juventud,
más aún y es necesario seguir en esta noria que es la cotidianidad.
Pero su vida no podemos garantizarla ni
escribirla los que somos mayores e incluyo, padres, madres y abuelos, tan dados
a “darles al niño lo que yo no tuve”, aunque por lo general ese “darle” va más
en las cosas que usará y romperá que en aquellos valores que le servirán para
construir una vida, una forma de ser, una única personalidad, con criterio
propio y con la menor cantidad de frustraciones posibles.
El mundo de hoy, tan lúdico, tan de hacer la
vida “hoy y ahora” persigue básicamente minimizar la incidencia de los jóvenes
en la construcción del futuro, que será más suyo que de nosotros, pensando
siempre que ellos no sabrán que hacer, que se irán con el primera anuncio o se
quedarán en la primera comodidad, en un riesgo, pero que deben correr.
Siempre habrá espíritus emprendedores que
miren adelante, enfocados en el ayer para tomar lo mejor y en espiral crecer
hacia la luz de lo desconocido, siempre adelante aunque a veces la misma
espiral nos cree la sensación de que eso ya lo vivimos, ya lo hicieron los míos,
ya estuve en ese lugar, de toda forma la vida es un riego, vívela.
Tengo casi 66 años, lo mejor de mi es ser
optimista ver con toda la amplitud de la palabra, mirar con esa amplitud de
360 grados y soñar, seguir soñando con que un mañana será mejor, no solo para
mi familia pequeña, sino para el género humano que está hoy muy jodido, en
medio de guerras incomprensibles, fabulosas orgias de especulaciones financieras
y una puja peligrosa de la minoría rica, por conservar lo que creen es su derecho
divino: las riquezas materiales.
Feliz Navidad amigos y ojalá nos despertemos
con una sociedad mejor, ese es mi sueño, aunque sepa que no la tendremos si no
la construimos entre todos.
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