Autora: Alicia Leal
“A quien merme un
derecho, córtesele la mano”[1]
José Martí
Hay en la obra política de José Martí un
principio que ha sido ampliamente estudiado por los conocedores de su obra y
aún por los políticos de todas las tendencia que han pretendido arrimar la
brasa a su causa según le convenga y es el problema de la democracia como
elemento fundamental de todo gobierno que pretenda gobernar para el pueblo y
desde el pueblo. Incluso han surgido apellidos para las democracias: “representativa”
que pretende ser el modelo ideal, la búsqueda de un puesto en representación del
pueblo, ganado a costa del dinero, la necesidad y la promesas al elector, al
cual luego se relega a un segundo plano; “participativa” que es la democracia
popular en la que se pretende que el pueblo no solo elija al representante sino
participe en la creación de políticas que necesita por medio de un intercambio
que debe ser real y constante.
Veamos la posición de Martí, para él era
indispensable la creación de mecanismos de participación de los ciudadanos,
activos desde el proceso de formación del Partido Revolucionario Cubano y la
preparación para la Guerra Necesaria y que se extendería en la futura República
en la búsqueda de las soluciones a los problemas de Cuba, sin relegar a nadie y
escuchando a todos.
La garantía para esta República estaba en la
unidad nacional para resolver los retos políticos, económicos y sociales en
base al respeto de las leyes que el país se diera, pero elaboradas por un
gobierno en el que todas las fuerzas sociales tuvieran una equitativa
representación, incluyendo la minoría. Recuerden siempre su famoso aforismo de
“Con todos y para el bien de todos”.
“El riguroso respeto a los
principios enunciados garantizaría el equilibrio social indispensable a la
prosperidad general, imposible sin una adecuada distribución de la riqueza
social. Con el advenimiento de la libertad racional, en la que el hombre
encontrara armonía entre sus necesidades materiales y espirituales y el modo de
satisfacerlas, quedaría establecido “un sistema económico que garantice a lo
menos una forma de distribución equitativa de la riqueza”, mediante el cual
fueran satisfechas las aspiraciones a la igualdad social, “sin llegar a
nivelaciones ilusorias e injustas, sino en el que “pudiese el trabajador vivir
con decoro y sosiego”[2].”[3]
“La defensa de los derechos del hombre a una
vida digna en lo económico es inconcebible sin su plena participación en la
vida política del país, sin la posibilidad real de expresar sus opiniones en
cuanto ataña a la toma de decisiones, a la fiscalización y control de la
aplicación de estas y su actuación al respecto. No se trata solo de la de la
movilización de los ciudadanos durante la fase de cumplimiento de proyectos ya
concebidos, sino de acceso a los espacios de discusión de estos a fin de
contribuir con el aporte de sus experiencias e ideas a la elaboración de los
mismos.”[4]
En Martí es una
preocupación constante el tema de la discusión, del desarrollo del diálogo y el
debate, pues estaba convencido que la unanimidad de criterios era imposible y
que la unidad de criterios solo podía lograrse con “… el libre flujo de
opiniones y la confrontación de argumentos, pues la coincidencia de ideas en
modo alguno implica la desaparición absoluta de diferencias de juicios, sino la
concordancia de los conceptos y propósitos esenciales, y en la actuación
personal y colectiva para lograrlos.”[5]
“Martí insiste en la tolerancia a las
opiniones diferentes. “El respeto a la libertad y al pensamiento ajenos (…) es
en mi fanatismo”[6].
No se trataba de imponer un pensamiento sino de servir a la patria con el
estudio adecuado de los elementos que la componen, y hallarse dispuestos a
comprenderlos y encauzarlos en lugar de despreciarlos por soberbios o
menguados, por cultos o ineducados. Con las capacidades y limitaciones que lo
caractericen, cada persona puede formarse un juicio, y debe encomiarse la
honradez de expresarlo con franqueza, sin temor al error, pues este puede
rectificarse; deshonesto es el que “desee para su pueblo una generación de
hipócritas y de egoístas”[7]
incapaces o temerosos de decir lo que sientan y piensan, con la mente puesta
solo en sus intereses personales, sin tener en cuenta los de la colectividad a
que se deben”[8]
Estos son principios sobre los que debemos
seguir basando la REVOLUCIÓN “permanente” en cuanto sepa representar los intereses
de toda la sociedad para hacer realidad aquel “Con todos y para el bien de
todos”, martiano y humanista, vigente y vital.
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