Hoy
se cumplen 160 años de la muerte en combate del Mayor General del Ejército
Libertador Cubano, Antonio Maceo Grajales, Lugarteniente General del Ejército
Libertador, y la figura más relevante entre los negro y mulatos que secundaron
las luchas independentistas en Cuba.
Su trayectoria marcada por una hoja de
servicio intachable a favor de la emancipación de Cuba y de la abolición de la
esclavitud, está jalonada por hitos inolvidables como la “Protesta de Baraguá” el
digno acto de oponerse al pacto de la Revolución Independentistas con la
metrópoli española, sin lograr ni la independencia, ni la libertad de los
esclavos, en 1878, acto que lo colocó ya no solo entre los más destacados jefes
militares cubanos, sino como la figura política más importante dentro de aquella
generación que se levantó en armas por
la independencia de Cuba.
Antonio
fue el paradigma más alto de cubano, dedicado a Cuba, soldado por ella, leal y
respetuoso con las instituciones que le iban naciendo a la Revolución
independentista, orgulloso e inteligente, capaz de ganar su liderazgo, no solo
por los méritos de guerra, sino por su dote de estratega, su capacidad de mando
y su ejemplo.
Maceo tiene tanta fuerza en la mente como en
el brazo, de esta manera lo describe José Martí, rompiendo el mito reduccionista del sublime
guerrero capaz del sacrificio pero sin una formada idea de lo que quiere en esa
lucha larga y consagra a la que se entregó su familia desde 1868, cuando acudieron al llamado que
les hacía Carlos Manuel de Céspedes para luchar por la libertad de Cuba y la
redención de los esclavos.
De la claridad de su
pensamiento político deja Maceo muchas pruebas a lo largo de su actuar en las
luchas por la independencia, Baraguá, había sido el ejemplo claro de que era el representante de las
ideas más radicales en estas luchas y así lo ratifica en carta a los Delegados
de la Asamblea Constituyente
de Jimaguayú, el 30 de septiembre de 1895:
“Permitidme, pues,
ciudadanos Representantes, que os haga presente la expresión de agradecimiento
que me anima con vosotros, motivado por el honor que me habéis discernido al
concederme el nombramiento de Lugar Teniente General del Ejército Libertador. Y
al aceptar cargo tan honroso como éste, que aumenta la responsabilidad que
tengo contraída ante mis compatriotas, permitidme también que os reitere la
protesta y obediencia a las leyes que emanan de la voluntad popular (…)
Fundemos la República
sobre la base inconmovible de la igualdad ante la ley. Yo deseo vivamente que
ningún derecho o deber, título, empleo o grado alguno exista en la República de Cuba como
propiedad exclusiva de un hombre, creada especialmente para él e inaccesible
por consiguiente a la totalidad de los cubanos…”
Estaba consciente de
las intenciones anexionista de los Estados Unidos y de la clase aristocrática
cubana, por ello siempre rechazó esa posibilidad y dejó siempre bien claro su
posición:
“Los americanos y los españoles podrán
concertar los pactos que quieran, pero Cuba es libre dentro de breve término y
puede reírse de negociaciones que no favorezcan su emancipación.”(12 de junio
de 1896)
“De España jamás esperé nada; siempre nos ha
despreciado, y sería indigno que se pensase en otra cosa. La libertad se conquista
con el filo del machete, no se pide; mendigar derechos es propio de cobardes
incapaces de ejecutarlos. Tampoco espero nada de los americanos; todo debemos
fiarlo a nuestros esfuerzos; mejor es subir o caer sin ayuda que contraer
deudas de gratitud con un vecino tan poderoso.” (14 de julio de 1896).
Esas eran las ideas claras de Mayor General
Antonio Maceo. Digno hijo de Santiago de Cuba, surgido de la humilde cuna de
una familia campesina, numerosa y negra, consagrada a Cuba y al logro de una
patria no solo libre en lo político, sino basada en la igualdad de derechos de
todos sus hijos.
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