jueves, 1 de diciembre de 2016

EL HOMENAJE AL LÍDER



Foto tomada del periódico Venceremos de Guantánamo

Una de las polémicas más enconadas del marxismo, es el tratamiento de la figura del líder, en cuanto guía de un proceso, conductor de  pueblo, de un partido y por qué no reafirmador de sueños.
 Por desgracias los ejemplos que abundan en la historia alrededor del culto a la personalidad desde el inicio de la Historia es su endiosamiento, voluntarismo y sometimiento de todos, por las buenas o por las malas, muchos de ellos llegando al ridículo cruel en el afán de mantener su poder.
 Yo solo soy un ciudadano de la época de Fidel y de él aprendí que el líder debe ser tan bueno como el mejor de los ciudadanos que conduce, pero que la humildad, la preocupación por el último de los gobernados, debe ser tan importante como las ideas alrededor del ecumenismo y las hegemonía.
 Para él la humanidad no era la abstracta bola de gente que sigue a un caudillo, esperando resolver sus problemas fundamentales, era un conjunto de personas individuales que merecía la dignidad de vivir con lo mínimo necesario para desenvolver su vida, para eso luchó, para eso fue la Revolución, aunque no siempre los sueños pudieron ser absoluta realidad.
 Su preocupación por el ser humano fue un evangelio y muchas veces lo hizo en silencio, sin dejar que la propaganda divulgara el gesto.
 Siempre el más humilde, siempre el primero para decir valientemente los problemas que aquejaban al pueblo, siempre David para poner la piedra donde doliera más en las intenciones de los enemigos de clase; siempre estudioso, siempre críticos contra los conformistas, los chapuceros, los cuadrados, los leguleyos sin base, los traidores, los acomodados, los serviles; es el Fidel que aprendí a querer desde mi casa con la confianza, casi fe, de mis padres y hermanos mayores, desde la lectura y la escucha de su verbo humano, cálido y firme e incluso cuando ya crecido tenía  criterio propio, discrepé de decisiones, critique fallos y errores, rumbos que no logramos, metas que no alcanzamos, pero siempre me acordé de aquellas palabras del tabaquero anónimo al que le preguntaron allá en Tampa si entendía todo lo que decía Martí y su respuesta fue esta frase lapidaria de pueblo: “NO LO ENTIENDO PERO LO SIGO”
 Eso no es fanatismo, es intuición de pueblo, que en procesos sociales siempre dice la última palabra y  nunca han sido paseo de carrozas.

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