Foto tomada del periódico Venceremos de Guantánamo
Una
de las polémicas más enconadas del marxismo, es el tratamiento de la figura del
líder, en cuanto guía de un proceso, conductor de pueblo, de un partido y por qué no reafirmador
de sueños.
Por desgracias los ejemplos que abundan en la historia
alrededor del culto a la personalidad desde el inicio de la Historia es su
endiosamiento, voluntarismo y sometimiento de todos, por las buenas o por las
malas, muchos de ellos llegando al ridículo cruel en el afán de mantener su poder.
Yo solo soy un ciudadano de la época de Fidel
y de él aprendí que el líder debe ser tan bueno como el mejor de los ciudadanos
que conduce, pero que la humildad, la preocupación por el último de los
gobernados, debe ser tan importante como las ideas alrededor del ecumenismo y
las hegemonía.
Para él la humanidad no era la abstracta bola
de gente que sigue a un caudillo, esperando resolver sus problemas
fundamentales, era un conjunto de personas individuales que merecía la dignidad
de vivir con lo mínimo necesario para desenvolver su vida, para eso luchó, para
eso fue la Revolución, aunque no siempre los sueños pudieron ser absoluta
realidad.
Su preocupación por el ser humano fue un
evangelio y muchas veces lo hizo en silencio, sin dejar que la propaganda
divulgara el gesto.
Siempre el más humilde, siempre el primero
para decir valientemente los problemas que aquejaban al pueblo, siempre David
para poner la piedra donde doliera más en las intenciones de los enemigos de
clase; siempre estudioso, siempre críticos contra los conformistas, los chapuceros,
los cuadrados, los leguleyos sin base, los traidores, los acomodados, los
serviles; es el Fidel que aprendí a querer desde mi casa con la confianza, casi
fe, de mis padres y hermanos mayores, desde la lectura y la escucha de su verbo
humano, cálido y firme e incluso cuando ya crecido tenía criterio propio, discrepé de decisiones,
critique fallos y errores, rumbos que no logramos, metas que no alcanzamos,
pero siempre me acordé de aquellas palabras del tabaquero anónimo al que le
preguntaron allá en Tampa si entendía todo lo que decía Martí y su respuesta
fue esta frase lapidaria de pueblo: “NO LO ENTIENDO PERO LO SIGO”
Eso no es fanatismo, es intuición de pueblo,
que en procesos sociales siempre dice la última palabra y nunca han sido paseo de carrozas.
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