lunes, 7 de enero de 2019

UNIDAD SIN SERVIDUMBRE DE OPINION



Autora: Alicia Leal

“A quien merme un derecho, córtesele la mano”[1]
José Martí
 Hay en la obra política de José Martí un principio que ha sido ampliamente estudiado por los conocedores de su obra y aún por los políticos de todas las tendencia que han pretendido arrimar la brasa a su causa según le convenga y es el problema de la democracia como elemento fundamental de todo gobierno que pretenda gobernar para el pueblo y desde el pueblo. Incluso han surgido apellidos para las democracias: “representativa” que pretende ser el modelo ideal, la búsqueda de un puesto en representación del pueblo, ganado a costa del dinero, la necesidad y la promesas al elector, al cual luego se relega a un segundo plano; “participativa” que es la democracia popular en la que se pretende que el pueblo no solo elija al representante sino participe en la creación de políticas que necesita por medio de un intercambio que debe ser real y constante.
 Veamos la posición de Martí, para él era indispensable la creación de mecanismos de participación de los ciudadanos, activos desde el proceso de formación del Partido Revolucionario Cubano y la preparación para la Guerra Necesaria y que se extendería en la futura República en la búsqueda de las soluciones a los problemas de Cuba, sin relegar a nadie y escuchando a todos.
 La garantía para esta República estaba en la unidad nacional para resolver los retos políticos, económicos y sociales en base al respeto de las leyes que el país se diera, pero elaboradas por un gobierno en el que todas las fuerzas sociales tuvieran una equitativa representación, incluyendo la minoría. Recuerden siempre su famoso aforismo de “Con todos y para el bien de todos”.
“El riguroso respeto a los principios enunciados garantizaría el equilibrio social indispensable a la prosperidad general, imposible sin una adecuada distribución de la riqueza social. Con el advenimiento de la libertad racional, en la que el hombre encontrara armonía entre sus necesidades materiales y espirituales y el modo de satisfacerlas, quedaría establecido “un sistema económico que garantice a lo menos una forma de distribución equitativa de la riqueza”, mediante el cual fueran satisfechas las aspiraciones a la igualdad social, “sin llegar a nivelaciones ilusorias e injustas, sino en el que “pudiese el trabajador vivir con decoro y sosiego”[2].”[3]
 “La defensa de los derechos del hombre a una vida digna en lo económico es inconcebible sin su plena participación en la vida política del país, sin la posibilidad real de expresar sus opiniones en cuanto ataña a la toma de decisiones, a la fiscalización y control de la aplicación de estas y su actuación al respecto. No se trata solo de la de la movilización de los ciudadanos durante la fase de cumplimiento de proyectos ya concebidos, sino de acceso a los espacios de discusión de estos a fin de contribuir con el aporte de sus experiencias e ideas a la elaboración de los mismos.”[4]
En Martí es una preocupación constante el tema de la discusión, del desarrollo del diálogo y el debate, pues estaba convencido que la unanimidad de criterios era imposible y que la unidad de criterios solo podía lograrse con “… el libre flujo de opiniones y la confrontación de argumentos, pues la coincidencia de ideas en modo alguno implica la desaparición absoluta de diferencias de juicios, sino la concordancia de los conceptos y propósitos esenciales, y en la actuación personal y colectiva para lograrlos.”[5]
 “Martí insiste en la tolerancia a las opiniones diferentes. “El respeto a la libertad y al pensamiento ajenos (…) es en mi fanatismo”[6]. No se trataba de imponer un pensamiento sino de servir a la patria con el estudio adecuado de los elementos que la componen, y hallarse dispuestos a comprenderlos y encauzarlos en lugar de despreciarlos por soberbios o menguados, por cultos o ineducados. Con las capacidades y limitaciones que lo caractericen, cada persona puede formarse un juicio, y debe encomiarse la honradez de expresarlo con franqueza, sin temor al error, pues este puede rectificarse; deshonesto es el que “desee para su pueblo una generación de hipócritas y de egoístas”[7] incapaces o temerosos de decir lo que sientan y piensan, con la mente puesta solo en sus intereses personales, sin tener en cuenta los de la colectividad a que se deben”[8]
 Estos son principios sobre los que debemos seguir basando la REVOLUCIÓN “permanente” en cuanto sepa representar los intereses de toda la sociedad para hacer realidad aquel “Con todos y para el bien de todos”, martiano y humanista, vigente y vital.



[1]Obras Completas de José Martí, t. 3, p.273
[2] Otras Crónicas de  Nueva York, p. 69
[3] Ibrahím Hidalgo, “La República Democrática de Martí”. En Juventud Rebelde, 19/1/2003
[4] Ídem
[5] Ídem
[6]Obras Completas, t.3, p. 166
[7] Obras Completas, t. 4, p. 188
[8] Ídem nota 3

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